Hoy comenzamos un año más. El inicio del año, el día uno
de enero, es una convención que nos hemos impuesto, pues es un día como
cualquier otro del año. Otras culturas tienen otro día para celebrar el inicio
de su año; nosotros lo celebramos el uno de enero a partir del siglo XVI,
cuando el papa Gregorio XIII lo puso como el primer día del calendario que nos
rige casi globalmente. A esta fiesta se añadió desde mediados de los años
sesenta la Jornada Mundial de la Paz y la celebración de Santa María, Madre de
Dios. Estas tres celebraciones juntas nos ayudan a recordar que el Hijo de Dios
vino al mundo a través de una mujer para que el tiempo tenga un sentido y para
llenar nuestras vidas de paz.
El evangelio de los pastores es una hermosa imagen de lo que
vive la humanidad al final de cada año. Los pastores viven en el campo, lejos
de los demás, al servicio de los animales, en el continuo sobresalto del
cuidado del rebaño. Ellos no tienen su tiempo, sino el tiempo de los animales. Como
ellos, nosotros también hemos enfrentado dificultades, miedos y rutinas que nos
dejan agotados y sin tiempo para nosotros mismos. Como los pastores, podemos
sentir que lo importante son las ovejas que apacentamos, y que nosotros pasamos
a segundo plano y podemos estar agotados de cuidar animales sin poder hacer
algo distinto. Como ellos, al inicio del año, sentimos que el tiempo es un
recordatorio de un destino del que no nos podemos liberar.
Pero también, como a los pastores, hoy, al inicio del
año, se nos hace un anuncio: el anuncio de que nuestro camino no se dirige
hacia la desesperanza. El año nuevo nos anuncia que nuestro tiempo tiene un
sentido, tiene Alguien a quien dirigirse. Como en el tiempo en que una madre
espera a su hijo, el final y el inicio de un año están marcados por una
persona: la persona de Jesús, que encontramos junto a José y junto a María. El
evangelio nos acaba de decir que los pastores reciben el anuncio del ángel y se
encuentran con María, José y el niño: ellos son la presencia humana de Dios que
se nos hace presente a través de una mujer. Ese encuentro les cambia, pues se
convierten en testigos de una buena noticia para el mundo: la buena noticia de
que nuestro tiempo, el que comenzamos hoy poniendo un número a un año, es la
oportunidad para llenarlo de valor y descubrir el valor de nuestra vida. sobre
todo, un valor fundamental que descubrimos al ver, como los pastores a María
como Madre de Dios: el ser humano es capaz de Dios, es capaz de amar a Dios, es
capaz de que Dios sea uno como nosotros. Esto nos hace valiosos pues, en
cualquier circunstancia, aún la más denigrante, somos seres dignos de respeto.
En segundo lugar, los pastores regresan a su vida
cotidiana transformados: Ya no son solo cuidadores de ovejas; ahora son también
testigos que han hecho la experiencia del amor de Dios que los llena de
alegría. Como nos sucede a todos nosotros, el encuentro con una presencia de
amor cercano les llena de sentido la vida y los hace testigos de ese mismo
sentido entre los demás. Nosotros, como los pastores, estamos llamados a mirar
la vida de todos los días como testigos de un amor que llena su entorno de paz.
La paz no solo es ausencia de guerra o de cualquier otro tipo de violencia; la
paz es el crecimiento en los dones que nos hacen más valiosos para los demás.
No nos ha sido dada la vida para la violencia o para llenarnos
de cosas materiales. La vida, ese tiempo que medimos en años, semanas o días,
nos ha sido dado para la paz. Este nuevo año que se nos da no lo podemos perder
en cosas superficiales, o en destruir al hermano o en destruirnos a nosotros
mismos.
Como decía el papa Benedicto: El mundo está
lamentablemente marcado por focos de tensión y contraposición provocados por la
creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad
egoísta e individualista, así como por distintas formas de terrorismo y
criminalidad. El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios. Se trata
de paz con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con uno mismo, y paz
exterior con el prójimo y con toda la creación.
El inicio del año nos invita a llenar nuestro tiempo de
paz. Aunque todos deseamos la paz en tantos lugares de la tierra donde las
armas gritan causando sangre y destrucción, todos necesitamos la pequeña paz,
la que se vive en casa, entre las familias, en las relaciones laborales, en
nuestros ambientes humanos, en las comunidades de iglesia. Esa es la paz por la
que tenemos que trabajar.
Hoy se nos abre la puerta al año nuevo. Hoy nosotros, en
los brazos de Santa María, Madre de Dios podemos vivir, como los pastores, el
encuentro con Jesús que nos abre la puerta, no solo de un año nuevo, sino de
una vida, que ha encontrado el sentido que llena de esperanza y de gratitud por
todo lo recibido y en especial de la certeza de que Dios se hace presente para
acompañarnos en nuestro camino como peregrinos de esperanza. Nos acompaña desde
el corazón de ese niño de Belén, Jesús, el Dios que salva, el Dios que es
nuestra paz, Dios con nosotros Emmanuel.
1 comentario:
P. Cipriano feliz año que sea un año lleno de bendiciones y que esté lleno de paz. 🙏🏻
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