HOMILÍA
SOLEMNIDAD PENTECOSTÉS CICLO B 20210523
Con la
solemnidad de Pentecostés termina el periodo de la Pascua. La palabra
pentecostés indica un número: el día número 50 desde la resurrección de Jesús.
Este domingo sella todo lo que hemos podido reflexionar en esta pascua y el
significado de la resurrección de Jesús para cada uno de nosotros. Pentecostés
nos invita a mirar hacia delante apoyados en el Espíritu Santo.
¿Quién
es el Espíritu Santo? el Espíritu Santo es una de las personas de la Santísima Trinidad; más
precisamente, la tercera persona. Es Dios como el Padre y como el Hijo; que
merece la misma adoración que el Padre y el Hijo; como el Padre y el Hijo es
creador, hacedor de todas las cosas, santificador. Cuando pensamos en el misterio de Dios
tendemos a usar imágenes humanas: nos imaginamos a Dios Padre como un señor
majestuoso y con barba blanca. Jesús es más fácil de imaginar porque es un ser
humano como nosotros. Pero para captar al Espíritu Santo nos ayudan algunos símbolos de lo que la biblia nos dice.
Por eso lo pensamos como una paloma, como un fuego, o como el viento. La
paloma, que recuerda el diluvio, es el símbolo de que los seres humanos pueden
vivir de nuevo en la tierra, como el Espíritu Santo nos llena de la vida de
Dios. El fuego es el símbolo de la fuerza transformadora del amor de Dios, como
El Espíritu santo hace que nuestra vida deje de ser fría y oscura y pueda ser
luminosa y cálida. El viento es un símbolo que viene en la biblia pues el latín
spiritus traduce la palabra hebrea ruah que significa soplo, aire. Cuando soplamos
el aire viene de nuestro interior por eso esta imagen nos dice que el Espíritu
Santo viene del interior de Dios, y el interior de Dios es su amor. Por eso el Espíritu
Santo es el amor de Dios. El Espíritu Santo nos da la vida, nos ilumina y nos
da su amor.
Por
otro lado, el evangelio de hoy nos da la posibilidad de entender la importancia
de que el Espíritu Santo esté presente en nosotros desde la experiencia de la
resurrección de Jesús que nos saca de nuestras oscuridades, del mal y el pecado
que hacen de nosotros personas llenas de amargura. Jesús con su resurrección,
devuelve a nuestro corazón la certeza de que el amor y el bien pueden ser más
fuertes que el egoísmo y el mal. Para eso nos da la paz que es la capacidad de
caminar con seguridad en un mundo muy inseguro y nos llena de alegría, que es
la emoción positiva que experimentamos ante la presencia del bien. Esta
experiencia se debe compartir, por eso Jesús dice: Como el Padre me ha enviado
así los envío yo. Somos, como Jesús, enviados por el amor de Dios para que el
mundo tenga vida.
Jesús
resucitado nos entrega el don del Espíritu Santo a cada uno de nosotros y nos
cambia por dentro. Es el don de una persona que nos hace mejores. Como cuando
tenemos un amigo que nos ayuda a ser más generosos, el don del Espíritu Santo
cambia a las personas por dentro, haciéndolas más parecidas a Dios. De este
modo experimentamos al Espíritu Santo como el que nos ayuda a que nos
entendamos mejor a nosotros mismos y a los demás, como el que fortalece una relación
cercana con Dios, nos ayuda a entender que todos somos importantes y que
debemos ser buenos con los demás. El Espíritu Santo nos ayuda a madurar y a
cambiar, en lo individual o en las relaciones con los demás, lo que hace que el
mundo sea un lugar mejor y más cercano a Dios.
Para
poder ser testigos del bien en el mundo, Jesús nos ha dado al Espíritu Santo,
que se hace presente con dos símbolos, el soplo y el perdón. Jesus sopla, con
el Espíritu Santo nos da la vida, todo lo bueno, la sabiduría, la fortaleza, la
capacidad de ver lo bueno en las cosas que nos rodean, la posibilidad de
encontrar a Dios en la sagrada escritura, la posibilidad de ser buena
influencia en los demás, la capacidad de tener una relación de amistad y
respeto con Dios y con los demás.
Y además nos da el don del perdón. Cuando todo parezca que no funciona, nos da la misericordia, el don del perdón. Entre los seres humanos, cuando algo se rompe, la misericordia, el perdón, lo vuelve a unir. Todos necesitamos ser perdonados, pero también todos necesitamos perdonar. El Espíritu Santo nos va a ayudar ser misericordiosos y a encontrar la misericordia. Porque el don del perdón nos sana de todo lo que es malo en nosotros, pero también el don del perdón sana a nuestro alrededor lo que es malo. Jesus nos da, con el Espíritu Santo, la posibilidad de ser fuentes de perdón para los demás, de ser para todos sanadores de los corazones que se han herido por el mal. El Espíritu Santo nos cambia por dentro, haciéndonos mejores personas y fortaleciendo nuestras relaciones con los demás, nos capacita para ser fuentes de perdón y sanación en un mundo necesitado de amor y misericordia. Que la presencia del Espíritu Santo en nuestro corazón nos ayude a renovar nuestras vidas, nuestras familias y nuestro mundo.
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