sábado, 1 de junio de 2024

EL SEÑOR DE LOS SABADOS (Y DOMINGOS)

 




HOMILÍA IX ORDINARIO B 20240602

En la historia del evangelio de hoy vemos que, por una parte los apóstoles son acusados de trabajar en sábado y por otra Jesús es acusado de curar en sábado por los fariseos, que buscaban cumplir la ley a rajatabla y señalan que Jesús y sus discípulos estan quebrantando el sábado.

¿Por qué era tan importante el sábado para los judíos? No es un tema solo de tener tiempo para rezar, sino que el sábado era la posibilidad de saberse libres. El sábado aparece cuando el pueblo se ha liberado de la esclavitud de Egipto y pueden tener un tiempo para saber que son dignos, que son libres, y que pueden dedicarse a Dios y a los demás. Por eso en la primera lectura Dios les dice: Recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que te sacó de allá el Señor, tu Dios, con mano fuerte y brazo poderoso. El respeto del sábado es la señal de que se ha rescatado la dignidad.

Para el pueblo judío era importante el sábado, porque vivirlo era tener la seguridad de que no volverían a ser esclavos. Sin embargo, se había llegado al extremo de hacerse esclavos de la ley y de sus normas, y se habían olvidado del sentido del sábado, hasta el punto de que si tenias hambre no podías comer, y si estabas enfermo no te podían curar. Por eso Jesús centra su enseñanza en una frase, que resume el modo de vivir las leyes: El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado. Jesús nos ha dicho en el evangelio que lo importante no es la ley, sino que lo importante es lo que hace al hombre mejor: a veces habrá reglas que nos hacen mejores y que nos ayuden a servir mejor a los demás. Es decir la ley de Dios es para que el hombre sea feliz en su amistad con Dios, y no para cumplir con unos mandamientos, como si Dios necesitase que nosotros cumpliéramos con las leyes. Como lo decía un santo, san Justino, hace dos mil años: No es Dios quien necesita de nuestro descanso o de nuestra adoración. Lo necesitamos nosotros, para que no se ahogue nuestra fe y nuestra condición de hijos de Dios en el materialismo cotidiano de la vida. este es el sentido de lo que Jesús nos enseña en el evangelio: tenemos que saber vivir nuestra relacion con Dios y nuestra relacion con nuestros hermanos. Este el verdadero modo de vivir el sábado.

Los cristianos desde el principio hicieron un cambio esencial, el día del señor ya no es el sábado sino el domingo, porque el domingo es el día en el que Jesus nos hizo libres no de un faraón, sino del demonio, del pecado, del mal y de la muerte. Esta es la verdadera libertad. Venimos a misa, para recordar que Jesús, que se hace presente en la eucaristía, nos hizo libres de todo lo que nos esclaviza en nuestro corazón. Por eso san Pablo decía que Dios ha hecho que llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos. Por eso sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos. Nuestra vida es un continuo estar expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

El sentido del domingo, no es solo ir a misa, sino recordar que somos libres del pecado y del mal, la realidad de que no somos esclavos ni de nosotros mismos, ni de nadie.  A veces el día de descanso se ha convertido en un día de escape de las realidades de la semana, pero no necesariamente para ser mejores, sino para entretenernos más. El Papa Francisco decía: La sociedad actual está sedienta de diversiones y vacaciones. La industria de la distracción y la publicidad diseñan el mundo ideal como un gran parque de juegos donde todos se divierten. Pero las posibilidades de divertirse, los viajes, muchas cosas no te dan la plenitud del corazón. No está mal dedicar tiempo a ver deportes, a hacer actividades de ocio, pero el descanso no puede ser una anestesia, sino el tiempo que tenemos para ser más agradecidos, más generosos, más compartidos, más comunicativos en la familia y con los amigos. Nuestro sábado está dentro del corazón. Muchos descansan corporalmente, pero ponen en alboroto su conciencia. Son malvados, y no pueden disfrutar del descanso; su conciencia no está tranquila. En cambio, aquel que tiene una buena conciencia goza de tranquilidad, y esa misma tranquilidad es el sábado y descanso del corazón. (San Agustín).

Por eso tenemos que insistir en la importancia que tiene reunirnos para celebrar la eucaristía cada domingo, pues la eucaristía, que comienza recordándonos que hay cosas que no hemos hecho bien, nos hace escuchar la palabra de Dios para llenarnos de su sabiduría y con la presencia eucarística de Jesús, por su sacrificio en el pan y el vino, que se cambian en su cuerpo y en su sangre, vuelve a liberarnos del mal y a orientarnos hacia el bien. La misa es el tiempo para recoger lo que hemos vivido y hacer que nuestra “vasija de barro” se llene cada semana del amor de Jesús, para vivir como hijos de Dios en libertad y comunión con Él y con nuestros hermanos.

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