Uno
de los miedos de los seres humanos es el miedo a hacerse viejos. No tenemos
miedo a vivir muchos años, ni a acumular la experiencia de muchos años. A lo que
tenemos miedo es a ver que nuestro cuerpo se hace viejo, que aparecen arrugas o
que no tenemos la fuerza de antes. Eso nos inquieta. Por eso estamos llenos de
ofertas para seguir jóvenes aunque tengamos muchos años. Hoy Jesús nos dice que
nos tienen que preocupar, no las arrugas del cuerpo, sino las arrugas del alma.
Por
eso Jesús hace un signo delante de sus apóstoles, Pedro, Santiago y Juan. El
signo es que en lo alto de la montaña su cuerpo se llena de luz y sus vestidos
se ponen de un blanco que ningún método humano podía igualar. Este signo tan
maravilloso, que los apóstoles recuerdan con tanta claridad, es el signo de la
transfiguración. Esta palabra, transfiguración, es una palabra que significa
que Jesús, sin dejar de ser él, se nos presentó en un modo diferente para que
pudiéramos ver la gloria de Dios a través de su cuerpo, para que pudiéramos ver
la presencia de Dios a través de su cuerpo y por eso cambia de figura, o sea se
transfigura.
De
este modo Jesús nos viene a decir dos cosas. La primera es quién es él. En el
credo decimos que Jesús es Dios de Dios y Luz de Luz. O sea que él es la
presencia de Dios entre nosotros. Jesús es Dios cercano a nosotros. En la
primera lectura hemos visto la alianza de Dios con Abraham. Dios se manifiesta
como alguien ajeno a Abraham, en cierto sentido lejano, eso significan la noche
y el fuego. Pero Jesús es Dios cercano a nosotros.
En
este domingo de Cuaresma, Jesús viene a decirnos que él es Dios y que él viene
a iluminar todas las oscuridades que podemos tener en nuestra vida. que viene a
sembrar el bien en nosotros, que El es luz que ilumina los momentos de
dificultad que podemos tener. El es la luz que nos enseña en todo momento el
camino del bien de la verdad de la belleza. Detrás del símbolo de la luz
nosotros descubrimos que Jesús es el vencedor del mal y del pecado. En nuestro
mundo que tiene tantas oscuridades por la guerra, la violencia, el hambre, la
injusticia, la corrupción, la mentira, Jesús se nos presenta como la luz
verdadera que viene a iluminarnos para que no caminemos en las tinieblas.
Pero
además de esto, Jesús viene a decirnos con este signo que también nosotros podemos
ser luz para los demás. Por eso San Pablo dice que nosotros somos ciudadanos
del cielo y que Jesús transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo
gloriosos como el suyo. También nosotros podemos ser presencia de la gloria de
Dios.
Cuando
pensamos en la palabra gloria, no tenemos muy claro lo que puede significar,
pero si pensamos en que un cuerpo que es débil se hace fuerte, un cuerpo que
esta llamado a la muerte resucita, entonces descubrimos que la gloria es la
presencia de Dios en nosotros que nos hace superar nuestras fragilidades y ser
plenos y además que nuestra presencia en el mundo puede ser luz para los que
nos necesitan con nuestro amor, nuestra solidaridad, nuestra generosidad,
nuestra palabra, nuestro ejemplo.
Como
decía el Concilio Vaticano II: Cristo es la luz de los pueblos, luz que
resplandece en el rostro de la Iglesia. Esta, mientras anuncia a Cristo, se
convierte ella misma en luz de las naciones. Y todos nosotros somos esa
luz. En esta Cuaresma somos invitados a la transfiguración que es ser canales
del amor de Dios, de la misericordia de Dios. Tenemos que quitar las arrugas
del alma siendo luz de Dios para los demás.
Hay
una segunda trasfiguración que nos invita a descubrir la gloria de Dios en
nuestros hermanos. Es decir, en cómo nuestros hermanos pueden ser presencia de
Dios en nuestra vida, a veces en un consejo que recibimos, un buen ejemplo que
podemos imitar, En esto nuestra tarea, como la de Pedro, Santiago y Juan en el
monte de la transfiguración, será la de reconocer la voz del Padre que dice:
Este es mi hijo, mi escogido, escúchenlo. También nosotros tenemos que escuchar
la voz de Dios que, ante un buen ejemplo, nos dice: este o esta son mis hijos
amados, ¿ya los estas escuchando?
Hay una
tercera transfiguración. Es la capacidad de ver la gloria de Jesús en quien nos
necesita. A veces será una persona que necesita de nuestro perdón, otras veces
alguien que necesita de nuestra solidaridad, otras alguien que necesita de nuestra
comprensión o de nuestra compañía. Ahí también tenemos que escuchar la voz de
Dios que nos dice: este es también mi hijo elegido, ¿ya lo estás escuchando?
La Cuaresma
no se puede reducir a un tiempo para hacer sacrificios. La Cuaresma es para
descubrir a Jesús cuando se nos manifiesta, sea de modo personal, como cuando
nos habla en la oración, el evangelio o los sacramentos. La Cuaresma es el
tiempo para manifestar a Jesús a través de nosotros, o para encontrarlo cuando
se nos manifiesta a través de nuestros hermanos. Que vivamos así la Cuaresma:
Siendo presencia de Jesús entre todos los que nos necesitan y descubriendo la
presencia de Jesús en todos los momentos en que Él nos quiera enseñar el camino
del bien.
1 comentario:
Buenos Días padre Cipriano
Gracias por se reflexión el estar preparados gracias a ustedes los Padres legionarios, que al menos a mi me deja el compromiso de que cada día cuente dando lo mejor de mi a mi semejante con mi ejemplo, por eso cada día agradezco su luz maravillosa que me lleva a donde tengo que estar ese es mi propósito en la vida ser luz también para mis semejante en mi caso
observandome cada día y dar lo mejor de mi a los demás, gracias por su hermosa reflexión.
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