sábado, 15 de marzo de 2025

MULTIPLICADORES DE LA LUZ

 




Uno de los miedos de los seres humanos es el miedo a hacerse viejos. No tenemos miedo a vivir muchos años, ni a acumular la experiencia de muchos años. A lo que tenemos miedo es a ver que nuestro cuerpo se hace viejo, que aparecen arrugas o que no tenemos la fuerza de antes. Eso nos inquieta. Por eso estamos llenos de ofertas para seguir jóvenes aunque tengamos muchos años. Hoy Jesús nos dice que nos tienen que preocupar, no las arrugas del cuerpo, sino las arrugas del alma.

Por eso Jesús hace un signo delante de sus apóstoles, Pedro, Santiago y Juan. El signo es que en lo alto de la montaña su cuerpo se llena de luz y sus vestidos se ponen de un blanco que ningún método humano podía igualar. Este signo tan maravilloso, que los apóstoles recuerdan con tanta claridad, es el signo de la transfiguración. Esta palabra, transfiguración, es una palabra que significa que Jesús, sin dejar de ser él, se nos presentó en un modo diferente para que pudiéramos ver la gloria de Dios a través de su cuerpo, para que pudiéramos ver la presencia de Dios a través de su cuerpo y por eso cambia de figura, o sea se transfigura.

De este modo Jesús nos viene a decir dos cosas. La primera es quién es él. En el credo decimos que Jesús es Dios de Dios y Luz de Luz. O sea que él es la presencia de Dios entre nosotros. Jesús es Dios cercano a nosotros. En la primera lectura hemos visto la alianza de Dios con Abraham. Dios se manifiesta como alguien ajeno a Abraham, en cierto sentido lejano, eso significan la noche y el fuego. Pero Jesús es Dios cercano a nosotros.

En este domingo de Cuaresma, Jesús viene a decirnos que él es Dios y que él viene a iluminar todas las oscuridades que podemos tener en nuestra vida. que viene a sembrar el bien en nosotros, que El es luz que ilumina los momentos de dificultad que podemos tener. El es la luz que nos enseña en todo momento el camino del bien de la verdad de la belleza. Detrás del símbolo de la luz nosotros descubrimos que Jesús es el vencedor del mal y del pecado. En nuestro mundo que tiene tantas oscuridades por la guerra, la violencia, el hambre, la injusticia, la corrupción, la mentira, Jesús se nos presenta como la luz verdadera que viene a iluminarnos para que no caminemos en las tinieblas.

Pero además de esto, Jesús viene a decirnos con este signo que también nosotros podemos ser luz para los demás. Por eso San Pablo dice que nosotros somos ciudadanos del cielo y que Jesús transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo gloriosos como el suyo. También nosotros podemos ser presencia de la gloria de Dios.

Cuando pensamos en la palabra gloria, no tenemos muy claro lo que puede significar, pero si pensamos en que un cuerpo que es débil se hace fuerte, un cuerpo que esta llamado a la muerte resucita, entonces descubrimos que la gloria es la presencia de Dios en nosotros que nos hace superar nuestras fragilidades y ser plenos y además que nuestra presencia en el mundo puede ser luz para los que nos necesitan con nuestro amor, nuestra solidaridad, nuestra generosidad, nuestra palabra, nuestro ejemplo.

Como decía el Concilio Vaticano II: Cristo es la luz de los pueblos, luz que resplandece en el rostro de la Iglesia. Esta, mientras anuncia a Cristo, se convierte ella misma en luz de las naciones. Y todos nosotros somos esa luz. En esta Cuaresma somos invitados a la transfiguración que es ser canales del amor de Dios, de la misericordia de Dios. Tenemos que quitar las arrugas del alma siendo luz de Dios para los demás.

Hay una segunda trasfiguración que nos invita a descubrir la gloria de Dios en nuestros hermanos. Es decir, en cómo nuestros hermanos pueden ser presencia de Dios en nuestra vida, a veces en un consejo que recibimos, un buen ejemplo que podemos imitar, En esto nuestra tarea, como la de Pedro, Santiago y Juan en el monte de la transfiguración, será la de reconocer la voz del Padre que dice: Este es mi hijo, mi escogido, escúchenlo. También nosotros tenemos que escuchar la voz de Dios que, ante un buen ejemplo, nos dice: este o esta son mis hijos amados, ¿ya los estas escuchando?

Hay una tercera transfiguración. Es la capacidad de ver la gloria de Jesús en quien nos necesita. A veces será una persona que necesita de nuestro perdón, otras veces alguien que necesita de nuestra solidaridad, otras alguien que necesita de nuestra comprensión o de nuestra compañía. Ahí también tenemos que escuchar la voz de Dios que nos dice: este es también mi hijo elegido, ¿ya lo estás escuchando?

La Cuaresma no se puede reducir a un tiempo para hacer sacrificios. La Cuaresma es para descubrir a Jesús cuando se nos manifiesta, sea de modo personal, como cuando nos habla en la oración, el evangelio o los sacramentos. La Cuaresma es el tiempo para manifestar a Jesús a través de nosotros, o para encontrarlo cuando se nos manifiesta a través de nuestros hermanos. Que vivamos así la Cuaresma: Siendo presencia de Jesús entre todos los que nos necesitan y descubriendo la presencia de Jesús en todos los momentos en que Él nos quiera enseñar el camino del bien.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos Días padre Cipriano
Gracias por se reflexión el estar preparados gracias a ustedes los Padres legionarios, que al menos a mi me deja el compromiso de que cada día cuente dando lo mejor de mi a mi semejante con mi ejemplo, por eso cada día agradezco su luz maravillosa que me lleva a donde tengo que estar ese es mi propósito en la vida ser luz también para mis semejante en mi caso
observandome cada día y dar lo mejor de mi a los demás, gracias por su hermosa reflexión.