HOMILÍA XVI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO CICLO B
Con frecuencia en la Biblia se
nos presenta la imagen del pastor para explicar la relación entre los seres
humanos y Dios. Esto es muy común para una cultura que vive en el campo, lo es
un poco menos para nosotros. Sin embargo, es claro que en nuestra vida es
importante quien consideramos nuestro guía, el que nos enseña el camino, el que
nos muestra por donde tenemos que ir. En las lecturas de hoy, la palabra de
Dios nos hace una promesa: les daré pastores según mi corazón. Lo que Dios nos
quiere decir es que nunca nos va a abandonar que siempre va a estar cerca de
nosotros para atender a nuestras necesidades. De esto nos hablan hoy tanto la
primera lectura como el evangelio. Nos muestran a una humanidad que está en
búsqueda de alguien que consuele su corazón, que le de sentido a la vida, que
le ayude a mirar con esperanza sus problemas. Son tantos los dolores que
aquejan nuestros corazones… vemos las tragedias de la naturaleza, como lo que pasa
cuando las lluvias torrenciales generan una riada repentina que sin preverlo
arrasa pueblos completos y acaba con muchas vidas humanas en países que
aparentemente viven seguros y con calidad de vida. Vemos también las tragedias
de los seres humanos, como el número de suicidios
que se producen en nuestras sociedades por culpa de las drogas. Vemos los
problemas que tienen las familias para salir adelante en medio de la crisis de
seguridad, económica y política que viven nuestros países. Cada noticia que
leemos en el periódico la podemos ver como algo amarillista o la podemos ver
como una situación del corazón humano que sigue necesitando alguien que le de
esperanza, fortaleza, sentido, paz.
Como las ovejas de la primera
lectura, podemos sentirnos desterrados, sin seguridad, con miedo. O como las
personas del evangelio, podemos tener tanta necesidad que buscamos con angustia
una palabra de consuelo. Por eso es tan importante la palabra de Dios el día de
hoy. Porque en ella Dios nos promete que en nuestra vida siempre vamos a tener
a alguien que nos llene de confianza, que nos dé certezas, que nos enseñe a
encontrar la felicidad. Ese alguien es Jesús.
El corazón de Jesus como nuestro
pastor tiene tres rasgos. Primero, que es un corazón que está siempre disponible,
aunque a veces parezca que lo estamos agobiando. Nunca tenemos que tener miedo
de "intensear" a Jesús. Segundo, que es un corazón que se compadece cuando nos ve
necesitados, cuando ve que le estamos esperando. Tercero, que es un corazón que
se hace responsable de nosotros para no defraudarnos. muchas veces los seres
humanos nos defraudamos unos a otros porque nuestro corazón es limitado y puede
suceder que no siempre demos el ancho de lo que los demás esperan de nosotros.
Pero Jesús no es así. El nunca defrauda, el siempre va a estar ahí y se hace
disponible, compasivo y cercano para darnos respuesta y sentido a todo lo que
nos pasa. A veces nosotros nos podemos desesperar, pero Jesús siempre está ahí
para acompañarnos, aunque a veces no lo veamos. Porque como dice San Pablo en
la segunda lectura, él ha apostado todo por nosotros: Ahora, unidos a Cristo Jesús, ustedes, que antes estaban lejos, están
cerca, en virtud de la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz.
Cuando comulguemos le podemos
pedir a Jesus que también nos dé a nosotros un corazón de buen pastor. Porque
todos somos pastores de alguien. Los esposos son pastores uno del otro, los
padres son pastores de los hijos, los hermanos son pastores del bien de los
demás hermanos, los hijos también tienen que saber ser pastores de sus papás.
En el trabajo tenemos que ser pastores de los que nos rodean para que el
ambiente sea de justicia y de paz. En nuestra sociedad todos somos responsables
del bien común por medio de la solidaridad con quien nos necesita. Nuestro
corazón como el de Jesús tiene que ser disponible, compasivo y responsable.
Como decía Santa Teresa de Calcuta: Si quieren aprender el arte de la
atención y la delicadeza hacia los demás, se parecerán cada vez más a Cristo,
porque su corazón siempre estaba atento a las necesidades de los otros. Para
que nuestra vocación sea bella, tiene que estar llena de esta atención. Ahora,
que saben cómo Dios los ama, ¿Qué hay de más natural para ustedes que pasar el
resto de su vida irradiando este amor? Ser verdaderamente cristiano quiere
decir amar como somos amados, como Cristo nos ha amado en la cruz.
Este domingo es un día para
volver a experimentar que Jesús está cerca de nosotros, y que a su lado podemos
encontrar la paz que nuestro corazón busca. Hoy mucha gente siente angustia y
busca la paz en técnicas, libros, espiritualidades, porque no conocen de verdad
la paz que da Jesús. Una paz que no es la que viene de respirar y poner la
mente en blanco, o hacer rituales que solo serenan la emotividad y dan una
cierta alegría. La paz que da Jesús es la que nos hace fuertes en los problemas
porque se basa en una certeza: en todos los problemas Él está conmigo, El me
invita a mirar siempre más allá, a tener la seguridad de que nunca estoy solo.