sábado, 31 de agosto de 2024

LIMPIAR EL CORAZON (Y A VECES LAS MANOS)

 

HOMILIA XXII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO CICLO B

A todos nos ayuda el tener reglas para hacer las cosas, pues las reglas nos ayudan a saber cómo comportarnos en situaciones que no habíamos previsto, o cómo debemos actuar para evitar el hacer daño a los demás. A veces tenemos que poner reglas a algo nuevo y entonces nos tene
mos que preguntar cómo lo debemos hacer o cómo debemos ser, pues las reglas se tienen que ajustar a los principios y a los valores fundamentales del ser humano. Por ejemplo, si inventamos un coche eléctrico que no tiene conductor, tenemos que programarlo de modo que respete a las personas que están cruzando, o a un perrito en la carretera.

Pero las reglas tienen prioridades. Por ejemplo, si vemos un semáforo en verde y por el otro lado viene una ambulancia que tiene un semáforo en rojo, la ambulancia puede pasar sin que nadie le ponga una multa, porque es más importante una vida humana, que la norma de la circulación. Las normas son obligatorias porque deben estar puestas para nuestro bien, como beber agua con frecuencia o usar tapabocas en una pandemia. Obligatorio tiene que ser lo que nos hace bien. Y porque es bueno nos tenemos que sentir empujados a hacerlo.

¿Dónde se complican las cosas? Cuando nos olvidamos o dejamos de lado el bien en las normas “obligatorias” y se nos hacen pesadas, aburridas o sin sentido: la misa dominical es obligatoria, si solo fuera para estar en la iglesia, las bancas serían santas, porque se la pasan en la iglesia. El sentido es valorar el bien que nos hace el oír la palabra de Dios o recibir la presencia real de Jesús en la eucaristía. Si no, simplemente es estar media hora esperando que se acabe para ir a ver el futbol o ver dónde vamos a comer rico.

En este domingo, Jesús nos enseña a valorar las leyes, a darle importancia a los valores que las leyes están llamadas a guardar,  y sobre todo a cuidar el corazón a la hora de vivir los valores y las leyes:  esta es la razon por la que al final del evangelio dice que nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro, lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Jesús nos enseña que tenemos que hacer cosas buenas con un corazón bueno y que tenemos que saber vivir en todos los ambientes con un corazón bueno. Porque no son los ambientes los que hacen bueno o malo al ser humano: Es su corazón lo que le hace bueno o le hace malo. Para saber lo que es bueno o malo tenemos varios medios: uno es nuestra inteligencia, que nos ayuda a descubrir lo que es bueno y lo que es verdadero. Pero sabemos que nuestra inteligencia se puede equivocar y pensar que es bueno lo que es malo, como pasa en algunas culturas, que han hecho cosas malas pensando que eran buenas, como los sacrificios humanos que los aztecas llevaban a cabo pensando que de ese modo el mundo iba a ir bien y que así agradaban a sus dioses.

Necesitamos de la palabra de Dios que nos ilumina para descubrir lo que es bueno y lo que es verdadero; como dice la primera lectura, tenemos que aprender a hacer de la palabra de Dios nuestra prudencia y nuestra sabiduría. Nuestra prudencia, que nos descubre los medios buenos para los propósitos buenos, y nuestra sabiduría que nos permite ver las cosas con la mirada de Dios, de su amor, de su providencia, de su misericordia.

Jesús, en el evangelio, no nos dice que no cumplamos con las leyes, sino que busquemos qué es lo que Dios nos pide en las cosas que nos marca la ley. Jesús pone el ejemplo de lavarse las manos, un rito propio de los judíos fervorosos, porque de poco sirve el tener las manos limpias, si no tenemos un corazón bueno y honesto. Como a veces se dice de nosotros, los católicos: ¿de qué te sirve rezar e ir a misa si eres de mal corazón? Obviamente, no se trata de dejar de ir a misa o de rezar. Se trata de hacer las cosas buenas que tenemos que hacer con un corazón bueno. Reflexionar sobre la bondad de nuestro corazón es  lo importante, como decía el Papa Juan Pablo II: Somos invitados a reflexionar una vez más sobre el problema del bien y del mal. El hombre no puede escapar de sí mismo en ninguna parte. El hombre es llamado a juzgar su interior, a escrutar su corazón y a formar en sí una conciencia madura. En esta invitación está contenido un llamado a analizarse con la mirada de la fe y con la luz del Evangelio. Dios está cerca de cada uno de nosotros, para que en cada uno el mal sea separado del bien, para que el bien se fortalezca y eche raíces más profundas.

Hoy Jesús nos invita a  preguntarnos por la bondad de nuestro corazón, por la bondad de nuestras obras y también por la apertura de corazón que tenemos a las cosas buenas que nos inspira Dios para hacer el bien a los demás. Que Jesús en la Eucaristía nos de la fuerza necesaria para que nos apartemos de nuestros egoísmos y llevemos una de sembradores de bien.

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