HOMILÍA 2º. DOMINGO TO CICLO C
El evangelio de hoy nos narra una historia de Jesús que hemos
oído muchas veces en las bodas: el milagro del agua convertida en vino en Cana.
Este evangelio no es solo para los que se casan. Esta historia puede ser también
nuestra historia y por eso en este evangelio hay dos símbolos de nuestro
corazón.
Un símbolo es la boda
sin vino. Eso es una decepción, como una caja sin regalo, un pastel sin velas.
La boda sin vino habla de la falta de alegría en la vida, de la vida que se
vive porque toca vivirse, sin ilusión, sin valor, sin sentido. Como cuando tu
matrimonio ya no sabe a nada bonito, o cuando todo me sale mal y nadie me
apoya. Son situaciones de la vida como una boda sin vino. Lo que cambia todo es
el amor de Jesús por nosotros y en nosotros. El milagro se hace en una boda,
porque una boda es la fiesta del amor entre dos personas. Y Jesús quiere
manifestar su amor por nosotros, con la intensidad con la que se aman dos
enamorados. Por eso son tan importantes las palabras del profeta: a ti te llamarán “Mi complacencia” y a tu
tierra, “Desposada”, porque el Señor se ha complacido en ti y se ha desposado
con tu tierra. Como un joven se desposa con una doncella, se desposará contigo
tu hacedor; como el esposo se alegra con la esposa, así se alegrará tu Dios
contigo.
El segundo símbolo son las tinajas de piedra. En las casas
judías de la época de Jesús había tinajas de piedra que se usaban para lavarse
las manos antes de comer. Eran unas tinajas para el agua con la mugre. A veces nos
podemos sentir así: Podemos sentir nuestro corazón como una tinaja de piedra
dura, fría por toda la mugre que nos ha caído en la vida, porque hemos fracasado, porque nos han
abandonado. Como decía el profeta Isaías: Ya
no te llamarán “Abandonada”, ni a tu tierra, “Desolada”.
Pero Jesús viene a nuestra vida para mostrarnos dos cosas. La
primera es que si nos sentimos como esa tinaja de piedra, él nos va a llenar de
cosas buenas. Él nos ayuda a ser mejores, él nos llena de agua nueva, es decir
de su perdón, de su misericordia. Él quita de nosotros todo lo que podría ser
mugre y lo llena de agua limpia. Esa es la maravilla del perdón que nos da
Jesús, nos llena de agua limpia.
Cuando Jesús de Nazaret inicia su misión en Caná de Galilea,
da a conocer, que Él es el ministro del amor esponsal del Dios de la alianza. Dios
ha elegido empezar sus signos entre nosotros con una boda, como una promesa de
que en su amor eterno abraza a cada uno y a todos en Jesucristo, el Hijo de
Dios, en el que —todos y cada uno— hemos sido llamados a nacer de Dios mediante
la gracia como "hijos e hijas en el único y eterno Hijo". Él
sellará este amor con la sangre de su cruz, abrazando, a partir de entonces,
con la gracia de la redención, no solo al pueblo elegido, sino a todos los
hombres elegidos en Él —en el Hijo y Redentor— como pueblo de Dios.
La segunda es que, como en la historia de Cana de Galilea, Jesús
hace que esa agua limpia de nuestro corazón se convierta en vino, es decir en
alegría, en esperanza, en amor para todos los demás. ¿Podemos imaginarnos la
alegría de los invitados a la boda de Cana de Galilea cuando vieron que de
nuevo había vino? Jesús nos llena de agua y nos permite ser el vino mejor para
que seamos un regalo de lo mejor de nosotros para los que están a nuestro lado.
Somos un regalo para nuestra esposa, para nuestros hijos,
para nuestros papás y para nuestros hermanos. Como dice San Pablo: Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el
mismo. Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diferentes
actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se
manifiesta el Espíritu para el bien común. Si nos vemos como un regalo para
los demás actuaríamos de modo diferente y nos sentiríamos mucho mejor. Pensemos
en todo lo que en nosotros puede ser un regalo para los demás. ¿ Hacemos de nuestras
cualidades agua con mugre o vino bueno?
Jesús viene a decirnos que está a nuestro lado para darnos
todo su amor y que no le importa si a veces somos como una boda sin vino o como
una tinaja de agua sucia. Él está ahí para que nos dejemos limpiar de nuestras
mugres y seamos fuente de vino bueno, para los demás.
Si a veces volvemos a sentirnos como tinajas llenas de agua con mugre, recordemos que también a nuestro lado está María, nuestra madre, que nos recuerda lo que les dijo a los sirvientes en Cana: Hagan lo que Él les diga. Y con la confianza con la que hacemos lo que nuestra mamá nos dice, volvamos a dejar que Jesús nos limpie y seamos vino bueno, perdón, vino mejor en nuestra vida y en la de los demás. Así al enfrentarnos a las dificultades cotidianas, recordaremos que nunca estamos solos, pues Jesús está a nuestro lado, listo para hacer de nosotros un regalo para el mundo.
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