martes, 31 de diciembre de 2024

UN AÑO NUEVO Y FELIZ


HOMILIA 1 DE ENERO 

Hoy comenzamos un año más. El inicio del año, el día uno de enero, es una convención que nos hemos impuesto, pues es un día como cualquier otro del año. Otras culturas tienen otro día para celebrar el inicio de su año; nosotros lo celebramos el uno de enero a partir del siglo XVI, cuando el papa Gregorio XIII lo puso como el primer día del calendario que nos rige casi globalmente. A esta fiesta se añadió desde mediados de los años sesenta la Jornada Mundial de la Paz y la celebración de Santa María, Madre de Dios. Estas tres celebraciones juntas nos ayudan a recordar que el Hijo de Dios vino al mundo a través de una mujer para que el tiempo tenga un sentido y para llenar nuestras vidas de paz.

El evangelio de los pastores es una hermosa imagen de lo que vive la humanidad al final de cada año. Los pastores viven en el campo, lejos de los demás, al servicio de los animales, en el continuo sobresalto del cuidado del rebaño. Ellos no tienen su tiempo, sino el tiempo de los animales. Como ellos, nosotros también hemos enfrentado dificultades, miedos y rutinas que nos dejan agotados y sin tiempo para nosotros mismos. Como los pastores, podemos sentir que lo importante son las ovejas que apacentamos, y que nosotros pasamos a segundo plano y podemos estar agotados de cuidar animales sin poder hacer algo distinto. Como ellos, al inicio del año, sentimos que el tiempo es un recordatorio de un destino del que no nos podemos liberar.

Pero también, como a los pastores, hoy, al inicio del año, se nos hace un anuncio: el anuncio de que nuestro camino no se dirige hacia la desesperanza. El año nuevo nos anuncia que nuestro tiempo tiene un sentido, tiene Alguien a quien dirigirse. Como en el tiempo en que una madre espera a su hijo, el final y el inicio de un año están marcados por una persona: la persona de Jesús, que encontramos junto a José y junto a María. El evangelio nos acaba de decir que los pastores reciben el anuncio del ángel y se encuentran con María, José y el niño: ellos son la presencia humana de Dios que se nos hace presente a través de una mujer. Ese encuentro les cambia, pues se convierten en testigos de una buena noticia para el mundo: la buena noticia de que nuestro tiempo, el que comenzamos hoy poniendo un número a un año, es la oportunidad para llenarlo de valor y descubrir el valor de nuestra vida. sobre todo, un valor fundamental que descubrimos al ver, como los pastores a María como Madre de Dios: el ser humano es capaz de Dios, es capaz de amar a Dios, es capaz de que Dios sea uno como nosotros. Esto nos hace valiosos pues, en cualquier circunstancia, aún la más denigrante, somos seres dignos de respeto.

En segundo lugar, los pastores regresan a su vida cotidiana transformados: Ya no son solo cuidadores de ovejas; ahora son también testigos que han hecho la experiencia del amor de Dios que los llena de alegría. Como nos sucede a todos nosotros, el encuentro con una presencia de amor cercano les llena de sentido la vida y los hace testigos de ese mismo sentido entre los demás. Nosotros, como los pastores, estamos llamados a mirar la vida de todos los días como testigos de un amor que llena su entorno de paz. La paz no solo es ausencia de guerra o de cualquier otro tipo de violencia; la paz es el crecimiento en los dones que nos hacen más valiosos para los demás.

No nos ha sido dada la vida para la violencia o para llenarnos de cosas materiales. La vida, ese tiempo que medimos en años, semanas o días, nos ha sido dado para la paz. Este nuevo año que se nos da no lo podemos perder en cosas superficiales, o en destruir al hermano o en destruirnos a nosotros mismos.

Como decía el papa Benedicto: El mundo está lamentablemente marcado por focos de tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista, así como por distintas formas de terrorismo y criminalidad. El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios. Se trata de paz con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la creación.

El inicio del año nos invita a llenar nuestro tiempo de paz. Aunque todos deseamos la paz en tantos lugares de la tierra donde las armas gritan causando sangre y destrucción, todos necesitamos la pequeña paz, la que se vive en casa, entre las familias, en las relaciones laborales, en nuestros ambientes humanos, en las comunidades de iglesia. Esa es la paz por la que tenemos que trabajar.

Hoy se nos abre la puerta al año nuevo. Hoy nosotros, en los brazos de Santa María, Madre de Dios podemos vivir, como los pastores, el encuentro con Jesús que nos abre la puerta, no solo de un año nuevo, sino de una vida, que ha encontrado el sentido que llena de esperanza y de gratitud por todo lo recibido y en especial de la certeza de que Dios se hace presente para acompañarnos en nuestro camino como peregrinos de esperanza. Nos acompaña desde el corazón de ese niño de Belén, Jesús, el Dios que salva, el Dios que es nuestra paz, Dios con nosotros Emmanuel.


1 comentario:

Anónimo dijo...

P. Cipriano feliz año que sea un año lleno de bendiciones y que esté lleno de paz. 🙏🏻