HOMILÍA 6º DOMINGO TO C 20220213
Si hiciéramos un retrato del hombre
y de la mujer felices en el mundo de hoy, posiblemente pensaríamos en alguien
con mucho dinero, que va a muy buenos restaurantes, que tiene una gran sonrisa
y que tiene muchos seguidores en sus redes sociales. Es posible que nosotros
quisiéramos tener una felicidad así o ser eso que hoy llaman “influencer”,
porque son los que parecen felices. Sin embargo, también sabemos que la fama
humana pasa muy rápido y que los que son aplaudidos hoy son olvidados
mañana.
Por eso, dice San Pablo en la
segunda lectura que, si no miramos más allá de esta vida, somos los más
desgraciados de la humanidad. Se nos puede olvidar que somos cristianos, es
decir, hombres y mujeres que tenemos en nuestra alma la imagen de Jesús y que,
por lo tanto, lo que somos de verdad no se acaba con esta vida. Más aún,
tenemos que aprender a entender lo que hacemos todos los días, no solo a la luz
de lo que sucede hoy, sino a la luz de lo que viviremos para siempre. Porque La
semilla de eternidad que el hombre lleva en sí, por ser irreductible a la sola
materia, se subleva contra la muerte."
Hay un refrán que se refiere a las
situaciones que solucionan un problema hoy, pero que no lo solucionan a largo
plazo. El refrán dice: “esto es pan para hoy, pero es hambre para mañana”. En
efecto, hoy tienes pan, pero el problema es que mañana te vas a morir de
hambre.
Por eso, Jesús, en el evangelio de
hoy, nos pone en guardia sobre dónde estamos ubicando nuestra felicidad. ¿Qué
es lo que te hace feliz? Y eso que dices que te hace feliz, ¿te hace feliz de
verdad? Pero, ¿qué es ser feliz?
Está claro que tener dinero no hace feliz, tener poder no hace feliz, y que darnos todos los gustos tampoco nos hace felices. Por eso, Jesús, en el evangelio, nos dice que, si pensamos que ser felices es tener dinero o fama o cosas así, lo que tendremos es una gran decepción. Esa decepción, para la que Jesús usa palabras muy fuertes, nos advierte que, si buscamos una felicidad falsa, lo que nos pasará es que seremos muy desgraciados. La felicidad no está fuera de nosotros. La felicidad es algo que está dentro de nosotros y es el resultado de cómo vivimos las cosas: la relación con las personas, la relación con las circunstancias. Las palabras de Jesús son un poco provocadoras. ¿Cómo se puede ser feliz siendo pobre, o teniendo hambre, o llorando, o siendo odiado?
Según Jesús, ser pobre no es no tener dinero. Ser pobre es hacer que las cosas materiales nunca estén por encima de los valores más importantes, como el amor, la solidaridad y el compartir. Como dice el Catecismo de la Iglesia Catolica: "Cuanto más hace el hombre el bien, más libre se vuelve. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia."
Según Jesús, ser de los que lloran
no es estar angustiado y triste. Ser de los que lloran es ser alguien que no le
saca el cuerpo al dolor del hermano, al sufrimiento del prójimo; es aquel que
se ofrece para socorrer al otro en su dolor y comprende la angustia ajena para
darle alivio.
Según Jesús, ser de los que tienen
hambre no es ser de los que no tienen ni para comer. Ser de los que tienen
hambre es ser parte de quienes no tienen suficiente con lo material, con el
consumismo, con la felicidad que dan las cosas. Son los que buscan algo más,
algo que llene de verdad el corazón y que haga felices a los que nos
rodean.
Según Jesús, ser de los que son
odiados no es ser de los que caen mal a todos. Ser de los odiados es ser de los
que no hacen de la fama, del aplauso de los demás su paga en esta vida, sino
que hacen de su sinceridad de corazón, de su congruencia con los valores
cristianos la fuente de su felicidad en vez de ser de la gente que hace cosas
que no están bien o deja de hacer cosas buenas para que se les aplauda.
De este modo, Jesús nos da los
cuatro puntos cardinales que nos van a hacer felices de verdad en la vida: ser
rico en tus valores, tener hambre de lo que vale la pena, ser capaz de llorar
con quien necesita tu solidaridad y ser auténtico y sincero aunque no te
aplaudan. Eso es lo que hace al hombre feliz.
Porque el hombre tiene un destino superior y que su dignidad radica
en su vocación a la comunión con Dios. ‘El hombre vale más por lo que es que
por lo que tiene’ (GS, 35)Por eso, Jesús dice que ser feliz es ser un
verdadero profeta. Ojo, profeta no es adivino; profeta es quien oye a Dios en
su corazón y lo hace presente en la vida propia y de los demás; es el que hace
de Dios su auténtica seguridad, es el que hace de Dios su fortaleza y sabe ver
todas las cosas más allá del nivel de lo material. Lo hace con los ojos de
Dios, porque pone luz en la oscuridad, amor en el odio, verdad en la mentira,
bien en el mal. Y ese es el hombre o la
mujer verdaderamente feliz.
1 comentario:
Hola Padre Cipriano
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