sábado, 7 de diciembre de 2024

BUENOS CAMINOS EN EL CORAZON

 



HOMILÍA II DOMINGO DE ADVIENTO CICLO C

A todos nos pasa que al acostumbrarnos a ciertas cosas se nos olvida el sentido que tienen. Cuando los adultos vamos a la casa de la abuela y vemos fotos de cuando la abuela era pequeñita y junto a nuestros bisabuelos no nos dicen nada porque las hemos visto demasiadas veces. Hasta que uno de los pequeños y pregunta: ¿y esos quiénes son? Entonces hay que hacer un ejercicio de memoria para descubrir que esas personas fueron reales y jugaron un papel fundamental en nuestra historia.

Esto mismo puede sucedernos con el Adviento y la Navidad. Vemos nacimientos, árboles de Navidad o imágenes de Santa Claus, y los tomamos como simples adornos, perdemos el valor que tienen. Pero todos esos que nosotros llamamos adornos navideños son señales de algo que es central para nosotros. Como con la foto de la bisabuela, porque si la bisabuela no hubiera existido, si solo fuera un personaje de cuento, ninguno de nosotros existiría. Y aunque no la hayamos conocido, esa bisabuela es fundamental para nuestra vida.

Estos símbolos no son solo elementos decorativos; son señales que apuntan hacia el amor de Dios y su invitación a vivir en plenitud y esperanza. No hay que olvidar que los nacimientos, aunque sean simpáticos o preciosos, son el recuerdo de que Dios verdaderamente se hizo hombre por nosotros y que lo hizo con mucha sencillez y por amor. No perdamos de vista que el árbol de Navidad es un resumen de lo que Dios está dispuesto a hacer por nosotros, que está dispuesto a pasar por el árbol de la cruz, para que en nuestra vida brille su estrella, para que nuestras ramas tengan vida eterna y por eso son siempre verdes, para que de nuestra vida cuelguen frutos de bien y con la certeza de eso nos llena de belleza como las cintas y las cosas bonitas que están en el árbol. Incluso Santa Claus, más allá del personaje comercial, representa la figura de San Nicolás, un santo que siguió a Jesús preocupándose por los pobres y los niños.

El evangelio de hoy nos sugiere dos cosas: La primera es que tenemos que tener cuidado de no hacer del adviento y de la navidad un cuento para que los niños se duerman tranquilos por la noche o para que se porten bien a la espera de lo que Santa Claus tiene ya colocado en su trineo. Los nombres que aparecen en el evangelio fueron personajes reales. En el evangelio de hoy Juan, el hijo de Zacarias, al que nosotros conocemos con San Juan Bautista, es un personaje real y viene a decirnos también algo real. Juan Bautista nos invita a preparar el camino del Señor, eliminando los baches del egoísmo o la indiferencia. Su vida nos enseña a centrar nuestra existencia en Cristo y a actuar con coherencia en nuestra fe. Juan Bautista nos dice que hay que preparar el camino del Señor, es decir permitir que nada pueda impedir que Dios venga a nuestras vidas y familias.

¿Qué es lo que puede impedir que Dios llegue bien a nosotros? Cuando el corazón se nos ha hecho egoísta y solo pensamos en nosotros mismos, cuando a la hora de tomar decisiones, no elegimos el bien sino el mal o la mediocridad, cuando todo eso sucede, no dejamos que el amor sea lo que nos guía para ser siempre mejores. Cuando uno ama a alguien siempre quiere darle lo mejor. ¿Si invitas a un amigo a tu casa no le dejas tus mejores juguetes? Si no se los dejas es porque no es tu amigo de verdad. ¿Cuándo uno invita a los amigos a cenar a la casa no intenta darles una buena comida o un buen vino? Si les das las sobras del día anterior o les das un vino agrio, quiere decir que no son tus amigos de verdad. Cuando uno ama a alguien siempre quiere darle lo mejor.

Esto es lo que ha hecho Dios con nosotros. Como nos ama, nos ha dado lo mejor que tenía, nos ha dado a su hijo. San Juan al final del evangelio dice que todos los hombres verán la salvación de Dios. Es decir, que todos seremos amigos de Jesús, porque el nombre de Jesús significa “Dios es salvación”. Dios nos ha dado a su Hijo para que, al experimentar todo lo que nos ha amado, nuestros corazones se hagan un poco más grandes, para que también en nuestros corazones quepa más amor, quepan más buenas obras, quepa más generosidad, misericordia, solidaridad y justicia.

 Hablábamos al principio de este evangelio de Santa Claus, o sea de San Nicolás. Ojalá seamos como él, seguidores de Jesús, que se preocupan por los demás y que siembran paz, bondad y esperanza y compasión con los necesitados y que, como san Nicolás, también nosotros tengamos el mismo corazón que Jesús en Belén.

En este tiempo de Adviento, además de admirar los símbolos y los personajes que preparan la navidad, recordemos su significado profundo para actuar en consecuencia. Siguiendo el ejemplo de Juan Bautista, preparémonos para recibir al Señor, eliminando todo aquello que obstaculice su llegada. Que nuestras vidas reflejen la esperanza y el amor que brotan del pesebre de Belén, para que Cristo, al encontrar un camino llano hacia nosotros, halle también un espacio en nuestro corazón para extender a nuestro alrededor la justicia, la misericordia y la bondad.

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