HOMILIA DOMINGO XXVII TIEMPO ORDINARIO CICLO C
Muchas
veces podemos tener los sentimientos de la primera lectura cuando sentimos que
Dios no nos oye o que no nos ayuda: ¿Hasta
cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que me escuches, ¿y denunciaré a gritos la
violencia que reina, sin que vengas a salvarme? ¿Por qué me dejas ver la
injusticia y te quedas mirando la opresión? Como consecuencia, sentimos que
nos alejamos de Dios. ¿Qué o quién nos hace perder la fe?
Decía el
Papa Benedicto: La tentación del desánimo, de la resignación, afecta a quien
es débil en la fe, a quien confunde el mal con el bien, a quien piensa que,
ante el mal, con frecuencia profundo, no hay nada que hacer. En cambio, quien
está sólidamente fundado en la fe, quien tiene plena confianza en Dios y vive
en la Iglesia, es capaz de llevar la fuerza extraordinaria del Evangelio.
Como los
apóstoles del evangelio podemos sentir que muchas cosas que nos roban la fe. A
veces nuestra fe resulta insuficiente para responder a los complicados
problemas de la vida porque es infantil, como si quisiéramos ponernos nuestros
zapatos de cuando éramos bebés. Otras veces se nos ha vaciado, al confundirla
con rezos y ritos que no llenan. Además, ciertos estilos de vida nos hacen
acelerados y superficiales, y perdemos el sentido de una relación de amistad
con Dios. Muchas situaciones nos desaniman para seguir creyendo, para seguir
poniendo nuestra vida en manos de Dios: una enfermedad, un problema en el
trabajo, una decepción de una persona que esperábamos fuera más de fiar. Y si
esto sucede en el campo de lo religioso, es todavía peor la decepción y el
dolor.
En todas
esas situaciones, no es soltando la fe como solucionamos el problema, sino que,
uniéndonos más a Dios, hacemos que el problema sea más llevadero. Por eso es
importante la respuesta que Dios da al corazón angustiado del profeta: El malvado sucumbirá sin remedio; el justo, en
cambio, vivirá por su fe. Hay cosas en este mundo que parece que nos roban
la vida, pero si ponemos nuestro corazón en Dios, nos sentiremos plenos, como
el siervo del evangelio, que, a pesar de estar cansado, sigue atendiendo la voz
de su señor, porque eso da sentido a su vida.
Mantener la
fe no siempre es sencillo. La segunda lectura es parte de la carta que san
Pablo escribió a un colaborador que se llamaba Timoteo. Timoteo conoció a
Pablo, cuando la gente de una ciudad que se llamaba Listra, lo había intentado matar
por anunciar a Jesús; la familia de Timoteo lo recibe en su casa y lo curan. El
ejemplo de Pablo convenció a Timoteo de que, aun cuando todo fuera difícil,
había que seguir poniendo la fe en Dios, por eso San Pablo le escribe: Te recomiendo que reavives el don de Dios
que recibiste cuando te impuse las manos. Porque el Señor no nos ha dado un
espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación.
Cada uno de
nosotros sabe dónde lo está pasando mal: en la salud, en la economía, en el
trabajo, en la relación con alguien. En lo que sea pongamos fe, pongamos
fortaleza, pongamos amor, pongamos la capacidad de dar sentido a todo lo que
nos cuesta, que eso es la templanza. Porque si la vida es difícil con la fe, es
mucho más amarga sin la fe.
La fe nos
da la fuerza de Dios para tener siempre confianza y valentía, para seguir
adelante con nueva decisión, para emprender las iniciativas necesarias a fin de
dar un rostro cada vez más bello a lo que vivimos. Incluso podemos encontrar la
oposición del mundo, pero San Pablo nos dice: ‘No tengas miedo de dar la cara
por nuestro Señor’.
Una vez el
Padre Pío invitó a un médico muy bueno que no creía en Dios, a conocer su
proyecto de construir un hospital para los pobres y le dijo” vamos a construir
el hospital y tú lo vas a hacer y tú serás su responsable”. El médico le hizo
ver al fraile lo imposible de la idea. El Padre Pío le tomó las manos y le
dijo: “Para Dios nada hay imposible”. El médico respondió: “Padre, usted sabe
que yo no creo en Dios”. Y el Padre Pío le respondió: “Pero Dios sí cree en
ti”. Hoy en ese lugar está uno de los principales centros hospitalarios de toda
Italia.
Cuando nos
cueste la fe recordemos que él está a nuestro lado, que nunca nos deja, que
nunca nos suelta. Como le dice Andy a Bonnie en Toy Story al regalarle a Woody «Él fue mi amigo desde que tengo memoria, es
valiente como tiene que ser un buen vaquero, listo y gentil, pero lo que hace
especial a Woody es que jamás te va a abandonar; él estará contigo pase lo que
pase.» Asi es Dios.
Que este domingo sea una oportunidad para renovar nuestra confianza en Dios, incluso cuando la fe parezca frágil o el camino difícil. No tengamos miedo de vivirla y testimoniarla con valentía Y cuando sintamos que no podemos más, recordemos que Dios nunca deja de creer en nosotros, y que su fidelidad nos sostiene pase lo que pase. Este domingo pidámosle al Señor que nos aumente la fe, cuando veamos cosas que nos hagan difícil seguir confiando. Recordemos siempre que, aunque nuestra fe en él sea muy pequeña, su fe en nosotros es tan infinita, que nos regala a su Hijo en cada en cada eucaristía, para que al comulgar él llene nuestro corazón de fe, de esperanza y de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario