HOMILÍA 5º DOMINGO TO CICLO C
Es de buena educacion el pedir
permiso antes de entrar en una casa. Por
eso hoy Jesús nos pregunta si le damos permiso para hacer un mundo mejor desde
la barca de la vida de cada uno de nosotros. El día de nuestro bautismo fue cuando
Jesús nos eligió estar en la barca de nuestra vida, para ser una buena noticia
para todas las demás personas. Y no lo hizo por nuestros méritos o por nuestra
inteligencia. Pero a veces podemos ver que nuestra vida, como la barca de San
Pedro —que estaba vacía porque no había podido pescar nada en esa noche—, está
vacía de esperanza, de amor o de fe. Jesús sabe que no somos perfectos, como
hemos oído al profeta Isaías que al ver a Dios en el Templo exclama: “¡Ay de
mí!, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros, que habito en medio
de un pueblo de labios impuros, porque he visto con mis ojos al Rey y Señor de
los ejércitos”. Pero eso a Jesús no le importa.
Jesús nos eligió por amor: por amor
a nosotros y por amor a los demás. ¿Se acuerdan de cómo Kung Fu Panda se
convierte en el Guerrero Dragón? Parecería que la grulla, el mono, la tigresa,
la mantis o la serpiente serían elegidos como grandes guerreros. Pero Oogway,
la tortuga, elige a Po, que parece el menos digno. Como Oogway le dice al
maestro Shifu, el panda rojo, la clave está en que creamos en la persona y en
el bien que puede hacer.
Cuando nos bautizaron, el sacerdote
tomó un poco de aceite, lo puso en nuestra cabeza y dijo: Dios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo, que te ha liberado del pecado y dado nueva
vida por el agua y el Espíritu Santo, te consagre con el crisma de la salvación
para que entres a formar parte de su pueblo y seas para siempre miembro de
Cristo, sacerdote, profeta y rey.
Eso fue lo que hizo Jesús con
nosotros. Como hizo con Pedro, Jesús se subió a su barca para que Simón Pedro
pudiera ser una buena señal para los demás. Por eso Jesús le dice a San Pedro:
“serás pescador de hombres”; es decir, le da la misión de ayudar a los demás a
que no se ahoguen, a sacarlos de lo que les hace daño, de lo que es malo.
Cuando pensamos en el mar, pensamos en algo bonito, divertido. Pero también
sabemos que el mar puede ser peligroso. En la época de Jesús, el mar
simbolizaba la muerte, pues, como casi nadie sabía nadar, quien se caía al mar
tenía pocas posibilidades de sobrevivir.
Simón, antes de conocer a Cristo,
era solo un pescador al que a veces le iba bien y otras le iba mal. En el
Evangelio de hoy, le había ido muy mal. Pero Jesús se sube a su barca, le llena
la barca de peces y le hace mensajero de la buena noticia del amor de Dios, de
la certeza de que el amor de Dios es más fuerte que todos los males, aunque a
veces nosotros no lo veamos y pensemos que no es así.
El p. Cantalamessa dice: En la
pesca ordinaria, el pescador busca su provecho, no ciertamente el de los peces.
En el significado evangélico sucede lo contrario: es el pescador el que sirve
al pez. En la Iglesia nadie es sólo pescador, y nadie es sólo pez. Todos somos
una y otra cosa a la vez. Cristo es el único que es sólo pescador. Antes de ser
pescador de hombres, Pedro fue pescado y recuperado. Fue recuperado sobre todo
después de su traición. Tuvo que ser repescado del abismo en que había caído
para que aprendiera qué quiere decir ser pescador de hombres. Ser pescador
de hombres es ser alguien que se preocupa por que los demás estén del lado del
bien, de la vida y del amor.
Cada uno de nosotros ha sido sacado
del mar por alguien que ha sido nuestro pescador. Nuestros papás nos bautizaron
y nos enseñaron el camino del bien; a ellos, nuestros abuelos, y así podríamos
seguir hasta llegar a los apóstoles, como recuerda San Pablo: Por la gracia de Dios soy lo que soy, y su
gracia no ha sido estéril en mí; al contrario, he trabajado más que todos
ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios, que está conmigo. Todos
necesitamos ser "pescados" por alguien que nos enseñe el amor de
Jesús, y todos debemos ser pescadores para alguien que necesite el amor de
Jesús.
En este domingo, Jesús se va a
subir a nuestra barca a través de la Eucaristía. Cuando el ministro nos diga: El
Cuerpo de Cristo y respondamos Amén, Jesús se está subiendo a
nuestra barca para que sepamos que con Él en nuestro corazón podremos ayudar a
alguien a ser mejor, a que tenga más fe, más esperanza o más amor. Y cuando alguien
nos ayude, démosle las gracias, porque en esa persona Jesús ha querido pone en nuestra
vida a un pescador.
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