HOMILIA
3ER. DOMINGO ORDINARIO CICLO C
La liturgia del hoy nos habla de
encuentros. Los encuentros son muy importantes porque nos permiten poner puntos
de referencia en nuestra vida, incluso a veces esos encuentros nos permiten
saber quién somos en nuestra vida. El encuentro de Simba con Rafiki en El Rey
León es fundamental. Simba, miedoso, encuentra en Rafiki un guía que lo lleva a
descubrir su identidad como rey. Frente a un estanque, Simba ve a Mufasa
reflejado y comprende que el espíritu de su padre vive dentro de él. Mufasa
aparece en las nubes y le dice: “Recuerda quién eres.” Entonces, Rafiki, con un
golpe le enseña: “El pasado puede doler, pero puedes huir o aprender de él.” Así,
Simba decide enfrentar su destino para ser el rey león.
Hoy la palabra de Dios nos enseña
que tenemos que aprender a encontrarnos con Él. Podemos encontrarnos con Dios
de muchas maneras: en la oración, en los sacramentos, en los hermanos que nos
necesitan y, por supuesto, también en la Sagrada Escritura.
En la primera lectura vemos que el
pueblo encuentra la Biblia, la Escritura. El pueblo había estado en la
esclavitud y, lo primero que le sucede al reconstruir el templo como un pueblo
libre, es que encuentran la Biblia. Lo que hoy nos narra es el momento en que
Esdras, sacerdote del templo de Jerusalén, hace que todos escuchen la palabra
de Dios.
Por otra parte, en el Evangelio
vemos que la palabra de Dios nos dice dónde está la verdadera libertad del ser
humano. Jesús va a su pueblo, Nazaret, y delante de todos lee un texto del
profeta Isaías, un texto que habla de la llegada del Mesías, del Ungido de
Dios. Ese texto habla de libertad: “El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la
liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los
oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”.
Es valioso saber que la palabra de
Dios viene a darnos libertad. ¿De qué nos libera? En la historia vemos que hay
muchos libertadores, porque también hay muchos tipos de esclavitud. Por ejemplo,
cuando sentimos que estamos obligados a hacer algo que no necesariamente
queremos, como cuando el enojo nos invade, nos pesa la pereza, sentimos deseos
de algo malo o nos domina la crítica. Todos esos son tipos de esclavitud. La
palabra de Dios viene a enseñarnos que podemos ser libres.
Lo hace de dos maneras. Primero,
nos dice el bien que tenemos que hacer. Nos enseña la libertad que no
deberíamos perder. En segundo lugar, nos da la fuerza para poder hacerlo. No
basta con que nos digan cómo se llega a un sitio; es importante saber si
podemos llegar a ese lugar. Porque de eso depende si conseguimos nuestro
objetivo o no.
Eso nos enseña hoy la palabra de
Dios: no solo nos dice lo que hay que hacer, sino que nos da la fuerza y la
presencia de Dios para poder hacerlo. Quedarnos solo con la letra escrita no
nos permite llegar casi a ningún sitio, pues solo nos deja con la certeza de
que no podemos hacer algo que es bueno. Hoy nos damos cuenta de que la palabra
escrita es una palabra viva que está en Jesús, quien dice: “Hoy se cumple
esta escritura”. ¿Cuál escritura? Que eres libre y que tienes la fuerza y
la gracia para ser más fuerte que el mal y para poder hacer siempre el bien.
En muchas maneras Jesús nos enseña
a hacer el bien y a estar bien: a través de los sacramentos, de la oración, y
de los buenos ejemplos que otros nos dan. Este domingo, que se dedica a la
palabra de Dios, nos hace ver que no solo debemos estar pendientes de un texto
o de un escrito, sino de una persona, porque esa palabra es Jesús. Él es la
palabra de Dios, lo que Dios nos dice, una persona que está a nuestro lado y no
solo tinta en un papel.
A veces nuestra conciencia nos
dice: “Tienes que hacer este bien: el respeto, la fidelidad, la gratitud”.
Podemos preguntarnos: ¿Cómo le hago? ¿Cómo alcanzo eso que es un bien que hay
que hacer?. Es a través de la presencia de Jesús, que está presente.
Hoy encontramos las dos formas en
que la palabra de Dios está presente en nuestra vida: a través de la Escritura
y a través de la presencia de Jesús que está en los sacramentos y en los
hermanos. Así es como podemos ser más fuertes que nuestras esclavitudes, esas
que, como dice el Evangelio, nos hacen estar ciegos, ser esclavos o estar
oprimidos espiritualmente. Ciegos, porque no vemos la verdad. Esclavos, porque
nuestros modos de ser malos parecen más fuertes que los buenos. Oprimidos,
porque no nos sentimos con fuerza para hacer el bien.
En este domingo, en Jesús
encontramos la palabra, su palabra, que nos dice: “Estoy contigo, para que
leas, vivas y, lo más importante, para que puedas amar, para ser mejor
persona”. Una persona que descubre que Dios está a su lado con su luz y su
fuerza para tener todo el amor en nuestros corazones: el amor a Dios, a
nosotros mismos y a nuestros hermanos.
1 comentario:
Hermosa reflexión, que Dios lo bendiga Padre Cipriano
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