HOMILIA 1 DOMINGO DE ADVIENTO CICLO C
Hoy comenzamos el tiempo del adviento. El adviento es un
tiempo muy bonito porque nos prepara para la venida de Jesús. ¿Pero Jesús no ha
venido ya? El nació en Belén hace unos dos mil años. ¿Entonces cómo es que
esperamos que venga? Y es que hoy comenzamos a celebrar no solo el que Jesús
vino en la primera Navidad, sino también el que Jesús vendrá. Nosotros
esperamos que un día, no sabemos cuándo, Jesús vendrá de nuevo al mundo para
que ya no haya más males, para que en todos haya paz, para que todos seamos
felices con él. Esto es lo que llamamos la segunda venida de Cristo, como decimos
en el credo de cada domingo: Y DE NUEVO VENDRA CON GLORIA PARA JUZGAR A VIVOS Y
MUERTOS.
O sea, esperamos que un día él llegue a nuestras vidas y lo
podamos ver en su plenitud. La venida de Jesús nos hará ver todas las cosas
buenas que haya en nuestros corazones y al mismo tiempo verá con misericordia
aquellas cosas que quizá no son tan buenas en nuestros corazones.
El evangelio que acabamos de escuchar nos puede dar un poco
de miedo porque habla del fin del mundo. Pero lo que en verdad nos quiere decir
es que no habrá nada que se le escape a Jesús a la hora de ver nuestras vidas.
Pero eso nos puede asustar todavía más. ¿Porque, qué va a pasar cuando Jesús vea
que no hemos sido como deberíamos ser? Sabemos que Jesús va a ver todo. Lo
importante es con qué ojos Jesús nos va a ver. Jesús nos va a ver con su
corazón de amigo, con su corazón de hermano, con un corazón como nos lo ha
dicho el salmo: EL SEÑOR ES RECTO Y BONDADOSO, INDICA A LOS PECADORES EL
SENDERO, pues, aunque a veces no seamos
como debemos ser, Jesús nos va a enseñar por dónde tenemos que ir, cómo tenemos
que comportarnos.
¿Y cómo nos enseña Jesús el camino? Nos lo dice San Pablo:
QUE EL SEÑOR LOS LLENE Y LOS HAGA REBOSAR DE UN AMOR MUTUO Y HACIA TODOS LOS
DEMAS, COMO EL QUE YO LES TENGO A USTEDES. Es decir, él llena nuestros
corazones de amor para que siempre sepamos como debemos vivir.
El papa Benedicto nos recordaba que El Adviento invita a
los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente.
Resuena como un llamamiento saludable que se repite con el paso de los días, de
las semanas, de los meses: Despierta. Recuerda que Dios viene. No ayer, no
mañana, sino hoy, ahora. Dios, no es un Dios que está en el cielo,
desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el
Dios-que-viene. Es un Padre que nunca deja de pensar en nosotros y, respetando
totalmente nuestra libertad, desea encontrarse con nosotros y visitarnos. Viene
porque desea liberarnos del mal y de la muerte, de todo lo que impide nuestra
verdadera felicidad, Dios viene a salvarnos.
Por eso el tiempo del adviento nos avisa que tenemos que
mejorar nuestra vida, que tenemos que esforzarnos por hacer mejor las cosas, en definitiva, que nuestra vida tiene
que ser más semejante a la vida de Jesús. No basta con que llenemos nuestras
casas de adornos, nuestros arboles de luces. Lo que tenemos que hacer es llenar
nuestra vida de cosas buenas, nuestro corazón de amor por los demás. Este es el
sentido del adviento: ir llenando nuestros corazones de amor. De este modo
sabemos que estaremos listos para cuando venga Jesús.
Para esto Jesús nos da dos consejos: Velar, o sea estar
atentos, y hacer oración. Como decía el Papa Francisco, Jesús nos invita a que
no se nos duerma el corazón, esto pasa cuando giramos siempre alrededor de nosotros mismos
y nos quedamos atrapados el baúl de nuestras vidas con sus problemas. El
Adviento nos invita a mirar fuera de nosotros mismos, para abrirnos a las necesidades
de nuestros hermanos y hermanas. El adviento es un buen momento para abrir
nuestros corazones y vigilar nuestro modo de usar nuestro tiempo, nuestras
relaciones, nuestro compromiso con los demás.
La segunda actitud para vivir
bien el tiempo de espera del Señor es la oración. Ojalá en adviento pudiéramos
dedicar un tiempo a la oración en familia. Una oración que vaya ilusionando
nuestros corazones para recibir a Jesús. Cuando preparamos una fiesta familiar,
entre los papás y los hijos van platicando cómo la van a celebrar, dónde
quieren ir, qué es lo que quieren comer. Ahora que la fiesta es la llegada de
Jesús, podemos hablar con Dios en familia y decirle cómo queremos vivir cerca
de Jesús, o rezar juntos un misterio del rosario y decirle a María Santísima
que nos ayude a ser mejores para estar listos a la llegada de su hijo en
Navidad.
En
este primer domingo de Adviento recordemos que estos días que nos separan de la
Navidad son una oportunidad para transformar nuestro interior y nuestro entorno
buscando escuchar a Dios, encontrar el mejor modo de servir con gozo al
prójimo. Porque en cada pequeño acto de amor, en cada gesto de servicio,
anunciamos la venida de Jesús entre nuestros hermanos.
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