domingo, 9 de noviembre de 2025

CASA DE DIOS, CORAZON DE LOS HERMANOS

 



Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán

Estamos celebrando una fiesta que podría parecernos extraña: la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán. Tratemos de entender qué significa y por qué es importante para todos nosotros. La Basílica de San Juan de Letrán es la primera catedral cristiana en el mundo. Surgió de la difusión gradual del cristianismo por el Imperio Romano. Fue en el siglo IV cuando el emperador Constantino, entregó a la Iglesia un terreno que había pertenecido la familia de los Lateranos, por eso la conocemos como la Basílica de San Juan de Letrán.

Esta basílica, dedicada a San Juan Bautista y San Juna Evangelista, se llama la "Madre de todas las Iglesias". Esta basílica nos recuerda que el templo material construido con piedras, columnas, ventanas, adornado con imágenes, es una llamada a cada uno de nosotros para que nos convirtamos en la morada de Dios. Al mismo tiempo, la iglesia es el lugar donde se lleva a cabo la celebración eucarística y el culto a Dios.

Estas dos realidades —el templo de Dios y el lugar de culto— son algo que nunca debemos olvidar. El segundo mandamiento, "No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano", y el tercer mandamiento, "Santificarás las fiestas", nos señalan una realidad: todos dependemos de Dios. Dios es nuestro Creador, nuestro Sustentador y nuestro Redentor. En justicia, debemos tener una relación muy especial con Dios: una relación de gratitud y reciprocidad por todo lo que hemos recibido. Si Dios ha sido generoso con nosotros, nosotros también debemos ser generosos con Aquel que nos lo ha dado todo. Esto es parte de la dinámica de cualquier relación personal.

Esta fiesta también celebra la catedral de Roma, San Juan de Letrán. A veces pensamos que San Pedro en el Vaticano es la catedral de Roma, pero la catedral de Roma es San Juan de Letrán. Esto nos recuerda que todos estamos unidos al Papa y por lo tanto, unidos al primer Papa, San Pedro,  que, como Obispo de Roma, se convirtió en la roca sobre la que Cristo edificó Su Iglesia. Esta fiesta nos recuerda que todos tenemos una iglesia en Roma, un hogar en Roma al que acudir a Dios. Así como una familia tiene un hogar materno que recuerda a todos que pertenecen a la misma familia, la Basílica de San Juan de Letrán nos recuerda que todos somos parte de la misma familia. ¿Y qué significa ser parte de esta familia?

Las lecturas de esta fiesta hablan de lo que significa pertenecer a esta familia. San Pablo a los Corintios nos dice: somos la casa que Dios construye. Luego habla sobre lo que cada uno de nosotros debe ser en esa casa que Dios construye. San Pablo dice que se ha convertido en un buen arquitecto —es decir, ha construido su vida en torno a una relación con Dios, con su prójimo y con las circunstancias que lo rodean, dándole sentido. Al igual que las piedras de una casa no se colocan al azar, sino de acuerdo con un plan, con cimientos, un proyecto y un propósito, de la misma manera cada uno de nosotros está llamado a ser un buen arquitecto. Ser parte de la familia de Dios significa convertirnos en buenos arquitectos de nuestras propias vidas. Por eso San Pablo que dice que somos el templo de Dios, añade: "Mire cada uno cómo construye". Ser arquitectos de esa casa de Dios que somos, implica ser conscientes de cómo estamos construyendo nuestras vidas: si estamos construyendo según el plan de Dios o de cualquier manera otra manera. Podríamos construir una casa sin sentido, sin un plan, sin cimientos y, por lo tanto, fácilmente destruible. Esto puede suceder cuando no arraigamos nuestras vidas en valores, virtudes, una relación con Dios y una relación adecuada con los demás. Podríamos construir una casa sin espacio para nadie más, solo para nosotros mismos, una casa destinada a estar vacía, llena de amargura y soledad. Además podríamos referirnos al Evangelio cuando Jesús dice: "No conviertan la casa de mi Padre en un mercado". Nosotros podemos convertir ese lugar, destinado a dar sentido, valor, esperanza, alegría y felicidad, en un mercado donde lo único que importa es la compra y venta, el costo y el precio, nada más. Esto conduce a la destrucción de la casa y con un corazón que se fractura y se arruina. Hoy es un día para preguntarnos sobre nuestros cimientos, nuestro sentido y nuestro valor.

Hay una cosa más, el profeta Ezequiel, en la primera lectura, habla del templo de Jerusalén. Es como si cada uno de nosotros, siendo ese templo construido por Dios —hecho así a través del bautismo—, fuera llamado a ser una fuente de bien para los demás, a dejar que fluya de nosotros un río que traiga alegría a los demás. La imagin es hermosa: que cada uno de nosotros sea como ese río que purifica, da vida y hace florecer a quienes nos rodean como árboles que dan muchos frutos. En otras palabras, que nos convirtamos en personas que llevan el bien a todas partes.

Por eso la Iglesia no puede ser una Iglesia con las puertas cerradas. El Papa Francisco habla de una "Iglesia en salida". Construir una Iglesia en salida significa convertirnos en dadores de vida, portadores de frutos, transformadores para quienes nos rodean. Recordar hoy la Basílica de San Juan de Letrán no es solo una fecha histórica; es recordar que tenemos un hogar que da a cada uno de nosotros una vocación que debe volcarse hacia nuestros hermanos y hermanas necesitados. Nos regocijamos porque tenemos una casa en Roma, pero nos regocijamos aún más porque Dios ha elegido hacer Su morada en nosotros para que cada uno de nosotros pueda llenar de alegría la ciudad de Dios: nuestra familia, nuestros hermanos y hermanas, nuestra sociedad.


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