sábado, 8 de marzo de 2025

UN AMIGO PARA TODAS LAS TENTACIONES

 


HOMILÍA I DOMINGO DE CUARESMA C

Cada año, al inicio de la Cuaresma, se nos presenta el Evangelio de las tentaciones de Jesús. En este relato, Jesús es tentado, es decir, se enfrenta al mal como una posibilidad real de elección. Esa es la esencia de la tentación: presentarnos algo que resulta atractivo, aunque implique una ruptura con nuestra dignidad, la dignidad de los demás y nuestra relación con Dios. La tentación no es solo el deseo de algo prohibido, sino la lucha interna entre lo que sabemos que es correcto y lo que, a pesar de ser incorrecto, se nos presenta como deseable. La verdadera tentación radica en que, aunque sabemos que algo está mal, el atractivo emocional o psicológico de realizarlo puede ser mayor que nuestro compromiso con el bien.

El Evangelio de las tentaciones se nos ofrece como una advertencia al iniciar la Cuaresma, recordándonos que el mal siempre se nos presentará a lo largo de nuestra vida. La forma en que se manifiesta depende de nuestra etapa de vida. En la infancia, la tentación puede presentarse al sentir el deseo de mentir, tomar algo ajeno o engañar a los padres, aun sabiendo que está mal. En otras etapas de la vida las tentaciones pueden tener consecuencias más graves, como la deshonestidad en el trabajo, la falta de fidelidad en una relación o la injusticia con los demás, o pueden presentarse en forma de corrupción, abuso de poder,  la búsqueda del propio beneficio a costa de los demás, la crítica destructiva, la difamación o el daño a la reputación de otros.

El mal se hace presente casi de modo constante. Nos impulsa a priorizar el éxito personal sobre el bienestar de los demás, a buscar placer sin considerar el daño que podría causar y a colocar la seguridad en lo material antes que en lo espiritual. La tentación de obtener poder a cualquier costo, de manipular a otros para beneficio propio o de distorsionar valores fundamentales es algo que todos, en algún momento, enfrentamos.

El Evangelio nos presenta tres tentaciones que Jesús enfrentó y que son también tentaciones que nosotros experimentamos. La primera es la tentación del pan: "Si eres el Hijo de Dios, haz que estas piedras se conviertan en pan". Representa la tentación de resolver nuestras necesidades materiales a costa de nuestros principios. La segunda es la tentación del poder: "Todo esto te daré si, postrándote ante mí, me adoras". Nos habla del deseo de dominio y de obtener poder sin importar los medios. La tercera es la tentación de manipular a Dios: "Tírate desde lo alto del templo, porque Dios enviará a sus ángeles para que te cuiden". Se refiere a la tentación de usar la relación con Dios para nuestro beneficio personal. Estas tres tentaciones se manifiestan de distintas formas en nuestra vida diaria. Podemos verlas en la tendencia a querer manipular las cosas según nuestra conveniencia, en la búsqueda de superioridad sobre los demás o en la corrupción de lo sagrado, ya sea en la familia, la amistad o el matrimonio, para satisfacer nuestro egoísmo.

El efecto de seguir el mal es siempre el sentirse defraudado. San Pablo, en la segunda lectura, nos recuerda que "ninguno que cree en Jesús será defraudado". Pero Cuando elegimos el mal, tarde o temprano nos damos cuenta de que nos defrauda, como sucede en la adicción, la infidelidad o la deshonestidad. Al principio, pueden parecer opciones que nos traen placer o beneficio, pero con el tiempo generan vacío y culpa y nos dejan un sentimiento de insatisfacción.

¿Cómo podemos enfrentar la tentación? La respuesta que nos da Jesús es clara: la victoria sobre la tentación se logra a través de una relación sólida con Dios. No se trata de evitar el mal por miedo o represión, sino de fortalecer nuestra amistad con Dios hasta el punto en que el amor por Él sea más fuerte que la atracción de la tentación. La primera lectura habla de cómo el pueblo de Israel recuerda todo lo que Dios ha hecho por ellos: su liberación de la esclavitud, la alianza y la promesa de una tierra donde "mana leche y miel". Por eso, en este primer domingo de Cuaresma, el mensaje central es claro: no te apartes de tu mejor amigo, que es Dios. La Cuaresma no es solo un tiempo de sacrificios externos, sino una oportunidad para fortalecer nuestra amistad con Dios.

¿Cómo puedo ser un mejor amigo de Jesús? La oración es un camino fundamental para fortalecer nuestra amistad con Él. También lo es el dominio de nosotros mismos por amor a Cristo, lo que se expresa en el ayuno y la abstinencia. Además, una forma preciosa de ser amigo de Jesús es la solidaridad, la misericordia y el servicio a los demás. No olvidemos que Jesús nos enseñó que ‘Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando’ y su mandamiento más importante es: ‘Ámense los unos a los otros como yo los he amado’. Vivamos esta Cuaresma con conciencia de las tentaciones y de la atracción del mal, pero, sobre todo, fortaleciendo nuestra amistad con Dios, quien llena nuestro corazón de verdadera felicidad y nos invita a que tambien otros la encuentren.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola BD padre Cipriano gracias por la interesante reflexión y si estoy de acuerdo con usted de estar cuidándonos de no caer en tentación, de darnos cuenta de que la vía más importante para nosotros es que nuestro padre Dios habite en nosotros a través de la oración. Reciba un abrazo de oraciones padre Cipriano.