sábado, 11 de mayo de 2024

SEMBRAR EL BIEN CON SABOR A CIELO

 




HOMILIA DOMINGO DE LA ASCENSION DEL SEÑOR CICLO B

Hoy celebramos el domingo en el que la Iglesia hace presente el misterio de la Ascensión del Señor, el momento en que Jesús se nos presenta como plenamente glorioso como decimos en el credo: Jesucristo subió a los cielos, y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Este misterio es uno de los que cuesta explicar, porque parece que eso de que Jesús subió al cielo, nos lo hace ver como si fuera una especie de astronauta.

Vamos primero a intentar entender lo que significa que Jesús subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso. Lo primero que tenemos que decir es que esto fue lo que vieron los discípulos: que Jesús comenzó a alejarse de su vista, es decir que los discípulos dejaron de ver a Jesús con quien habían convivido desde el momento en que lo volvieron a ver resucitado el domingo de Pascua. El evangelio intenta contarnos con palabras humanas lo que nadie puede contar. Los seres humanos tenemos que traducir a nuestros términos limitados las cosas que son trascendentes. Por ejemplo, cuando decimos: te quiero de aquí a la luna, eso no significa que nuestro amor mide 384,400 kilómetros, sino que es un amor muy grande. O cuando decimos: te he dicho mil veces que te sientes bien, no significa que eso es un número exacto, sino que lo hemos hecho muchísimas veces.

Lo que hoy nos narra san Lucas en la primera lectura nos hace entender lo que les pasó a los apóstoles ese día en el monte de los olivos. ¿Qué es lo que los apóstoles experimentaron ese día?: primero ya no ven corporalmente a Jesús, segundo, la humanidad de Jesús está de modo definitivo en la gloria de Dios, tercero, Jesús posee el mismo poder de Dios: Jesús es Dios verdadero. Eso significa que Jesús sube al cielo, que una nube oculta la vista de los discípulos (la nube en la biblia simboliza la imposibilidad de ver a Dios) y que está “sentado” a la derecha de Dios.

La ascensión nos dice que Jesús es igual al Padre, y que su vida es una sola cosa con la vida de Dios. Como seguidores de Jesús, celebramos quien es Jesús para nosotros a partir de hoy: Jesús es nuestro Dios y Señor, Jesús acompaña a la Iglesia, que somos todos sus discípulos a lo largo de la historia, y Jesús como nuestro mediador nos permite una relación de hijos con Dios que es Padre de todos nosotros.

Los misterios de la vida de Cristo no son victorias para él pues Jesús no muere para sí mismo, ni resucita para sí mismo, así tampoco asciende al cielo para sí mismo: los misterios de la vida de Cristo son para nuestro provecho. Por eso en primer lugar San Marcos nos dice que, como discípulos de Cristo, tenemos la certeza de la victoria sobre el mal: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”. San Marcos nos dice que nuestra fe en Cristo nos hace más fuertes que los males espirituales (los demonios), los males de la sociedad (la dificultad de la armonía por la diferencia de idiomas), los males de la naturaleza (las serpientes) y los males de uno mismo (el veneno). Como cristianos tenemos la certeza de que a pesar de todas las cosas malas que hay en el mundo, las injusticias, los abusos, la violencia, las guerras, las enfermedades, siempre seremos vencedores porque la fe nos garantiza una vida eterna cerca de Dios y en armonía con todos los que amamos. Y, en segundo lugar, san Pablo nos dice que como Jesús tenemos que ser sembradores del bien: lleven una vida digna del llamamiento que han recibido. Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el espíritu con el vínculo de la paz.  Este es el modo en que Cristo que sube al cielo nos invita a vivir.

Esto no es fácil, porque somos débiles y vivir estas virtudes supone mucho esfuerzo. Pero, como sembradores del bien, no estamos solos. Jesús Resucitado y glorioso camina con nosotros, está a nuestro lado, pues Dios reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos. Qué valioso es saber que, a partir de la Ascensión de Jesús, cada uno de nosotros es testigo de lo que Jesús quiere ser para cada persona y de lo que cada persona está llamada a ser: alguien feliz y que hace felices a los demás. Como decía San Agustín: Él ha sido elevado ya a lo más alto de los cielos; sin embargo, continúa sufriendo en la tierra a través de las fatigas que experimentan sus miembros: Tuve hambre y me disteis de comer. (“www.celebrandolavida.org”) ¿Por qué no trabajamos nosotros también aquí en la tierra, de manera que, por la fe, la esperanza y la caridad que nos unen a él, descansemos ya con él en los cielos? Él está allí, pero continúa estando con nosotros; asimismo, nosotros, estando aquí, estamos también con él… por el amor hacia él.

Hoy que celebramos que Jesús es glorificado, hecho todopoderoso, hagamos con nuestras buenas obras que Jesús camine junto a cada ser humano que lo necesita. Que al descender a nuestro corazón en la eucaristía nos eleve para tener un corazón como el suyo.

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