sábado, 17 de agosto de 2024

UN PAN QUE DA Y MULTIPLICA LA VIDA

 

HOMILÍA XX DOMINGO ORDINARIO CICLO B

Quedarnos sin batería en un celular, es una tragedia porque no podemos recibir llamadas, atender a la gente, estar en las redes sociales. Pero el verdadero problema es quedarnos sin vida nosotros mismos. Nuestra vida física aparece, crece poquito a poquito, se desarrolla, y va madurando en torno a los 30, 40 o 50 años. Luego, comienza a decaer hasta que se hace débil, frágil. Esto es algo que no quisiéramos que pasase. Nunca quisiéramos ver que desaparece de nuestra vida alguien que queremos: un abuelito, un papá, un hermano, un amigo. Pero también la vida se puede destruir de otra manera, pues el odio destruye la vida humana. A lo mejor puedes estar vivo en el cuerpo, pero estás muerto por dentro, porque el odio, el rencor, te matan por dentro. ¿cómo podemos vivir para siempre? Hoy podemos alargar la vida gracias a la medicina. Sin embargo, la muerte siempre llega.

Todos sabemos que si dejamos de comer, morimos, pues nuestro organismo se debilita hasta quedarse sin vida. Pero Jesús nos dice algo opuesto a lo que tememos: "el que coma de este pan vivirá para siempre". ¿Qué es ese pan que nos permite vivir para siempre? Y otra pregunta: ¿Qué es esa vida para siempre de la que habla Jesús?

Jesús es ese pan por eso dice:  "si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no pueden tener vida en ustedes". Comer la carne es identificarnos con Jesús, por eso nuestra unión con Él, y nuestro amor hacia Él es lo que nos dará la vida. Tenemos que aprender a vivir por Jesús, a comer de Jesús, a estar unidos a Jesús. Esto sucede de modo especial cuando recibimos a Jesús en la Eucaristía. También sucedió en nuestro bautismo que nos hizo hijos de Dios al unirnos su amor alma y hacernos partícipes de una vida eterna como el mejor de los regalos.

¿Cómo es eso? La Biblia nos dice que, en la creación del universo, “Dios vio que era muy bueno”. "Muy bueno" no significa que se porta bien. Para Dios, "muy bueno" significa que es algo amado por Él: lo que crea y da vida al mundo es el amor de Dios. De la misma manera, lo que nos da vida es el amor de Dios. Ese amor nos da una vida que, de verdad, es para siempre. No es  esta vida física, de nuestro cuerpo, de nuestra respiración. Se trata de otro tipo de vida: una vida en el amor de Dios. La vida eterna no es una vida aburrida que no se acaba: es una vida de enamorado. Cuando vamos a una persona enamorada tiene un comportamiento que la hace distinta, que le da un sentido en su vida. Estar enamorado significa que hay alguien que nos hace vivir con más intensidad, con más ilusión. Una vida de enamorado es siempre preciosa, porque todo tiene explicación, todo tiene alegría. Incluso las cosas más pequeñas tienen un gran valor. Esto sucede cuando nuestra vida se llena del amor de Dios: cambia completamente.

Jesucristo dice: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día". Es decir, el que está unido a mí por el amor, por un amor de amigo, por un amor verdadero que ayuda a ser mejor, tiene que tener la certeza de la vida eterna y la certeza de resucitar como decimos en el credo: Creo en la resurrección de la carne. Esta resurrección significa que todo lo que somos en nuestra vida material, seguirá siendo parte de nosotros, las cosas buenas  o las cosas malas tendrán sentido y serán parte de un bien que se multiplica por el amor de Dios.

¿cómo se puede vivir esta vida eterna? Viviendo ese amor de Dios en nosotros, y siendo multiplicadores del amor de Dios. El amor de Dios nos mantiene vivos. Por medio de nosotros, el amor de Dios hace que los demás también estén más vivos. Decía el Papa Francisco: la Eucaristía hace madurar un estilo de vida cristiano a través de la docilidad a la Palabra de Dios, la fraternidad entre nosotros, el valor del testimonio cristiano, la fantasía de la caridad, la capacidad de dar esperanza a los desalentados y acoger a los excluidos. La caridad de Cristo, acogida con corazón abierto, nos cambia, nos transforma, nos hace capaces de amar no según la medida humana, siempre limitada, sino según la medida de Dios. ¿Y cuál es la medida de Dios? La medida de Dios es sin medida. Este es el camino que hoy nos regala Jesús. Nuestra amistad con Jesús nos hace ser hombres y mujeres cada día más vivos a través de la coherencia y el testimonio que nos hacen multiplicadores del amor de Dios en nuestro mundo.

Hoy podemos responder a la pregunta que le hacen a Jesús: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Nosotros sabemos que Jesús nos ha dado a comer su carne por su gran amor en el misterio de su muerte y resurrección, entregando su vida por nosotros. En cada Eucaristía, donde Jesús se nos da, sigue siendo nuestro amigo, nos sigue amando, para que seamos capaces de amarnos los unos a los otros y ser sembradores de vida entre los que nos rodean, sembradores de la vida que nunca acaba.

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