sábado, 16 de diciembre de 2023

LUCES... ALEGRIA.. ¡¡ADVIENTO!!

 



Adviento III B Homilía 20231217

Este domingo que celebramos el domingo "Gaudete", una palabra del latín que significa alégrense. Se llama así porque hemos cruzado la mitad del Adviento y nos preparamos para celebrar en unos días el nacimiento de Jesús. Pero, ¿tenemos motivos para alegrarnos? Por todas partes vemos guerras, enojos, afán de tener poder para imponerse a otros, jóvenes destruidos por las adicciones, pobreza sin remedio. ¿Y a pesar de eso nos podemos alegrar?
La profecía de Isaías que dice: "Me alegro en el Señor con toda el alma y me lleno de júbilo en mi Dios", nos señala que el motivo de la alegría no son las cosas que pasan en el mundo, sino algo diferente: la presencia de Dios en nuestra vida. ¿por qué la presencia de Dios puede ser un motivo de alegría? Porque como el mismo profeta dice: "Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón a los cautivos, la libertad a los prisioneros y a pregonar el año de gracia del Señor".
El motivo de la alegría es que Dios envía a alguien a vencer los males que atacan el corazón de los seres humanos y que nos hacen mucho daño: el sentirnos derrotados y deprimidos, el sentirnos condenados, el sentirnos como en una cárcel. Estos tres sentimientos resumen muchos de los problemas que vivimos los seres humanos: cuando has sido traicionado, ¿no te sientes deprimido? Cuando no has podido dominar tu odio o tu rencor, ¿no te sientes como en una cárcel? Cuando has fracasado en algo que era importante para ti, ¿no te sientes derrotado? Cuando ves que parece que el mal es más grande que el bien en el mundo, ¿no te sientes con un corazón roto? Cuando te parece que no eres capaz de superar tus defectos, ¿no te sientes condenado?
Pero a esas situaciones tan oscuras, Dios les envía una luz y por eso el profeta dice que hay alguien que ha sido enviado a anunciar una noticia buena que se puede resumir en tres palabras: sanarnos, perdonarnos, ser libres. Es decir, lograr que lo bueno vuelva a ser lo que brota en nuestra vida, con una hermosa imagen: "Así como la tierra echa sus brotes y el jardín hace germinar lo sembrado en él, así el Señor hará brotar la justicia y la alabanza ante todas las naciones". El motivo de la alegría, es que, a pesar de las cosas malas del mundo, el bien vuelve para ser más fuerte que el mal.
¿Cuál es la buena noticia que hace que todo lo oscuro se llene de luz? La buena noticia es que hay alguien que viene. Alguien que llega a darnos la posibilidad de vivir de un modo tal que todo pueda ser mejor. ¿Nos imaginamos que pudiéramos ser como nos dice San Pablo?: vivir siempre alegres, quedarnos siempre con lo bueno, dejar de lado toda clase de mal, que todo nuestro ser, nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo estén bien y en armonía y tener una buena relación con Dios.
Nosotros solos no podemos hacer esto, pero para eso tenemos la buena noticia que nos da San Juan, que en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias. Juan no es digno de desatarle las sandalias porque aquel que es nuestra buena noticia es más grande que todos nosotros: porque es el hijo mismo de Dios.  Quien viene es Jesús: Su misión en el mundo consiste en la liberación del pecado y de las esclavitudes personales y sociales que ello produce. Él vino a la tierra para devolver a los hombres la dignidad y la libertad de los hijos de Dios que solo Él puede comunicar.
Aquel que es nuestra buena noticia se ha hecho ser humano como nosotros y para nosotros, se ha hecho un niño para que lo podamos amar sin miedo. El que es grande se ha hecho pequeño, el todopoderoso se ha hecho indefenso, el eterno ha querido acompañarme en mis cosas diarias. Esa es la buena noticia.
Pero hay otra buena noticia: todos nosotros también podemos, como Juan Bautista, ser testigos de la luz que viene a la oscuridad, de la alegría que viene a la tristeza, del perdón que viene al odio, de la paz que viene al desconsuelo. De cada uno de nosotros se tiene que poder decir en esta Navidad: "Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz". El primer lugar donde hemos de ser testigos de esta luz es en nuestra familia, con nuestro cónyuge, con nuestros hijos, con nuestros hermanos, de modo que todos sientan que les hemos dado lo mejor de nosotros mismos. De cada uno de nosotros se tiene que poder decir en esta Navidad que algo mejor ha quedado en los lugares y en las personas con las que estemos. Hoy Jesús llega a nuestro corazón a través de la Eucaristía para darnos lo que cada uno necesite: consuelo, perdón, sentimiento de libertad, alegría, paz. Abramos de par en par las puertas de nuestra vida a este regalo que Él nos quiere dar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermosa reflexión!!!!