sábado, 24 de agosto de 2024

¿TAMBIEN TU TE QUIERES IR?

 


HOMILÍA XXI DOMINGO TO 20240818
En la vida, todos tenemos que tomar decisiones importantes, porque lo que define a los seres humanos no suelen ser sus circunstancias, sino las decisiones que marcan los valores centrales de la vida: la decisión por los amigos, por el estilo de vida, por la persona o las personas que van a ser nuestra comunidad en la vida, o por nuestra actividad profesional.
Algunos momentos de nuestra relación con Cristo no han sido decisión nuestra, como nuestro bautismo y nuestra primera comunión. Pero la vida nos va haciendo crecer y llega un momento en que tenemos que ser nosotros quienes decidamos el papel que Jesús tiene en nuestra vida. A lo largo de la historia, grandes hombres y mujeres, según sus decisiones, han hecho que las cosas sucedan de un modo o de otro. Pensemos en Santa Teresa, que decidió dejar una vida de comodidad en el Carmelo de Ávila y se lanzó a comenzar una obra que transformase la vida de los religiosos y religiosas de España. Hoy, el Evangelio nos pone frente a una pregunta: ¿Cuál es mi decisión ante la persona de Jesucristo?
En este caso, la situación es una crisis que viven los discípulos con Jesús. Jesús les ha dicho que Él es el verdadero pan que da la vida, es decir, no la ley de Moisés, sino la relación con Dios a través de Jesús. Esto les cuesta aceptarlo, pues se les había educado en otro modo de vivir la relación con Dios. Este es el momento de la decisión. También nosotros, en la relación con Jesús, tenemos que tomar una decisión. A veces porque las cosas no salen como queríamos y nos enfrentamos a la decisión de seguir confiando en Jesús o no, ya sea porque estamos atravesando una situación de dolor, de injusticia o de incomprensión sobre por qué las cosas son así en la vida. En ese momento, nos preguntamos: ¿merece la pena seguir haciendo de Jesús el centro de mi fe, el cimiento de mi esperanza y el objeto de mi amor? Y damos un paso atrás. Otras veces, sentimos que no estamos siendo capaces de vivir plenamente lo que implica ser cristianos, y pensamos que, dando un paso atrás, estaremos más cómodos o nos sentiremos menos tensos. A veces también podemos sentir que seguir a Jesús nos hace chocar con lo que el mundo considera políticamente correcto, y preferimos dar un paso atrás.
Sin embargo, esa no es la solución. La solución es buscar ser amigos de Jesús, sabiendo que el mundo no es perfecto, ni nosotros somos perfectos, y que ni todo nos va a salir bien ni todo lo vamos a hacer bien. Llama la atención que quien responde a la pregunta de Jesús no es san Juan, el discípulo amado y fiel, sino Pedro, el apóstol que ama a Jesús con todo su corazón, pero también es el apóstol que falla, que incluso niega a Jesús. En la vida podemos equivocarnos, el mundo que nos rodea puede envolvernos y hacernos fallar, podemos vernos abrumados por las situaciones, como le sucedió a san Pedro en los momentos de la pasión, cuando todo era oscuro. Pero no olvidemos que será a san Pedro a quien Jesús le preguntará: "¿Me amas?" Tenemos que saber que Jesús siempre estará ahí para preguntarnos de nuevo: "¿También tú te quieres marchar? ¿Me amas?" Y nosotros le podremos responder, como Pedro: "Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero. ¿A quién vamos a ir, si solo tú tienes palabras de vida eterna?"
Hemos de recordar que las palabras del mundo, las palabras de mis fallos, las palabras de mi pecado, las palabras de mi dolor o de mi decepción, no dan la vida eterna; solo traen amargura, decepción, tristeza y angustia. Pero con Jesús, a pesar de todo, siempre tendré palabras de vida eterna, porque el amor de Cristo por nosotros es un amor que se entrega, va más allá de nuestros pecados, nos alimenta y nos da calor, como dice san Pablo al hablar del matrimonio.
No nos desanimemos cuando pensemos o sintamos que Dios nos ha abandonado porque estamos en un hoyo profundo. Ahí está Jesús para decirnos: "Yo no sé si tú también te quieres ir, pero ten la seguridad de que yo siempre estaré a tu lado."
También necesitamos esta palabra de Jesús ante el compromiso de no pensar solamente en nosotros, para mirar de frente los problemas del mundo. Como decía el papa Benedicto XVI: "Nutrirse de Cristo es el camino para no permanecer ajenos o indiferentes ante la suerte de los hermanos, sino entrar en la misma lógica de amor y de donación del sacrificio de la cruz. Una espiritualidad eucarística es un auténtico antídoto ante el individualismo y el egoísmo que a menudo caracterizan la vida cotidiana, y lleva al redescubrimiento de la gratuidad, de la centralidad de las relaciones, a partir de la familia, con particular atención a aquellas desintegradas."
¿Hemos decidido por Cristo? Cuando el dolor, los problemas, las contradicciones, los escándalos, nuestras fragilidades y nuestros miedos nos pregunten: "¿Te quieres ir?", ¿qué responderemos? Ojalá que seamos como san Pedro y le digamos que, siempre a pesar de todo y a pesar de nosotros, estaremos a su lado, como Él con todo su amor está siempre a nuestro lado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola muy querido Padre Cipriano. Me agradó mucho tu reflexión. Fuerte abrazo y bendiciones