HOMILÍA IV DOMINGO DE ADVIENTO
CICLO A
Estamos a unos días de festejar
el nacimiento de Jesús. La costumbre nos puede hacer pensar que ya tenemos todo
listo, el árbol, el gorro de santa, los calcetines en la chimenea… y la cena,
como si eso fuera la navidad. Pero la preparación para la navidad consiste en ser
capaces de abrirse, como San José, a la venida de Jesús, aunque no sea fácil. José
descubre que María está embarazada y que el bebé que viene no es hijo suyo:
entonces decide abandonar a María. José iba a perder lo que amaba para hacer su
familia. Pero también en esa circunstancia José quiere hacer la voluntad de
Dios y decide, seguramente con gran dolor, repudiar a María en privado. Hay que
meditar estas palabras para comprender cuál fue la prueba que José tuvo que
afrontar los días anteriores al nacimiento de Jesús. (Papa Francisco).
A veces nosotros enfrentamos
situaciones que siembran la tristeza en el corazón por lo que vamos a perder,
aunque los calcetines estén llenos de regalos. Como en el caso de San José, en
la vida aparecen preguntas que nacen de ver que, las cosas normales de la vida,
se alteran por sorpresa, sin consultarte, sin contar contigo. Dios incluyó a
José en su plan sin pedir su consentimiento. Quizá también hoy en nuestra vida
hay cosas que nos angustian, que nos hacen sentirnos solos, que nos hacen
sentir que lo que amamos nos ha fallado. ¡Son muy desconcertantes las maneras
de Dios! Pero José aceptó colaborar en un proyecto que no era suyo, sino de
Dios, confiando en que Él sabría lo que estaba haciendo. En él se perfila el
hombre nuevo, que mira con fe y valentía al futuro, no sigue su propio
proyecto, sino que se confía totalmente a la infinita misericordia de Aquel que
realiza las profecías y abre el tiempo de la salvación. (Papa Benedicto XVI)
La venida de Jesús en cada
Navidad anuncia que no debemos dejar que el miedo o la desesperanza llenen
nuestro corazón. No debemos dejar que nuestra ilusión por algo mejor se enfríe,
y nos quite la fe o el amor. Este domingo nos anuncia que, aunque sintamos que
las cosas no van bien, Dios se hace presente para decirnos que lo que se
presenta como una grave dificultad, es una manera de encontramos con el amor
que Dios nos tiene.
José, gracias al anuncio del
ángel, descubrió que lo que estaba rompiendo su corazón, era una invitación a
un amor mucho más grande, que lo hacía protagonista, no solo del amor entre dos
seres humanos, sino protagonista del amor de Dios por toda la humanidad, presente
en el bebé que iba a nacer por obra del Espíritu Santo en María.
Es posible que esta Navidad
volvamos a sentir que Jesús toca a la puerta de nuestro corazón, como San José
sintió que Dios tocaba en su alma, para decirle que no tuviera miedo. Si somos capaces
de escuchar la palabra de Dios, experimentaremos que nos dice: no tengas miedo
de abrir tu corazón a los planes de Dios, aunque a veces no los entiendas.
¿Qué fue lo que hizo José? José
recibió a María y el misterio de la presencia de Jesús que estaba en su vientre
de Madre. José obedeció al aceptar a María como su esposa, cuando tuvo que ir a
Belén a registrarse en el censo. José se hizo presente en el misterio del
nacimiento de Jesús sin decir una palabra, abierto a obedecer el plan de Dios. José
asumió su papel cuando Dios le indicó que debía huir a Egipto para alejar a su
familia de la amenaza de Herodes y cuando Dios le señaló que era momento de retornar
a Israel.
Esto muestra que San José no era
un blandengue que solo sabe decir: ni modo, me tocó. José es el hombre de la
decisión fuerte, esperanzada, prudente y que busca siempre el bien, aun cuando
llevarlo a cabo pese como una losa. José está siempre atento a lo que Dios
señala y lo hace con todas sus capacidades humanas siendo decidido y
juiciosamente emprendedor. Cuando, como José, abrimos el corazón al camino por
el que Dios nos lleva, podremos ser testigos, como él, de que, en medio de la
noche, todo se inunda de luz en un pobre establo, y que puedes tener en tus
brazos un niño que es el Rey de los Reyes y Señor de los Señores, aunque lo veas
muy pequeño.
A veces queremos controlar a Dios,
meterlo en nuestra pequeña cabeza, pero Dios nos pide confianza, y, a cambio,
nos abre de par en par las puertas de su amor infinito. NO EXISTE LA FE FÁCIL,
la fe sin dudas, la fe sin oscuridades. Ser creyente es ir más allá de los planes
personales y acoger los planes de Dios.
A José le es dado contemplar la
misteriosa obra de Dios para la salvación de la humanidad. Una obra que se
lleva a cabo en medio del dolor, en medio de la persecución, en medio de
situaciones difíciles, en medio de decisiones complicadas por eso Jose es el
testigo del amor fiel de Dios. Nuestro mundo necesita de hombres y mujeres
testigos de la fidelidad del amor de Dios. Sobre todo, cuando hay que hacer
sobresalir la verdad sobre la mentira, el bien sobre el mal, el amor sobre el
odio y el rencor.
En esta Navidad Dios nos hace
testigos de sus planes, en la contemplación de un niño pequeño, débil. Como
sucede en cada eucaristía: ¡qué pequeño es el trozo de pan que recibimos y qué
grande es el Dios presente de modo real y verdadero! No tengamos miedo, abramos
nuestro corazón a Jesús, que quiere ser el amor de Dios con nosotros. Que por intercesión de María y de José
sepamos acoger el misterio de Dios con humildad, valentía y esperanza, y que,
como testigos de la fidelidad de Dios, sepamos llevar su luz y su paz a quienes
nos rodean.

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