HOMILÍA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO
En este día celebramos la fiesta de
los apóstoles san Pedro y san Pablo a los que la Iglesia católica, ha querido celebrar
juntos. Pedro y Pablo son muy diferentes. Pablo que, en cierto sentido, actúa
de modo independiente de Pedro, llega incluso a contraponerse con san Pedro.
Sin embargo, la Iglesia ha querido que celebremos juntos el momento más
importante de su vida que no son los discursos que dieron, ni las cartas que
escribieron o las iglesias que fundaron. El momento más importante de la vida de
Pedro y de Pablo es el de su testimonio por Jesús hasta la muerte. De la misma
forma en que el momento más importante de la vida de Cristo es su amor por
nosotros hasta dar su vida en la cruz.
Pablo y Pedro, se unen en el amor
que los llevó a morir por Jesucristo. De hecho, las lecturas con las cuales la
Iglesia quiere recordar a estos dos apóstoles hablan del misterio de la cruz en
la vida de los dos, como testigos de lo que es Jesucristo para ellos, hasta el
punto de morir. Lo que hace auténtico a un cristiano no es haber hecho grandes
obras, o escrito muchos libros, sino su relación con Jesucristo que le lleva a
dar sentido a la vida de modo completo.
Pedro hizo su profesión de fe en
Cristo y esa fe constituye el sólido fundamento del pueblo de la nueva alianza.
La Iglesia no es, ante todo, una estructura social; es la comunidad de los que
comparten la misma fe de Pedro y Pablo. Esta fe nos guía y nos sostiene en los
momentos en que aparece el miedo o en los que no tenemos claro donde apoyarnos
para estar seguros y aparece la tentación del poder o del orgullo que busca
reconocimientos. Pedro nos recuerda que nuestro verdadero refugio es la
confianza en Dios: ella disipa todo temor y nos hace libres de toda esclavitud.
Jesús lanza a san Pedro, la gran
pregunta: “¿Tú quién dices que soy yo?”. Y Pedro da testimonio: “Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Ese testimonio de san Pedro hace que Jesús le
diga: “Tú eres la roca sobre la que yo voy a poner mi Iglesia, y las puertas
del infierno no serán más fuertes que esta Iglesia que yo pondré sobre la roca
que eres tú, Pedro”.
Lo que sucedió hace 2000 años con
Pedro y Pablo, sucede con nosotros. También nosotros tenemos que preguntarnos:
¿qué es lo importante de nuestra existencia como cristianos? ¿Lo que decimos, o
nuestra amistad con Jesucristo? Porque la amistad con Jesucristo da sentido a
todo lo demás. Él mismo lo ha dicho en el Evangelio de san Juan: “Ustedes son
mis amigos si hacen lo que yo les mando”. Es decir, lo que da sentido a la vida
de un cristiano es su amistad con Jesucristo.
Cuando esta pregunta se le hizo a
san Pedro, contestó diciendo que para él era Cristo, el Hijo de Dios vivo,
aquel por el que merecía la pena entregar la vida y ser una persona auténtica y
coherente en la existencia. Y san Pablo dice lo mismo en su carta a Timoteo,
cuando escribe que para él Jesús es el Señor, el juez justo, el Señor que está
a su lado para proclamar el mensaje y para ser testigo de Él, el Señor que lo
librará de toda obra mala y que lo llevará a su Reino.
Esto es lo que da sentido a todas
las situaciones de la persona y lo orienta hacia la plenitud de la santidad,
cuando Jesús nos pregunte “¿Quién soy yo para ti?”, poder responder: “Tú para
mí eres el Hijo de Dios vivo”. Es decir, eres aquel que ilumina mi camino, que
está a mi lado en mis pruebas, que está conmigo en lo que me cuesta, que me
ayuda a llevar adelante a mi familia, que me ayuda a dar sentido a mi vida, a
mi tiempo y a todo. Cuando esta es nuestra respuesta también nosotros somos
roca. Somos la roca sobre la cual Jesucristo puede hacer que los demás seres
humanos, sean capaces de vencer al mal.
San Pedro y san Pablo no son
solamente testigos que vivieron hace 2000 años. San Pedro y san Pablo son dos
hombres que nos enseñan cuál es la esencia de la vida: tener un corazón amigo
de Jesucristo, que inspira lo que hacemos, que inspira el perdón, la
solidaridad, una relación auténtica con Dios y la capacidad de ser más fuertes
que el mal.
Pedro y Pablo eran dos hombres
llenos de defectos, pero lo valioso es su testimonio que los convierte, en
testigos de Jesucristo, en testigos de que merece la pena ser una persona que
busca y que hace el bien que nace del amor de Cristo por cada ser humano. Esta
es la luz que nos trajeron. No una luz de filosofía, ni de teología. La luz que
nos trajeron san Pedro y san Pablo es que merece la pena vivir con autenticidad
desde la amistad con Jesucristo.
Hoy se nos hace esta pregunta:
¿quién es para ti Jesucristo? ¿Es alguien vivo? ¿Es alguien que inspira tu
vida? ¿Es alguien que te transforma, como los cambió a ellos de modo que, a
pesar de sus defectos y fragilidades, se convirtieron en roca para otras muchas
personas?
¿Para quién tengo yo que ser roca: roca de luz, una roca de sentido, una roca de esperanza, ¿una roca de solidaridad? A lo mejor tengo que ser roca para alguien de mi familia, de mi trabajo, o un amigo. Eres una roca porque tú y yo estamos unidos en el corazón. Tú eres una roca, para que el infierno, para que el mal, no venza en el mundo.
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