HOMILIA 2023.12.24
Toda la misa de hoy es una preparación para
la llegada de la Navidad. Si hoy Dios llegase a nuestra casa y nos dijera: ¿Ya
estás listo para celebrar el nacimiento de Jesús? Nosotros podríamos responder:
ya tenemos todo, el árbol, lucecitas, guirnaldas, esferas y los calcetines para
Santa. Hasta hemos colocado las figuritas del nacimiento para que solo falte
poner al niño Jesús. Entonces, Dios nos podría decir que no hemos entendido
pues la pregunta es si nosotros estamos listos para celebrar el nacimiento de
Jesús.
¿Qué tenemos que hacer para estar listos? Hoy
las lecturas son un diálogo entre Dios que promete algo y nosotros que
respondemos a esa promesa. Dios nos promete que va estar siempre cerca de
nosotros y va a guiarnos por la vida en el camino hacia el bien, como le dice
al Rey David por medio del profeta: "Yo estaré contigo en todo lo que
emprendas, acabaré con tus enemigos y te haré tan famoso como los hombres más
famosos de la tierra. Le asignaré un lugar a mi pueblo, Israel; lo plantaré
allí para que habite en su propia tierra. Vivirá tranquilo y sus enemigos ya no
lo oprimirán más... Y a ti, David, te haré descansar de todos tus
enemigos."
Dios habla de enemigos, que en nuestra vida son
los pecados, las cosas malas que hacemos, las decisiones que tomamos por
egoísmo o por pereza y que nos generan el cansancio de seguir luchando para
hacer el bien. Dios quiere estar cerca cuando pensamos que las cosas malas son
más fuertes que las cosas buenas. Por eso, Dios nos promete que estaremos en
paz, que seremos felices.
Pero ¿quién se va a encargar de cumplir esta
promesa? Quien va a cumplir la promesa es Jesús, que hace que la presencia de
Dios en nuestra vida nos haga más fuerte que todos los males y nos llene de
bienes. Por eso, el Ángel le dice a María: "Vas a concebir y a dar a
luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo
del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará
sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin."
Jesús es el encargado de hacer posible que se
cumplan las promesas de Dios, no solo naciendo como un niño en Belén, sino
llevando su amor hasta el extremo de padecer, morir y resucitar por nosotros, para
mostrarnos que se ha tomado en serio su misión de cumplir la promesa de Dios
para con todos nosotros.
El árbol de Navidad es un hermoso símbolo de
Jesús que cumple las promesas de Dios: Es un árbol verde que representa a Jesús
que nace en Belén y por eso colocamos una estrella en la punta del árbol. Es
Jesús que llena nuestra vida de frutos y por eso le ponemos esferas que
simbolizan los dones de Dios a los hombres. Es Jesús que nos rodea con su amor
y su misericordia y por eso le ponemos lazos o una cinta alrededor. Es Jesús
que ilumina nuestras oscuridades y por eso le ponemos luces. Pero el árbol de
Navidad también representa al árbol de la cruz, donde Jesús murió por nosotros,
mientras que sus hojas verdes nos recuerdan que Jesús está vivo por su resurrección.
Si Dios cumple sus promesas en Jesús, tenemos
que revisar cómo respondemos nosotros. San Pablo nos dice que tenemos que
responder a tanto amor de Dios por medio de nuestra fe que busca obedecer a la
voluntad de Dios, y por medio de nuestras buenas obras, que manifiestan lo que
Dios ha hecho en nuestra vida, que eso significa dar gloria a Dios. El ejemplo
de María nos muestra el modo de llevar a cabo esto. Ella en primer lugar se
hace disponible a Dios, por eso pregunta: ¿Cómo puede ser cierto lo que me
prometes? es decir, yo estoy dispuesta, aunque no lo entiendo bien. En segundo
lugar, ofrece una preciosa declaración de amor: "Yo soy la esclava del
señor, hágase en mí como lo has dicho." Así, María nos enseña a unir
nuestra voluntad a la voluntad de Dios, a unir nuestro amor al amor de Dios. Si
todo lo que Dios nos promete es fruto de su amor por nosotros, nuestra
respuesta no puede ser otra que una respuesta de amor. Por eso Navidad es una
fiesta de amor: el amor de Dios que nos promete el bien en su Hijo Jesús y
nuestro amor que quiere corresponder dando lo mejor de uno mismo.
Dios toca a nuestra puerta y nosotros le abrimos como nos recuerdan las Posadas: —Mi esposa es María, es Reina del cielo y madre va a ser del divino Verbo. —¿Eres tú José? ¿Tu esposa es María? ¡Entren, peregrinos, no los conocía! —Dios pague señores vuestra caridad y os colme el cielo de felicidad. —Dichosa la casa que alberga este día a la virgen pura ¡la hermosa María! Todos: Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón, que, aunque es pobre la morada, la morada, os la doy de corazón. Dios se hace uno de nosotros, hagamos el esfuerzo por preparar nuestro corazón para que estar muy cerca del amor de Dios, que se hace presente, para ser uno de nosotros, para darnos la certeza de su amor.
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