Homilía primer domingo de cuaresma 20240218
En esta Cuaresma Jesús nos llama a la conversión, es decir a
vivir de un modo mejor. La conversión, no es un acto negativo para ver lo que no
está bien en nosotros, sino un acto positivo para ser mejores. Como dice el
Papa Francisco: Cuaresma es tiempo de conversión, tiempo de libertad. Jesús
mismo, fue conducido por el Espíritu al
desierto para ser probado en su libertad. El desierto es el espacio en el que
nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en
la esclavitud. Esto requiere, como dice el evangelio saber tres cosas: que hay
que aprovechar este tiempo, que el reino de Dios está cerca y que tenemos que
tener fe en una buena noticia.
En la vida es necesario saber cuándo es el momento para hacer
algo. Si alguien con 40 años no ha encontrado el momento de ser independiente
de su familia de origen, algo no está bien. O si una pareja después de 20 años
de noviazgo no sabe si deben casarse, algo no va bien. Jesús nos dice que ya ha
llegado el tiempo. Ese tiempo es la cuaresma, el momento del año en el que nos
tenemos que poner a trabajar en ser mejores personas, en descubrir lo que
Cristo ha hecho por nosotros, en tener la certeza del amor de Cristo por cada
uno. No es que el resto del año no sea importante. Pero se acerca la Pascua, el
recuerdo de la muerte y la resurrección de Cristo por nosotros, el tiempo en
que Él nos enseñó un modo nuevo de ser personas con una fe que empuja a amar de
verdad, porque nuestro corazón está lleno de esperanza.
El fruto de este tiempo es la cercanía del reino de Dios. El
reino de Dios es la presencia en nuestras vidas de todo lo que nos permite
desarrollarnos hacia lo mejor de cada uno. El reino hace que nuestro amor no
sea egoísmo, que nuestra inteligencia busque la verdad, que nuestras decisiones
se orienten hacia el bien, que en lo que vivamos, sean cosas positivas o
negativas, descubramos una esperanza que nos permite ir más allá de las cosas.
Como cuando estamos a la orilla del mar y vemos la arena, las olas, el cielo,
el sol. Nuestros ojos no ven solo unos elementos físicos, nuestros ojos descubren
en todo eso la belleza. La maravilla del reino de Dios es ser capaces de
encontrar un sentido a todas las cosas, un sentido que da plenitud a cada
momento que vivimos.
La consecuencia es que abramos nuestra vida a una buena
noticia, eso significa “evangelio”, y que pongamos nuestra fe en esa buena
noticia. ¿Cuál es la buena noticia? La noticia buena es, como nos dice San
Pedro, que Cristo murió, por nuestros pecados, para llevarnos a Dios, aunque no
siempre hemos sido buenos, y que resucitó glorificado. Esto es una buena
noticia para nosotros porque como el mismo San Pedro nos dice: Aquella agua
(se refiere al diluvio) era figura del bautismo, que ahora los salva a ustedes
y que no consiste en quitar la inmundicia corporal, sino en el compromiso de
vivir con una buena conciencia ante Dios, por la resurrección de Cristo Jesús.
Es decir, todos hemos sido salvados, ¿salvados de qué? De lo que nos hace vivir
sin esperanza, de lo que nos hace sentirnos mal y sentirnos malos. De eso hemos
sido salvados para vivir con una conciencia buena, que busca siempre hacer el
bien y evitar el mal, que nos enseña el bien, lo hermoso, lo que vale, porque
está iluminada por la resurrección de Cristo, la victoria de Dios sobre el mal.
Descubrir que tenemos este tiempo como oportunidad para ser
mejores, de que el reino de Dios está cerca de nuestras vidas y de que es importante
creer en el evangelio, requiere esfuerzo y ser más fuertes que nuestras tentaciones
de pereza, de egoísmo, de desesperanza. Jesús nos acompaña en nuestras
tentaciones para que seamos más fuertes: Jesús permaneció cuarenta días en
el desierto y fue tentado por Satanás. Satanás es el ángel rebelde que, lleno
de soberbia, se apartó de Dios y quiere que nos apartemos de Dios. Pero junto a
Dios es donde encontramos la paz, la esperanza, la felicidad y el amor. Como
dice el Papa Benedicto: (Jesús desciende) a los peligros que amenazan al
hombre, porque sólo así se puede levantar al hombre que ha caído. Jesús tiene
que entrar en el drama de la existencia humana, para encontrar así a «la oveja
descarriada», cargarla sobre sus hombros y devolverla al redil.
Como una señal de que Dios está cerca, Dios dice a Noé: Pondré mi arco iris en el cielo como señal de mi alianza con la tierra, y cuando yo cubra de nubes la tierra, aparecerá el arco iris y me acordaré de mi alianza con ustedes y con todo ser viviente. La señal que Dios nos da de su amor en Jesús, es la cruz de Jesús. La cruz es la certeza de que Dios siempre nos ama, de que no hay ninguna cosa que él no esté dispuesto a hacer para mostrarnos su amor. Esa señal la vivimos en cada eucaristía, donde Jesús hace presente el amor que nos entregó en la cruz y en la resurrección. Que esta cuaresma sea el tiempo en que nos convertimos, es decir hacemos que el bien, el reino, esté más presente en nuestra vida y que llevemos la buena noticia del amor de Dios a todos los que lo necesiten con nuestras palabras y nuestras buenas obras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario