HOMILIA DOMINGO ORDINARIO XXIX B
Una gran película sobre el corazón
humano es Toy Story. El protagonista, Woody el vaquero, quiere ser feliz, y
para él ser feliz es tener el control de Andy ¿Se acuerdan cuando empieza a
sentirse celoso de Buzz Lightyear y lo tira por la ventana? hasta que descubre
que ser feliz es lograr que todos los demás también lo sean y aceptar incluso a
alguien tan distinto para un vaquero, como puede ser un astronauta. Cuando Buzz
y Woody deciden controlar y no servir, acaban en manos del niño malo, cuando
deciden ayudarse uno a otro acaban abrazados por Andy.
También nosotros tenemos que
preguntarnos ¿en manos de quién queremos acabar? Pues depende de lo que
busquemos. El evangelio de hoy nos enseña que todos tenemos algo que pedir para
ser felices ¿Qué le pediríamos hoy a Jesús? A lo mejor sería algo que no nos
hace felices. Porque no siempre lo que deseamos nos va a hacer felices. Los
discípulos de Jesús piden lo que ellos pensaban que les iba a hacer felices: estar
a la derecha y a la izquierda del reino de Jesús. Pero en realidad ellos pedían
ser los más poderosos, para que en todo momento se hiciera su voluntad,
controlar y mandar sobre los demás. Por eso Jesús les dice: ustedes no saben lo
que piden.
Muchas veces no sabemos lo que
pedimos. Un escritor griego decía que, cuando los dioses quieren hacer infeliz
a un ser humano le conceden todo lo que desea. Porque muchas veces no sabemos
lo que es bueno para nosotros. La gran pregunta no es que es lo que quiero,
sino que es lo que debo querer. Los papás no dan todo a sus hijos, porque saben
que no siempre les ayuda lo que ellos quieren. Si un niño quiere estar todo el día
comiendo dulces el papá sabe que eso no es bueno. Cuando somos pequeños alguien
nos tiene que enseñar a distinguir lo que es bueno y lo que es malo. Cuando
crecemos somos nosotros los que tenemos que saber distinguir, el problema es
cómo hacerlo. El evangelio de hoy nos ayuda a que nuestra conciencia tenga
herramientas para saber si lo que estamos pidiendo nos va a hacer felices o nos
va llenar de amargura y sembrará malas consecuencias. Por eso dice San Marcos
que cuando los demás discípulos oyeron lo que pedían Santiago y Juan, se
enojaron. Esto es interesante… cuando el fruto de lo que pedimos acaba siendo
el enojo, algo no está funcionando bien. Eso no puede ser bueno.
Al final del evangelio, Jesús nos
da la herramienta fundamental para encontrar el camino de la felicidad en una
frase: “del mismo modo que el hijo del hombre”. O sea, tenemos que aprender a
medir nuestro corazón con el corazón de Jesús. Jesús, nos dice el papa
Francisco, nos enseña esencialmente la misericordia y la compasión. Ha
experimentado directamente nuestras dificultades, conoce desde dentro nuestra
condición humana; el no tener pecado no le impide entender a los pecadores. Su
gloria no está en la ambición o la sed de dominio, sino en el amor a los
hombres, en asumir y compartir su debilidad y ofrecerles la gracia que
restaura, en acompañar con ternura infinita, acompañar su atormentado camino.
Si hacemos eso, seremos felices,
porque ya no será nuestra mamá, sino nuestra conciencia, quien nos dirá lo que
tenemos que hacer, que querer, o que buscar. Jesús nos dice que cuando queremos
tener poder, cuando queremos controlar a los demás para que hagan lo que yo
quiero como yo quiero, eso no nos va a hacer felices. Pero cuando buscamos
servir, cuando a pesar de lo que los demás hagan o digan mantenemos en nuestro
corazón la actitud de servir, entonces podremos ser felices. Cuando recordamos
a los seres queridos que ya no están con nosotros, aún con sus defectos, ¿no
los recordamos por cómo nos sirvieron? Eso es lo que queda. Déjenme leerles
este hermoso texto de Gabriela Mistral: “Toda
la naturaleza es un anhelo de servicio; sirve la nube, sirve el aire, sirve el
surco. Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú; donde haya un error que
enmendar, enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquiven, acéptalo
tú. Sé el que aparte la estorbosa piedra del camino, sé el que aparte el odio
entre los corazones y las dificultades del problema. Existe la alegría de ser
sano y de ser justo; pero hay, sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de
servir. … Dios, que da el fruto y la luz, sirve. Pudiera llamársele así: El que
sirve. Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día:
¿Serviste hoy?” Piensa en alguien que te ha servido, y piensa en alguien a
quien te cueste servir. La clave no es controlar, la clave es servir.
Siempre que miremos en nuestro
corazón preguntémonos ¿qué es lo que nos mueve? De eso depende como acabe nuestra
historia o con gente a la que queremos y felices o bajo el control de lo peor
de nosotros. Que este domingo demos gracias
por todos los que nos sirven y por todos los que nos han servido y que también
nosotros descubramos que solo sumará a nuestra felicidad lo que hagamos con un
corazón de servicio como el corazón de Jesús.
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