sábado, 18 de enero de 2025

UNA BODA BUENA Y EL VINO... MEJOR

 


HOMILÍA 2º. DOMINGO TO CICLO C

El evangelio de hoy nos narra una historia de Jesús que hemos oído muchas veces en las bodas: el milagro del agua convertida en vino en Cana. Este evangelio no es solo para los que se casan. Esta historia puede ser también nuestra historia y por eso en este evangelio hay dos símbolos de nuestro corazón.

 Un símbolo es la boda sin vino. Eso es una decepción, como una caja sin regalo, un pastel sin velas. La boda sin vino habla de la falta de alegría en la vida, de la vida que se vive porque toca vivirse, sin ilusión, sin valor, sin sentido. Como cuando tu matrimonio ya no sabe a nada bonito, o cuando todo me sale mal y nadie me apoya. Son situaciones de la vida como una boda sin vino. Lo que cambia todo es el amor de Jesús por nosotros y en nosotros. El milagro se hace en una boda, porque una boda es la fiesta del amor entre dos personas. Y Jesús quiere manifestar su amor por nosotros, con la intensidad con la que se aman dos enamorados. Por eso son tan importantes las palabras del profeta: a ti te llamarán “Mi complacencia” y a tu tierra, “Desposada”, porque el Señor se ha complacido en ti y se ha desposado con tu tierra. Como un joven se desposa con una doncella, se desposará contigo tu hacedor; como el esposo se alegra con la esposa, así se alegrará tu Dios contigo.

El segundo símbolo son las tinajas de piedra. En las casas judías de la época de Jesús había tinajas de piedra que se usaban para lavarse las manos antes de comer. Eran unas tinajas para el agua con la mugre. A veces nos podemos sentir así: Podemos sentir nuestro corazón como una tinaja de piedra dura, fría por toda la mugre que nos ha caído en la vida,  porque hemos fracasado, porque nos han abandonado. Como decía el profeta Isaías: Ya no te llamarán “Abandonada”, ni a tu tierra, “Desolada”.

Pero Jesús viene a nuestra vida para mostrarnos dos cosas. La primera es que si nos sentimos como esa tinaja de piedra, él nos va a llenar de cosas buenas. Él nos ayuda a ser mejores, él nos llena de agua nueva, es decir de su perdón, de su misericordia. Él quita de nosotros todo lo que podría ser mugre y lo llena de agua limpia. Esa es la maravilla del perdón que nos da Jesús, nos llena de agua limpia.

Cuando Jesús de Nazaret inicia su misión en Caná de Galilea, da a conocer, que Él es el ministro del amor esponsal del Dios de la alianza. Dios ha elegido empezar sus signos entre nosotros con una boda, como una promesa de que en su amor eterno abraza a cada uno y a todos en Jesucristo, el Hijo de Dios, en el que —todos y cada uno— hemos sido llamados a nacer de Dios mediante la gracia como "hijos e hijas en el único y eterno Hijo". Él sellará este amor con la sangre de su cruz, abrazando, a partir de entonces, con la gracia de la redención, no solo al pueblo elegido, sino a todos los hombres elegidos en Él —en el Hijo y Redentor— como pueblo de Dios.

La segunda es que, como en la historia de Cana de Galilea, Jesús hace que esa agua limpia de nuestro corazón se convierta en vino, es decir en alegría, en esperanza, en amor para todos los demás. ¿Podemos imaginarnos la alegría de los invitados a la boda de Cana de Galilea cuando vieron que de nuevo había vino? Jesús nos llena de agua y nos permite ser el vino mejor para que seamos un regalo de lo mejor de nosotros para los que están a nuestro lado.

Somos un regalo para nuestra esposa, para nuestros hijos, para nuestros papás y para nuestros hermanos. Como dice San Pablo: Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Si nos vemos como un regalo para los demás actuaríamos de modo diferente y nos sentiríamos mucho mejor. Pensemos en todo lo que en nosotros puede ser un regalo para los demás. ¿ Hacemos de nuestras cualidades agua con mugre o vino bueno?

Jesús viene a decirnos que está a nuestro lado para darnos todo su amor y que no le importa si a veces somos como una boda sin vino o como una tinaja de agua sucia. Él está ahí para que nos dejemos limpiar de nuestras mugres y seamos fuente de vino bueno, para los demás.

Si a veces volvemos a sentirnos como tinajas llenas de agua con mugre, recordemos que también a nuestro lado está María, nuestra madre, que nos recuerda lo que les dijo a los sirvientes en Cana: Hagan lo que Él les diga. Y con la confianza con la que hacemos lo que nuestra mamá nos dice, volvamos a dejar que Jesús nos limpie y seamos vino bueno, perdón, vino mejor en nuestra vida y en la de los demás. Así al enfrentarnos a las dificultades cotidianas, recordaremos que nunca estamos solos, pues Jesús está a nuestro lado, listo para hacer de nosotros un regalo para el mundo.

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