HOMILIA DOMINGO 34 TO B CRISTO REY
Nosotros solemos medir el tiempo siguiendo el calendario
solar, fijando el 31 de diciembre como el fin de un ciclo. Sin embargo, en el
calendario litúrgico, el año concluye con la Solemnidad de Cristo Rey, recordándonos
que Jesús es el centro de nuestra historia y el destino hacia el cual camina
nuestra vida y es un amigo que siempre nos acompaña como hemos oído en la
segunda lectura: “Yo soy el Alfa y la
Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que ha de venir, el
todopoderoso”.
Cuando pensamos en un rey, pensamos en alguien que vive en un
palacio, que tiene unos símbolos del poder sobre sus súbditos como el trono, la
corona, el cetro. Pero Cristo no es Rey así, aunque a veces lo veamos representado
como un rey de la tierra. ¿Qué significa que Cristo es Rey? El evangelio nos
dice lo que significa que Cristo sea Rey: A diferencia de los reyes de la
tierra, su corona es de espinas, su trono es su cruz y su modo de reinar es por
la ley del amor.
Hoy vemos a Jesús ante el gobernador romano de Judea, como
alguien que está siendo juzgado por el delito de hacerse Rey. Cuando el
gobernador le pregunta: ¿luego tu eres rey? Jesús le responde con lo que para él
significa ser rey. Ser rey para Jesús no es mandar, es ser testigo de la verdad,
es decir, vive para liberar al mundo de todo lo que es mentira, de lo que
engaña, de lo que no nos permite ser nosotros mismos de verdad y nos esclaviza.
El que Jesús sea rey significa que él no es siervo de nadie, de modo especial
que no es siervo del pecado, del mal y de la muerte.
Jesús es rey para iluminar, para hacernos libres, para
acompañarnos en el camino hacia la felicidad verdadera porque Jesús no es rey
para él mismo, sino que es rey para nosotros. Y no como siervos, sino como
amigos, pues él nos amó y nos hizo capaces de tener una relación directa con
Dios al que descubrimos como alguien que nos mira con un corazón de Padre.
El reino de Jesús no es un reino de este mundo, se impone a
base de la violencia o de dinero o de la manipulación de las personas. Su reino
se fundamenta sobre el amor y se radica en
los corazones, ofreciendo a quien lo acoge paz, libertad y plenitud de vida que
es lo que todos anhelamos ¿Cómo se consigue esto? Basta que permitamos que el
amor de Dios se radique en nuestro corazón y tendremos paz, libertad y
tendremos plenitud.
Ser parte del Reino de Cristo no es solo aceptar su amor,
sino también comprometerse con su plan para transformar nuestras vidas y el
mundo. Este Reino busca que reine la paz sobre la violencia, la justicia sobre
la inequidad, y la verdad sobre la mentira, y la dignidad del ser humano sobre la falta de respeto y la vida sobre la
muerte del cuerpo y de los corazones por el pecado, dándonos una guía clara hacia la
plenitud que todos anhelamos. Este es el
sentido del reino de Cristo: “reino de verdad y vida, de santidad y
gracia, de justicia, de amor y de paz”.
Cuando
Pilato le pregunta a Jesús: ¿Eres tú el rey de los judíos?, Jesús le responde
con otra pregunta: ¿eso lo dices por ti mismo? Hoy, esa pregunta sigue resonando para cada uno de
nosotros: ¿Quién es Jesús en nuestra vida? ¿Reconocemos en Él al Rey que nos
guía con amor y nos libera de nuestros miedos y pecados? Jesús no quiere que estemos con él a fuerzas, por
una costumbre social, o por conveniencia. Por eso quiere que respondamos con
sinceridad, para que de verdad lo reconozcamos como nuestro rey, como el que,
con su palabra, su ejemplo y su vida inmolada en la Cruz, nos ha salvado de la
muerte; como el que nos señala el camino cuando nos perdemos y el que da luz a
nuestra existencia cuando aparecen las dudas, los miedos o las pruebas difíciles.
Jesús
quiere ser rey nuestro para dar sentido a nuestra vida cuando nuestros errores
y nuestros pecados nos quieran someter al reinado del egoísmo o la soberbia o
el afán de tener o el afán de someter a los demás. Que Jesús sea nuestro rey el
que nos acompaña, nos libera de nuestras debilidades y
miserias, nos anima a recorrer los caminos del bien, la reconciliación y el
perdón para hacer presente su reino con gestos de ternura, comprensión y
misericordia.
En este domingo de
Cristo Rey, dejemos que él reine en nuestro corazón. Un Rey que gobierna con el
poder transformador del amor, de la verdad y de la misericordia. Cristo Rey no
es solo el destino de nuestra historia, sino también el compañero fiel en cada
paso del camino hacia la plenitud y la verdadera libertad. Que al proclamarlo
como nuestro Rey, asumamos también el compromiso de vivir según su ejemplo:
sembrando justicia, reconciliación y amor en un mundo que tanto los necesita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario