sábado, 11 de enero de 2025

UN JORDAN LLENO DE ESPERANZA

 

HOMILÍA EL BAUTISMO DEL SEÑOR CICLO C

Con el domingo en que se recuerda el bautismo del señor en el Jordán, termina el tiempo de navidad y comienza el tiempo ordinario. De hecho este tiempo ordinario ya ha empezado: se ha reanudado la vida normal, la escuela, el trabajo y es como si nada hubiera pasado en el tiempo de navidad. Pero ahora nos toca vivir la presencia del niño Jesus en la vida diaria a lo largo del año, un tiempo en que no sabemos como será nuestra vida, las circunstancias en que nos veremos envueltos, las alegrías y las penas que tendremos que atravesar. Pero sí sabemos que no lo haremos solos, que lo haremos guiados y acompañados por el sentido de esperanza que nos da la cercanía y la amistad de Jesús. 

La escena que nos narra el evangelio nos habla de esta cercanía. Por una parte, vemos al pueblo con el corazón lleno del deseo de la llegada de un Mesías, de alguien que los libere, que les dé esperanza en medio de la situacion en la que se encuentran. Los contemporáneos de Juan y de Jesús, como nos sucede hoy, vivían en tremenda incertidumbre por la situacion política, económica, religiosa. Solo les quedaba la esperanza de que llegase un salvador que diera certeza, que diera paz a los corazones. Cuando aparece Juan Bautista, parece que él es quien va a otorgar lo que todos esperan. Pero Juan deja muy claro que él no es el cimiento de la esperanza de todos. A él le toca preparar los corazones para que acepten la llegada Jesus. Preparar el corazón es buscar ser mejores, pues nos falta mucho ya que todos tenemos algo de lo que decir “lo siento y me arrepiento”. Esa situacion hace que sea Dios mismo quien se acerque a nosotros  para acompañarnos en el camino de la felicidad eterna que tiene planeada para nosotros. Eso es lo que hace Jesús cuando baja al Jordán, que es el lugar de la penitencia, el lugar en el que todos se reconocen frágiles y pecadores, como el médico que se acerca a la zona donde estan los enfermos. Jesús toca nuestra fragilidad y la hace suya. Ciertamente, Jesús no tiene ningún pecado, pero nos abraza en nuestra situación de desesperanza y de fragilidad, como nos dice San Pablo, mediante el bautismo, que nos regenera y nos renueva, por la acción del Espíritu Santo, a quien Dios derramó abundantemente sobre nosotros, por Cristo, nuestro salvador. Así, justificados por su gracia, nos convertiremos en herederos, cuando se realice la esperanza de la vida eterna. Jesús baja al Jordán para ser bautizado y de este modo, decirnos que él uno como nosotros, que toma el pecado de cada uno sobre su persona, para que nuestras personas descubran que podemos ser como él. La presencia del Espíritu santo, la voz del Padre, la declaración de Jesús como el hijo amado de Dios, no es un truco de magia, así lo narra San Lucas: Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”. Esta manifestación de Dios en Jesús es la descripción de la vocación a la que todos somos llamados. Así como Jesús se quiere hacer uno de nosotros, también el nos quiere que seamos como él. Y ser como él es ser hijos amados. Ser hijo amado es siempre una certeza de esperanza en medio de todas las situaciones que tendremos que vivir en este año y en nuestra vida. Ser hijo amado es también ser testigo de que el amor de Dios llega a todas las vidas de nosotros sus hijos y también es quedar comprometido para bajar a las fragilidades de los demás para ayudarles a descubrir que también ellos pueden encontrar la esperanza y la felicidad. Como decía San Juan Pablo II: El bautismo cristiano, hace a todos los creyentes, cada uno según su vocación específica, corresponsables de la gran misión de la Iglesia. Cada uno en su propio campo, con su identidad propia, en comunión con los demás y con la Iglesia, debe sentirse solidario con el único Redentor del género humano. Este es el sentido del bautismo del Señor.

Ese es también el sentido de nuestros bautismo que no solo nos hace fuertes ante el pecado y el mal sino que nos da la misma dignidad de Cristo y nos hace sus testigos en la vida de todos los días. Nuestro bautismo es el sacramento, presencia eficaz de Dios en nuestra vida, por el que Jesús baja al agua de nuestra vida para transformarnos de pecadores en redimidos, para transformarnos, librándonos del mal, en hijos amados de Dios.

Hoy Jesús es  bautizado como hombre frágil para que nosotros podamos ser bautizados como hijos de Dios. El bautismo de Jesus tendrá su plenitud cuando cargue sobre si en la cruz todos los pecados del mundo, cuando su amor sea mayor que todo el mal de toda la historia del mundo.  Por eso Cristo esa nuestra esperanza, porque Él se entregó por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de convertirnos en pueblo suyo, fervorosamente entregado a practicar el bien.

Hoy Jesús baja al Jordán de nuestra vida diaria para ayudarnos a practicar el bien a lo largo del año que hemos comenzado, con la seguridad de que Él siempre está a nuestro lado para llenar nuestras vidas y las de los demás de la esperanza que nunca defrauda.



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