HOMILÍA CRISTO REY
Hoy la Iglesia nos invita a celebrar el día de Cristo Rey, una
fiesta relativamente moderna, que se ha convertido en un momento para recordar el
significado de Cristo como Rey Nuestro. A lo largo de la historia, el concepto
del rey es el de quien domina sobre un pueblo; es dueño de un pueblo y un
territorio. Cuando pensamos en Cristo Rey, ¿De qué tipo de rey, de reino, de
gobierno y de dominio nos sirven para hablar de Jesucristo como Rey?
En el Evangelio, varias veces quisieron proclamar Rey a
Jesucristo. En la multiplicación de los panes, Jesucristo tuvo que huir porque
le querían hacer rey. A lo largo de toda su vida, la gente, admirada por sus
milagros, su sabiduría, quería hacerlo Rey. Ellos pensaban en otro tipo de
reino al que estaban acostumbrados: un reino sostenido por la economía y los
ejércitos. Jesucristo nos hace ver que ese no es el tipo de reino que Él quiere
tener sobre nosotros. Jesucristo nos enseña con su vida, qué significa para Él
su Reino.
Él es proclamado Rey cuando ya no se puede escapar. Cuando San
Lucas nos habla de Jesucristo como Rey, es porque está clavado en la Cruz. Así,
los soldados y los demás que estaban a su alrededor, en el momento de la Cruz,
ponen encima de la Cruz un letrero que dice: "Este es el Rey de los
judíos". Y a Jesús no le queda otro camino más que permitir que le hagan
Rey. Pero un rey coronado de espinas, clavado en una cruz, desnudo, rodeado de
enemigos, indefenso; ahí es verdadero Rey. Porque Jesús nos enseña que Él no
huye para ser Rey si estamos hablando de un reino de amor hasta la entrega
final.
El tipo de reinado que nos ofrece Jesús es un reinado que no
se sostiene con la fuerza, la violencia, el ansia de poder, sino un reinado que
se sostiene con el amor, el servicio y la entrega hasta el final. Fue el amor
de Dios hacia el universo, lo que le hizo crearlo. Cuando Dios crea lo hace por
amor, para darse a sí mismo. Cuando Jesús se convierte en Rey del Universo, lo
hace con un amor infinito: el amor que se lleva a cabo en la Cruz como Redentor.
Así se manifiesta la verdad de su realeza en la que Cristo es imagen de Dios
invisible, primogénito de toda la creación, fundamento de todas las cosas
creadas, del cielo y de la tierra, cabeza del cuerpo, que es la Iglesia, primogénito
de entre los muertos. El amor que se entrega hasta el final es la clave de Jesucristo
Rey del Universo.
¿Cuál es nuestra actitud ante este Rey? En el Evangelio de
San Lucas, hay dos actitudes ante el rey que es un amor crucificado:
la actitud de incomprensión, que quiere que Jesús sea un rey como
los reyes humanos. La incomprensión es la actitud de quien quiere salvarse a sí
mismo, es el egoísmo de quien que solo se importa él mismo.
La actitud de apertura a la misericordia, que experimenta el
amor más fuerte que el pecado, más fuerte que todo aquello que nos pueda a
nosotros separar de Dios. La aceptación de la misericordia es la actitud de
quien descubre que tiene que ser salvado, y que lo único que le puede salvar
es, el amor, aun cuando sea un amor crucificado, o, mejor dicho, precisamente
porque es un amor crucificado. Como nos ha dicho San Pablo: Él nos ha
liberado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino de su Hijo
amado, por cuya sangre recibimos la redención, esto es, el perdón de los
pecados.
Cristo no abre así las puertas de un Reino que toca los
corazones de quienes son capaces de entender que solo el amor les salva. El
Reino de Cristo toca los corazones con su amor para que todos entendamos que
solo el amor es lo que salva. Es un amor que porque se entrega totalmente nos
da la felicidad total, nuestra plenitud como seres humanos, como nos dice San
Pablo: Dios quiso que en Cristo habitara toda plenitud y por él quiso reconciliar
consigo todas las cosas, del cielo y de la tierra, y darles la paz por medio de
su sangre, derramada en la cruz. Mientras
que quienes ven el reinado de Jesús desde la óptica del egoísmo, de la soberbia,
del individualismo, intentan que Cristo se baje de la cruz; no se dan cuenta de
que el egoísmo lleva al vacío, a la división, a la angustia, mientras que el
reino de Jesús lleva a la plenitud, a la reconciliación y a la paz que son tres
grandes termómetros para discernir las realidades de nuestra vida.
Esta es la verdad de la fiesta de Cristo Rey: el gobierno, el
poder, es el poder del amor, el gobierno del amor. Como reflexionaba el papa Francisco: Solo
al entrar en su abrazo entendemos: nos damos cuenta de que Dios llegó a este
extremo, incluso a la paradoja de la cruz, para abrazar a cada uno de nosotros,
por lejos que estemos de Él: abraza nuestra muerte, nuestro dolor, nuestra
pobreza, nuestra debilidad. Este es nuestro rey, el rey del universo, porque
recorrió los confines más remotos de nuestra experiencia humana, entró en el
agujero negro del odio, el agujero negro del abandono, para llevar luz a toda
vida y abrazar toda realidad.
Por eso hoy es importante que lo descubramos como rey de
nuestras vidas, haciendo nuestras las palabras con las que los ancianos de Israel
reconocieron a David, palabras que podrían ser nuestra oración ante Cristo Rey:
“Cristo Rey nuestro, somos de tu misma sangre. Aunque a veces nosotros no éramos
conscientes de ello, tú eras el que conducía nuestras vidas, por eso te
queremos decir que tú eres el pastor de nuestras personas, de nuestras familias
y de nuestra historia, que tú eres el guía que nos lleva a la felicidad eterna.
Acuérdate siempre de nosotros en tu Reino”. Amén.

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