HOMILÍA II DOMINGO DE ADVIENTO CICLO C
A
todos nos pasa que al acostumbrarnos a ciertas cosas se nos olvida el sentido
que tienen. Cuando los adultos vamos a la casa de la abuela y vemos fotos de
cuando la abuela era pequeñita y junto a nuestros bisabuelos no nos dicen nada
porque las hemos visto demasiadas veces. Hasta que uno de los pequeños y
pregunta: ¿y esos quiénes son? Entonces hay que hacer un ejercicio de memoria
para descubrir que esas personas fueron reales y jugaron un papel fundamental
en nuestra historia.
Esto
mismo puede sucedernos con el Adviento y la Navidad. Vemos nacimientos, árboles
de Navidad o imágenes de Santa Claus, y los tomamos como simples adornos,
perdemos el valor que tienen. Pero todos esos que nosotros llamamos adornos
navideños son señales de algo que es central para nosotros. Como con la foto de
la bisabuela, porque si la bisabuela no hubiera existido, si solo fuera un
personaje de cuento, ninguno de nosotros existiría. Y aunque no la hayamos
conocido, esa bisabuela es fundamental para nuestra vida.
Estos
símbolos no son solo elementos decorativos; son señales que apuntan hacia el
amor de Dios y su invitación a vivir en plenitud y esperanza. No hay que
olvidar que los nacimientos, aunque sean simpáticos o preciosos, son el
recuerdo de que Dios verdaderamente se hizo hombre por nosotros y que lo hizo
con mucha sencillez y por amor. No perdamos de vista que el árbol de Navidad es
un resumen de lo que Dios está dispuesto a hacer por nosotros, que está
dispuesto a pasar por el árbol de la cruz, para que en nuestra vida brille su
estrella, para que nuestras ramas tengan vida eterna y por eso son siempre verdes,
para que de nuestra vida cuelguen frutos de bien y con la certeza de eso nos
llena de belleza como las cintas y las cosas bonitas que están en el árbol.
Incluso Santa Claus, más allá del personaje comercial, representa la figura de
San Nicolás, un santo que siguió a Jesús preocupándose por los pobres y los
niños.
El
evangelio de hoy nos sugiere dos cosas: La primera es que tenemos que tener
cuidado de no hacer del adviento y de la navidad un cuento para que los niños
se duerman tranquilos por la noche o para que se porten bien a la espera de lo
que Santa Claus tiene ya colocado en su trineo. Los nombres que aparecen en el
evangelio fueron personajes reales. En el evangelio de hoy Juan, el hijo de
Zacarias, al que nosotros conocemos con San Juan Bautista, es un personaje real
y viene a decirnos también algo real. Juan Bautista nos invita a preparar el
camino del Señor, eliminando los baches del egoísmo o la indiferencia. Su vida nos
enseña a centrar nuestra existencia en Cristo y a actuar con coherencia en
nuestra fe. Juan Bautista nos dice que hay que preparar el camino del Señor,
es decir permitir que nada pueda impedir que Dios venga a nuestras vidas y
familias.
¿Qué
es lo que puede impedir que Dios llegue bien a nosotros? Cuando el corazón se nos
ha hecho egoísta y solo pensamos en nosotros mismos, cuando a la hora de tomar
decisiones, no elegimos el bien sino el mal o la mediocridad, cuando todo eso
sucede, no dejamos que el amor sea lo que nos guía para ser siempre mejores. Cuando
uno ama a alguien siempre quiere darle lo mejor. ¿Si invitas a un amigo a tu
casa no le dejas tus mejores juguetes? Si no se los dejas es porque no es tu
amigo de verdad. ¿Cuándo uno invita a los amigos a cenar a la casa no intenta
darles una buena comida o un buen vino? Si les das las sobras del día anterior
o les das un vino agrio, quiere decir que no son tus amigos de verdad. Cuando
uno ama a alguien siempre quiere darle lo mejor.
Esto
es lo que ha hecho Dios con nosotros. Como nos ama, nos ha dado lo mejor que
tenía, nos ha dado a su hijo. San Juan al final del evangelio dice que todos
los hombres verán la salvación de Dios. Es decir, que todos seremos amigos de
Jesús, porque el nombre de Jesús significa “Dios es salvación”. Dios nos ha
dado a su Hijo para que, al experimentar todo lo que nos ha amado, nuestros
corazones se hagan un poco más grandes, para que también en nuestros corazones
quepa más amor, quepan más buenas obras, quepa más generosidad, misericordia, solidaridad
y justicia.
Hablábamos al principio de este evangelio de
Santa Claus, o sea de San Nicolás. Ojalá seamos como él, seguidores de Jesús,
que se preocupan por los demás y que siembran paz, bondad y esperanza y
compasión con los necesitados y que, como san Nicolás, también nosotros
tengamos el mismo corazón que Jesús en Belén.
En
este tiempo de Adviento, además de admirar los símbolos y los personajes que
preparan la navidad, recordemos su significado profundo para actuar en
consecuencia. Siguiendo el ejemplo de Juan Bautista, preparémonos para recibir
al Señor, eliminando todo aquello que obstaculice su llegada. Que nuestras
vidas reflejen la esperanza y el amor que brotan del pesebre de Belén, para que
Cristo, al encontrar un camino llano hacia nosotros, halle también un espacio
en nuestro corazón para extender a nuestro alrededor la justicia, la misericordia
y la bondad.
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