HOMILIA DE ADVIENTO III DOMINGO C
Nos encontramos en el tercer
domingo de Adviento, un domingo para reflexionar lo que está pasando en
nuestras vidas, de cara a la venida de Jesús. ¿Qué hay en nuestro corazón: desesperanza,
tristeza?¿Dónde estamos poniendo nuestra esperanza y nuestra alegría?
Parece que este tiempo es de mucha
alegría, la gente se junta a veces con excesos en comida, bebida y otras cosas
¿Esa es la verdadera alegría? Cuando hemos terminado esa fiesta ¿Podemos decir
que estamos llenos de una verdadera alegría? La mayoría de las veces, nos
sentimos cansados, hartos, fastidiados, porque no nos hemos llenado de una para
el alma, sino de cosas que gastan e invaden nuestro cuerpo. Necesitamos la alegría
que brota de la gracia divina que no es superficial ni efímera. Es una alegría
profunda, enraizada en el corazón y capaz de impregnar toda la existencia del
creyente. Puede convivir con las dificultades, con las pruebas, e incluso con
el dolor y la muerte." (Juan Pablo II). Este domingo nos invita a
alegrarnos de verdad, se nos invita a buscar y encontrar la fuente de nuestra
verdadera alegría. ¿Dónde encontramos la verdadera alegría?
El profeta Sofonías nos propone la
verdadera alegría cuando, le dice a Jerusalén que cante, que dé gritos de
júbilo, que se goce y se regocije. Las razones que da para esto son tres: la
primera, que el Señor ha levantado la sentencia contra Jerusalén. ¿Por qué?
Porque la primera alegría es la alegría de la paz de la conciencia, es saber
que mi alma está en orden con Dios, con mis hermanos, conmigo mismo. Es la
alegría de la paz interior. Aunque tengamos mucha fiesta por fuera, si no
tenemos la alegría de la paz interior, todas las demás alegrías no sirven para
nada. "El Adviento nos conduce a cada uno 'a la morada interna de su
corazón' para vivir allí la cercanía de Dios, respondiendo a la pregunta que
este corazón humano debe proponerse en el conjunto de la verdad interior. "(Juan
Pablo II).
La segunda causa de alegría, es que
Dios ha expulsado a nuestros enemigos. Todos tenemos enemigos, como la
gente que nos critica o que intriga contra nosotros. Sin embargo hay otros
enemigos, más poderosos, que son los enemigos interiores que se resumen en dos:
los frutos que nacen de nuestra soberbia, de nuestro ego; y los frutos que
nacen de nuestra sensualidad, que esclaviza al espíritu en la búsqueda
desordenada del pasarla bien a toda costa. Dios derrota a estos enemigos con su
misericordia que nos libera y su amor que nos fortalece.
Pero hay una tercera alegría:
"El Señor será el rey de Israel en medio de ti, y ya no tendrás
miedo". Es la alegría de saber que lo que nos preocupa, o nos quita la
tranquilidad, no es más fuerte que Dios que es todopoderoso, libera al pueblo, nos
cuida, nos protege. La alegría que viene de la victoria sobre el mal y sobre
nuestros miedos, es porque hay una presencia en nosotros que nos llena de
esperanza en todas las situaciones.
Además de la conciencia serena, de
la liberación de los miedos y de la presencia liberadora de Dios, San Pablo nos
da tres rasgos de la alegría para que podamos hacer nuestra su invitación:
"Alégrense siempre en el Señor. Se lo repito: alégrense". Los tres rasgos
son: primero ser benevolentes, segundo ser agradecidos y tercero dejar que la paz de Dios
esté dentro de nuestro corazón. Son los rasgos que nos dicen que de verdad
nuestra alegría es auténtica. La rectitud de la conciencia, la certeza de vencer
al mal, la presencia de Dios en nosotros, la bondad, la gratitud, la paz que
viene de Dios, son las semillas de la alegría que, todos queremos tener en estas
fechas en las que vamos repetir: ¡Feliz Navidad!.
Finalmente, el evangelio nos hace dar
un paso más: no hay alegría sin un buen obrar hacia los demás. Las tres
preguntas que le hacen a Juan Bautista las personas que se acercan a él en el
Jordán, nos hablan de la importancia de la misericordia, la justicia y la
solidaridad: Si queremos encontrar la alegría interior, tendremos que recordar
que solo la hallaremos en la construcción de buenas relaciones con los demás,
pues Dios nace para invitarnos a compartir todo con los otros, a ponerse a
su servicio según la propia abundancia, a realizar obras de caridad y de
misericordia." (Benedicto XVI)
En este domingo de Adviento se nos
invita a revisar el menú de la Navidad que es el menú de la paz, de la alegría,
de la misericordia, el menú de la bondad y de la gratitud. Ese es el gran menú para
esta Navidad.
Trabajemos en los días que nos quedan de aquí a Navidad para sembrar estas semillas que Dios nos propone, de forma que le demos morada a Dios para que nos haga mejores, y preparemos este mundo de una forma que la experiencia de celebrar el nacimiento de Jesús nos llene de la verdadera alegría. Como dice el canto de la posada: "Entren santos peregrinos, reciban este rincón, que aunque es pobre la morada, os la doy de corazón! ¡Cantemos con alegría todos al considerar que Jesús, José y María nos vienen a visitar!".
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