sábado, 18 de mayo de 2024

SOPLO, FUEGO, VIDA: PENTECOSTES

 


HOMILÍA SOLEMNIDAD PENTECOSTÉS CICLO B 20210523

Con la solemnidad de Pentecostés termina el periodo de la Pascua. La palabra pentecostés indica un número: el día número 50 desde la resurrección de Jesús. Este domingo sella todo lo que hemos podido reflexionar en esta pascua y el significado de la resurrección de Jesús para cada uno de nosotros. Pentecostés nos invita a mirar hacia delante apoyados en el Espíritu Santo.

¿Quién es el Espíritu Santo? el Espíritu Santo es una de las personas de la Santísima Trinidad; más precisamente, la tercera persona. Es Dios como el Padre y como el Hijo; que merece la misma adoración que el Padre y el Hijo; como el Padre y el Hijo es creador, hacedor de todas las cosas, santificador.  Cuando pensamos en el misterio de Dios tendemos a usar imágenes humanas: nos imaginamos a Dios Padre como un señor majestuoso y con barba blanca. Jesús es más fácil de imaginar porque es un ser humano como nosotros. Pero para captar al Espíritu Santo nos ayudan  algunos símbolos de lo que la biblia nos dice. Por eso lo pensamos como una paloma, como un fuego, o como el viento. La paloma, que recuerda el diluvio, es el símbolo de que los seres humanos pueden vivir de nuevo en la tierra, como el Espíritu Santo nos llena de la vida de Dios. El fuego es el símbolo de la fuerza transformadora del amor de Dios, como El Espíritu santo hace que nuestra vida deje de ser fría y oscura y pueda ser luminosa y cálida. El viento es un símbolo que viene en la biblia pues el latín spiritus traduce la palabra hebrea ruah que significa soplo, aire. Cuando soplamos el aire viene de nuestro interior por eso esta imagen nos dice que el Espíritu Santo viene del interior de Dios, y el interior de Dios es su amor. Por eso el Espíritu Santo es el amor de Dios. El Espíritu Santo nos da la vida, nos ilumina y nos da su amor.

Por otro lado, el evangelio de hoy nos da la posibilidad de entender la importancia de que el Espíritu Santo esté presente en nosotros desde la experiencia de la resurrección de Jesús que nos saca de nuestras oscuridades, del mal y el pecado que hacen de nosotros personas llenas de amargura. Jesús con su resurrección, devuelve a nuestro corazón la certeza de que el amor y el bien pueden ser más fuertes que el egoísmo y el mal. Para eso nos da la paz que es la capacidad de caminar con seguridad en un mundo muy inseguro y nos llena de alegría, que es la emoción positiva que experimentamos ante la presencia del bien. Esta experiencia se debe compartir, por eso Jesús dice: Como el Padre me ha enviado así los envío yo. Somos, como Jesús, enviados por el amor de Dios para que el mundo tenga vida.

Jesús resucitado nos entrega el don del Espíritu Santo a cada uno de nosotros y nos cambia por dentro. Es el don de una persona que nos hace mejores. Como cuando tenemos un amigo que nos ayuda a ser más generosos, el don del Espíritu Santo cambia a las personas por dentro, haciéndolas más parecidas a Dios. De este modo experimentamos al Espíritu Santo como el que nos ayuda a que nos entendamos mejor a nosotros mismos y a los demás, como el que fortalece una relación cercana con Dios, nos ayuda a entender que todos somos importantes y que debemos ser buenos con los demás. El Espíritu Santo nos ayuda a madurar y a cambiar, en lo individual o en las relaciones con los demás, lo que hace que el mundo sea un lugar mejor y más cercano a Dios.

Para poder ser testigos del bien en el mundo, Jesús nos ha dado al Espíritu Santo, que se hace presente con dos símbolos, el soplo y el perdón. Jesus sopla, con el Espíritu Santo nos da la vida, todo lo bueno, la sabiduría, la fortaleza, la capacidad de ver lo bueno en las cosas que nos rodean, la posibilidad de encontrar a Dios en la sagrada escritura, la posibilidad de ser buena influencia en los demás, la capacidad de tener una relación de amistad y respeto con Dios y con los demás.

Y además nos da el don del perdón. Cuando todo parezca que no funciona, nos da la misericordia, el don del perdón. Entre los seres humanos, cuando algo se rompe, la misericordia, el perdón, lo vuelve a unir. Todos necesitamos ser perdonados, pero también todos necesitamos perdonar. El Espíritu Santo nos va a ayudar ser misericordiosos y a encontrar la misericordia. Porque el don del perdón nos sana de todo lo que es malo en nosotros, pero también el don del perdón sana a nuestro alrededor lo que es malo. Jesus nos da, con el Espíritu Santo, la posibilidad de ser fuentes de perdón para los demás, de ser para todos sanadores de los corazones que se han herido por el mal. El Espíritu Santo nos cambia por dentro, haciéndonos mejores personas y fortaleciendo nuestras relaciones con los demás, nos capacita para ser fuentes de perdón y sanación en un mundo necesitado de amor y misericordia. Que la presencia del Espíritu Santo en nuestro corazón nos ayude a renovar nuestras vidas, nuestras familias y nuestro mundo.

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