sábado, 26 de abril de 2025

LA MANO CERCA DEL CORAZON


 

HOMILÍA II DOMINGO DE PASCUA CICLO C

Con este domingo se termina la octava de pascua, en la que hemos estado cercanos a la resurrección de Jesús, contemplando sus apariciones, junto al sepulcro, en el cenáculo y en otros lugares como en Galilea o el camino de Emaús. En este domingo Jesús llega a nuestras vidas para que, después de haberlo visto a él, nos miremos a nosotros. El viene como un triunfador que ha ganado el mayor de los trofeos: la vida eterna para cada uno de nosotros, y la certeza de que la muerte no es la que gana en el final.

Por eso Jesús nos dice en el Apocalipsis, (una palabra griega que no significa desastre sino Revelación de algo que nosotros tenemos que saber): "No temas. Yo soy el primero y el último; yo soy el que vive. Estuve muerto y ahora, como ves, estoy vivo por los siglos de los siglos. Yo tengo las llaves de la muerte y del más allá”. Así es Jesús. el vencedor definitivo y además un vencedor que está a nuestro lado. Jesús no es como cuando nuestro equipo ha ganado un campeonato y luego cada uno se va a su casa a seguir su vida, sino que él viene a cambiar lo que nos da miedo, nos pone la mano en el hombro para darnos fuerza y nos dice NO TEMAS.

Cada uno sabe a qué le puede tener miedo, puede ser un problema de salud, o un problema familiar, o con algún amigo. O a lo mejor nos da miedo ser personas coherentes, y no entrarles a los juegos de las mentiras o de la superficialidad. Podemos tener dudas de seguir por el camino que sabemos que es el correcto. Un poco como le pasa a Juan, el que escribe el Apocalipsis, que se encuentra en una situación difícil por haberse mantenido fiel a sus valores como seguidor de Jesús.

También algo así le sucede a Tomás en el evangelio que hemos escuchado.  Tomás tras la muerte de Jesús, desaparece, como si no existiera. Ver la muerte de Jesús ha sido algo tan duro que no tiene fuerzas ni para reunirse con sus amigos, los demás apóstoles. Quizá nosotros hemos sentido esto mismo cuando sufrimos mucho y buscamos escondernos en nuestras soledades. A veces podemos sentirnos tan vacíos o tan sin esperanza como Tomás. Nos pasa cuando nos domina la desesperación, la angustia, el miedo, y, a veces, el pecado. Cuando experimentamos un aburrimiento y una mediocridad de muerte. Ese vacío es el que siente quien se encuentra esclavo de la droga o del alcoholismo, en situaciones sin vías de salida; o quien ve al propio matrimonio entrar en una fase de oscuridad y de incomprensión profundas, o quien sale del médico con una respuesta triste entre las manos.

Tomás tarda una semana en poder volver a estar con los apóstoles y cuando ellos le dicen que Jesús ha resucitado, su corazón está tan destrozado, que es como si hablasen al vacío. A veces también nosotros podemos sentirnos así, como Tomás cuando hemos visto hundirse gran parte de lo que era valioso para nosotros. Por eso Jesús viene resucitado de modo especial para él. Para decirle que él está a su lado, que él hace que todos sus sufrimientos tengan un lugar cerca de su corazón: Mete la mano en mi costado para que tu vida encuentre la paz. 

Jesús comprende que a veces los problemas pueden ser muy grandes, tanto que podrían tapar la certeza de nuestra fe en la victoria de Cristo y hacernos pensar que es una ilusión, fruto de nuestra imaginación. Pero no es así. Jesús vuelve a estar a nuestro lado y quiere que toquemos su corazón lleno de amor por nosotros y por todos los que nos importan en la vida. Jesús tiene derecho a decirnos NO TENGAS MIEDO, TEN PAZ. Y lo tiene porque lleva nuestras heridas en sus heridas. Esas heridas suyas son doblemente nuestras: nuestras porque nosotros se las causamos a Él, con nuestros pecados, con nuestra dureza de corazón, con el odio al hermano; y nuestras porque Él las lleva por nosotros y ha querido conservarlas consigo para siempre. Son un sello imborrable de su amor por nosotros, de la misericordia de su corazón.

Tomás encuentra a Jesús cuando está con la comunidad de la Iglesia: como nos decía el Papa Francisco: Es ahí que puedes encontrarme, es ahí que te mostraré, impresas en mi cuerpo, las señales de las llagas: las señales del Amor que vence el odio, del Perdón que desarma la venganza, las señales de la Vida que derrota la muerte. Nosotros, ¿dónde buscamos al Resucitado? ¿En algún evento especial, o en la comunidad, aceptando el desafío de quedarnos, aunque no sea perfecta? ¿estamos dispuestos a abrir los brazos a quien está herido por la vida, sin excluir a nadie de la misericordia de Dios, como un hermano, o una hermana?

Las heridas en el Cuerpo de Jesús resucitado son el signo de la lucha que Él combatió y venció por nosotros con las armas del amor, para que pudiéramos tener paz, estar en paz, vivir en paz. Tomás es tan importante porque todos somos Tomás, con nuestro corazón adolorido, y porque para todos llega Jesús con su corazón lleno de amor. Ojalá vivamos la pascua, con la certeza de que siempre podemos volver a meter la mano en el costado de Jesús resucitado, lleno de amor por nosotros.

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