sábado, 22 de junio de 2024

SI LE IMPORTA... !!!NO NOS HUNDIMOS!!!!


 HOMILIA XII B DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

La escena de la tempestad calmada por Jesús no es un truco de magia para tener un viaje tranquilo, sino que es un signo que muestra la identidad de Jesús. Toda la escena está orientada a que nos preguntemos ¿Quién es Jesús para mí? Jesús se nos presenta primero como un maestro, después como un ausente y luego como el salvador. ¿Es Jesús importante porque está presente? ¿Deja de serlo cuando parece desaparecer si nos encontramos rodeados de olas? No, él es importante por ser el amigo que está a nuestro lado en todas las situaciones de la vida. Los apóstoles se preguntan ¿Quién es este? Porque se dan cuenta de que no saben quién es. Su fe aún no es firme; se está formando; es una mezcla de miedo y confianza. Lo más importante es saber quién es él.

En muchas historias de superhéroes, la gente no sabe quién es de verdad ese personaje. Spiderman es Peter Parker, pero ¿realmente Peter Parker es solo Peter Parker? Batman es Bruno Díaz, pero Bruno Díaz es más Batman que Bruno. Por eso es cada debe responderse la pregunta sobre quién es Jesús. Para ello hay que entrar en nuestro corazón y saber si Jesús es el que da sentido a nuestras penas y dolores, a nuestras alegrías y momentos de paz. Como decían los obispos en el Vaticano II: Cristo, quien murió y resucitó por todos, brinda a la humanidad su luz y fuerza a través del Espíritu Santo, para que cada persona pueda alcanzar su máxima vocación. Bajo la luz de Cristo, imagen de Dios invisible y primogénito de toda la creación, se esclarece el misterio de la humanidad y se pueden buscar soluciones para los principales problemas de nuestra época.

San Pablo había encontrado de verdad a Cristo y por eso comenta que "si alguna vez hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo hacemos. El que vive según Cristo es una criatura nueva". Si yo conozco a Cristo y lo hago modelo de vida, mi vida cambia. Es como cuando nos enamoramos de alguien, nuestra vida tiene que cambiar. Si soy enojón, tengo que ser más bondadoso; si soy desordenado, tengo que aprender a poner cada cosa en su sitio. Si yo conozco y amo a Jesús, mi vida no puede ser igual, ese amor me tiene que empujar a cambiar cosas de mi vida. Por eso San Pablo afirmaba que "el amor de Cristo nos apremia. Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos". Esto no significa que seamos perfectos, pues aun siendo Jesús nuestro gran amigo, tenemos debilidades. Eso significa que nuestra amistad con Cristo nos seguirá sosteniendo para crecer en lo bueno como la mansedumbre, el servicio a los demás y la paz del corazón. Nuestras fragilidades serán siempre un recordatorio de que las olas nos cubren pero con Jesús nunca nos ahogan.

¿Cómo despertamos a Jesús? Jesús se despierta en nuestra vida con la fe. La fe es lo que nos abre hacia Dios, pero también es la llave que abre la puerta de Dios a nuestro corazón, lo abre para que veamos que Jesús está en nuestra barca. La fe es lo que “despierta” a Cristo que puede estar dormido en nuestro corazón porque nos hemos olvidado de él. Él –aunque a veces parezca dormir– jamás nos dejará desamparados mientras navegamos en la vida si tenemos puesta nuestra confianza en nuestro Salvador. En nuestra vida diaria enfrentamos muchas tempestades: problemas personales, dificultades en el trabajo, enfermedades y crisis familiares. Jesus nos invita al abandono confiado al Padre que nos permite estar seguros en los brazos de Dios. Si mantenemos nuestra fe en Jesús, podemos encontrar la paz en medio de la tormenta. La fe nos permite ver más allá de las apariencias y confiar en que Dios tiene un plan para nosotros, incluso cuando no entendemos sus caminos. Cristo no se duerme en nosotros, somos nosotros los que hemos dormido a Cristo en nuestra vida. Él está ahí, esperando que lo despertemos, que le abramos el corazón para darnos paz en las olas de nuestra vida. Decía San Agustín: Con razón tu corazón se asusta si te has olvidado de aquel en quien has creído; y tu sufrimiento se te hace insoportable si el recuerdo de todo lo que Cristo ha sufrido por ti, está lejos de tu espíritu. Si no piensas en Cristo, él duerme. Despierta a Cristo, llama a tu fe. Porque Cristo duerme en ti si te has olvidado de su Pasión; y si te acuerdas de su Pasión, Cristo vela en ti. Sí, has de saber que es Cristo que se ha levantado y ha increpado a los vientos; de él vendrá la paz que has experimentado. Hay que despertar a Cristo en nuestro corazón, despertarlo con la oración, despertarlo trabajando en nuestras virtudes y valores, despertarlo al reconocerlo en los hermanos que nos necesitan.

Hoy Jesús viene a nuestro corazón en la Eucaristía. Él viene a nuestra barca cada domingo, porque sabe que siempre tendremos olas, externas con problemas e internas con debilidades. No dejemos que a lo largo de la semana se duerma en nuestro corazón; cada día hagamos examen para ver si sigue despierto y agradezcámosle que siempre venga en la barca de nuestra vida y en la barca de nuestras familias.

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