domingo, 30 de noviembre de 2025

ADVIENTO: UNA ALARMA QUE LLENA DE LUZ

 



HOMILIA 1ER DOMINGO DE ADVIENTO CICLO A

El adviento debería ser como una alarma sísmica. Cuando suena la alarma sísmica todos estamos en nuestras cosas, unos viendo la televisión, otros leyendo, otros trabajando en lo que todos los días hacen y de pronto, la alarma nos dice que tenemos que dejar todo para salir a un lugar que nos dé seguridad. En ese momento, todo pasa a segundo lugar, porque lo único que importa es salvarnos de un posible desastre. Hoy comienza el adviento, que nos tiene que sonar como una alarma para decirnos que lo importante no son muchas cosas que nos ocupan la vida, sino la vida con la que ocupamos las cosas.

¿En qué consiste esta vida en la que ocupamos las cosas? La vida no puede ser nada más el tiempo que pasa, dejándonos enfermedades y arrugas. La vida es lo que amamos, las personas que nos importan, las manos que hemos tendido o que nos han hecho un poco mejores. Además, para nosotros, como cristianos, la vida no es algo abstracto, la vida es una persona, la persona de Jesús. El adviento es un tiempo para que volvamos a conectarnos con Jesús que es nuestra vida.

El adviento es el tiempo que recuerda que, en el seno de María, Jesús iba creciendo, como crecen todos los bebés en el seno de sus mamás. Jesús crecía conectado a Maria por el cordón umbilical, como todos los bebés. Solamente que a diferencia de lo que sucede en el vientre de una mamá, en que la mamá sostiene en la vida a su bebé, en este caso, es Jesús el que nos sostiene a nosotros en la vida, de él vivimos, con él vencemos lo que quiere destruir lo mejor de nosotros, que es el pecado, el mal y, al final, la muerte. El adviento es el tiempo para conectarnos con Jesús. Pero ¿qué significa conectarnos con Jesús? San Pablo en la segunda lectura nos lo dice dándonos cuatro elementos como para una receta:

Lo primero es tomar en cuenta el momento en que vivimos. Nos pasan y hacemos muchas cosas cada día... pero nos falta tiempo para «digerirlas», meditarlas, aprender de ellas, y tomar las decisiones oportunas. Nos llenamos de ruido, prisas, compras, distracciones, que no nos dejar encontrar momentos para profundizar más allá de la superficialidad o de la costumbre[i]. Vivimos en un tiempo en el que parece que los valores, como la verdad sobre la mentira, la solidaridad sobre la indiferencia, la honestidad sobre la corrupción, están en crisis. Pero también hay cosas buenas en mí, que no son espectaculares y que requieren atención, serenidad y capacidad de sorpresa para descubrirlas y hacerlas crecer.

Lo segundo es la necesidad de despertarnos del sueño en que podríamos estar. Cuando uno está dormido, no se entera de lo que ocurre alrededor, a no ser que sea muy ruidoso y nos cause un sobresalto. Jesús nos invita a estar despiertos, para prestar atención a todo lo que nos puede hacer mejores si las seguimos o peores si las dejamos de lado. Para ello es importante tener momentos de reflexión, de examen de conciencia, de profundización de lo que nos rodea.

Lo tercero es dejar de lado las obras que oscurecen nuestro corazón, y hacer nuestro lo que nos hace mejores, más sembradores de luz en nuestra vida. Es quitar manías, ideas, obsesiones, costumbres y rutinas, que son instrumentos de lo malo en nosotros. Es apartarse de los estilos de vida que nos bloquean el acceso a Dios, o nos separan de los demás, como el individualismo, la poca disponibilidad, los rencores.

Y cuarto, revestirnos de Jesucristo. Todos sabemos que hay ropas viejas que no nos sientan bien, aunque nos sintamos cómodos con ellas y por eso hace falta la ropa nueva. Pero la ropa espiritual que necesitamos no está en las tiendas, ni en el Black Friday. Tenemos que buscar la ropa nueva que es revestirnos de Jesucristo y su evangelio, imitar lo que Jesús hace, el modo en que piensa, la forma en la que él ve la vida, las cosas y las personas, para responder a una pregunta: ¿Cómo lo haría Jesús? ¿Cuál sería la actitud de Jesús?, ¿cómo vería Jesús a esta persona? ¿Qué decisión tomaría Jesús en esta situación?

En este camino no estamos solos; Jesús, que viene a nuestro encuentro, nos ofrece su mano y nos sostiene con su amor humano y divino, dándonos fuerza para superar las dificultades. El evangelio termina con una frase que es una certeza: VENDRÁ EL HIJO DEL HOMBRE, es decir uno como nosotros, que nos comprende, que nos ama con corazón humano, que nos tiende la mano cuando caemos y nos anima cuando todo nos resulta bien. En Él está la última palabra de luz y vida, y en su compañía podemos afrontar el presente con esperanza de modo que sepamos sacar lo bueno, aun incluso de lo malo y las dificultades no destruyan lo mejor que hay en nosotros. El viene a enseñarnos que la última palabra la tiene Dios, la tiene su amor por nosotros. Que este Adviento sea un tiempo para detenernos, reflexionar y prepararnos para acoger al Emmanuel, el Dios con nosotros, que transforma nuestra existencia y nos invita a ser, como la corona de Adviento, una luz que crece y hace brillar nuestra vida, nuestra familia y nuestro mundo.

No hay comentarios: