HOMILÍA 2º DOMINGO ADVIENTO CICLO A
Todos anhelamos tener paz y casi todas las grandes historias
terminan cuando se ha hecho la paz, porque se elimina el conflicto o el m
iedo o
la injusticia. La paz es la condición de la felicidad, por eso muchos cuentos
terminan con la frase: Y VIVIERON FELICES Y COMIERON PERDICES … pero la paz a
veces es difícil de alcanzar. Este domingo de adviento nos habla de cómo alcanzar
la paz.
La primera lectura nos dibuja una escena casi imposible de armonía,
cuando el profeta dice: Habitará el lobo con el cordero, la pantera se
echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los
apacentará. La vaca pastará con la osa y sus crías vivirán juntas. El león
comerá paja con el buey. El niño jugará sobre el agujero de la víbora; la
criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. Está claro que en
la vida real los leones, las panteras, los osos, y los lobos ven a los
novillos, las vacas, los corderos, los cabritos y los bueyes como alimento para
comérselos. Además, el profeta nos propone una escena inquietante: un niño está
en riesgo porque mete la mano en donde vive una serpiente. Ante los peligros en
que un niño puede estar como un enchufe, un pistache con el que atragantarse… corremos para que nada malo le suceda al chiquitín.
El profeta nos dice que todas las situaciones de riesgo de los inocentes se
verán superadas por la paz que trae Dios.
La paz se logra cuando todo vuelve a su equilibrio, al
equilibrio que es la armonía con la voluntad de Dios, como decimos en el
padrenuestro: HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. Esta paz se
logra cuando hacemos presente en nuestro corazón el amor que Dios nos ofrece.
Por eso San Pablo les dice a los cristianos de Roma que Cristo se puso al
servicio del pueblo judío, para demostrar la fidelidad de Dios, cumpliendo las
promesas hechas a los patriarcas y que por su misericordia los paganos alaban a
Dios, o sea que todos, sin importar nuestra raza, o nuestra inteligencia, o
nuestra clase social, estamos llamados a recibir el amor fiel de Dios, que
llena nuestros corazones de paz.
Esa es la parte que a Dios le toca. ¿Y cuál es la parte que
nos toca a nosotros para que haya paz? El evangelio nos da tres pistas para practicar.
La primera pista es librarnos de lo que suene a falsedad. Juan Bautista reprende
a los fariseos que iban al Jordán para verse buenas personas, cuando en
realidad eran unos soberbios y no estaban dispuestos a hacer mejor su vida. La
segunda pista es abrir nuestra vida al arrepentimiento de lo que no hacemos
bien. Juan Bautista recibía a los que se daban cuenta de que habían hecho algo
mal y los bautizaba, como una señal de estaban dispuestos a mejorar en su vida:
Siempre es necesaria la humildad y la decisión de hacer mejor las cosas. Y la
tercera pista es que Juan Bautista les avisaba que Cristo iba a venir para
eliminar, con la fortaleza del amor, el mal de la vida de los seres humanos y quitando
todo lo malo, dejando solo lo bueno: el
que viene después de mí los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego. Él tiene
el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su
granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue.
La paja se quema; el arrepentimiento no es solo "hacer
mejor las cosas," sino permitir que Cristo "queme" lo que nos
impide la paz. Este domingo de adviento, en la preparación a la llegada de
Jesús en Navidad, empecemos a poner nuestro corazón en paz: quitando la
soberbia, aceptando y pidiendo perdón por las cosas que hacemos mal, y abriendo
nuestro corazón a Jesús. Para ello, puede ser bueno confesarnos y comulgar.
Pero también es importante tomar decisiones sobre cosas que hay que cambiar,
como decidirnos a pedir perdón o a perdonar, escuchar a quien nos necesita, o
reparar algo malo que hayamos hecho a alguien.
El Adviento nos
invita a quitar la hipocresía y a ser humildes; es un tiempo para liberarnos de
la autosuficiencia, para confesar nuestros pecados, recibir el perdón de Dios,
y pedir perdón. Adviento es un tiempo para no sentirnos superiores a los demás
y vernos necesitados de misericordia. Es tiempo de ver en Jesús al Salvador que
viene para nosotros, con nuestras miserias y defectos, con nuestra necesidad de
ser perdonados y salvados. Tendremos que ver donde tenemos que aplicar esto en
la vida cotidiana, en los conflictos familiares, el uso de las redes sociales, o
ante el estrés laboral, seguros de que con Jesús siempre podemos volver a
comenzar. Nunca es demasiado tarde, porque Él está cerca de nosotros, nos
espera y no se cansa nunca de nosotros.
Recordemos las tres
pistas de hoy: Primera pista: evitar la falsedad. Segunda pista: abrirse al
arrepentimiento. Tercera pista: dejar que Cristo purifique nuestra vida. Así
encontraremos la verdadera paz, la que nace de saber que nuestro corazón
frágil, está bien, que nuestras frágiles relaciones con los demás, están bien, y
que nuestra relación con Dios, siempre necesitada de amor, también está muy
bien.

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