CUARESMA II B 20240225
Todos hemos visto como una oruga
bonita se queda quieta, y comienza a ponerse de color muy feo y se queda
colgada de un rincón, sin belleza. Sin embargo, si esperamos unos días, veremos
cómo de esa cosa fea sale una mariposa llena de color. Así son muchas cosas de
la vida. Pero lo que se ve muy fácil en la mariposa, no es tan sencillo cuando
lo estamos pasando mal. Todos en la vida tenemos momentos difíciles, por
enfermedad o por algo malo. Son situaciones que tapan todo lo que pueda haber
de bueno. En este domingo se nos invita a no desanimarnos cuando tengamos que
enfrentar las cosas que nos cuestan para ser mejores en la vida. En especial cuando
sintamos que lo que nos daba seguridad puede llegar a desaparecer.
Lo que nos narra la lectura de Abraham
es la historia de muchos seres humanos. Muchas veces tenemos la experiencia de que
en la vida perdemos lo que amamos, lo que da sentido a nuestra vida. Es un
sentimiento de un profundo dolor y oscuridad. En el caso de Abraham, Dios le
había prometido un hijo y ahora resulta que ese hijo tiene que morir. Aunque
eso le podría quitar a Abraham toda la confianza en Dios, la confianza en el
futuro, la confianza en sí mismo, sin embargo, Abraham obedece y descubre que
Dios nunca abandona a quien, aunque sea con dificultades, pone su confianza en
Él.
¿Por qué tenemos que tener la
seguridad de Dios va a estar siempre cerca y que, de modos que ni siquiera
podemos prever, Dios nos va a sacar de las dificultades? Porque Dios nos ha
dado a su mismo hijo, como dice San Pablo: Dios está dispuesto a darnos todo en
su hijo amado. Así decía Juan Pablo II: Cristo es el
Hijo amado del Padre, la palabra "amado" … nos da a
conocer el amor infinito del Padre al Hijo y, al mismo tiempo, nos revela su
"pasión" por el hombre, por cuya salvación no duda en entregar a este
Hijo tan amado. Todo ser humano puede saber ya que en Jesús, es objeto de un
amor ilimitado por parte del Padre celestial.
Dicho de otro modo, en todo
momento podremos tener la certeza de que el amor de Cristo estará siempre a
nuestro lado, porque Dios nos ha dado a su hijo.
Jesús es quien puede sostenernos
en medio de nuestros miedos, de nuestras dudas. La Transfiguración es el momento
en el que Jesús permite a los apóstoles verle como lo que es de verdad: el Hijo
de Dios glorioso, y el Hijo de Dios amado. Jesús quiere que sus discípulos no
se olviden de quién es cuando lo tengan que ver derrotado en la pasión, lleno
de sufrimientos, despreciado por todos, colgado de la cruz. Cuando parezca que
nada tiene remedio.
Jesús les dice que no cuenten
nada hasta que él haya resucitado de entre los muertos. Los discípulos que no
saben lo que va a pasar y se preguntan: ¿qué quiere decir eso de resucitar de
entre los muertos? Nosotros sí sabemos lo que quiere decir. Resucitar de entre
los muertos quiere decir que antes ha tenido que sufrir y morir, pero también
que todo eso tan malo no es lo definitivo: que lo definitivo es Jesús glorioso
lleno de luz y la presencia del amor de Dios por nosotros. Lo definitivo es que
pase lo que pase, él va a resucitar y vencer el mal.
¿Cuáles son los momentos
difíciles que están pasando en nuestra vida? ¿Cuáles son las montañas que
tenemos que subir con mucha fatiga?, ¿cuáles son los momentos de pasión y de
sufrimiento que en este momento piden que volvamos los ojos a Jesús para
descubrir la presencia del amor de Dios? Jesús con su transfiguración nos da la
seguridad de que el amor de Dios está presente pase lo que pase, por eso es tan
valioso lo que hemos repetido en el salmo: siempre confiaré en el Señor.
Como dice el mismo salmo: aun abrumado de desgracias, Dios siempre nos saca
adelante con la certeza de que lo que es feo como una crisálida de oruga se va
a transformar en una bella mariposa.
Quizá algunos de ustedes han
leído “la bruja, el armario y el ropero” de las Crónicas de Narnia, libro para
niños y para no tan niños. En ella un león, Aslan, es la figura de Jesús. En esta
obra, el león es hecho prisionero y es sacrificado. Pero al amanecer, sus
amigos lo vuelven a encontrar vivo. Cuando le preguntan qué ha pasado, Aslan
les dice que a veces el mal piensa que tiene el poder sobre la gente buena,
pero que cuando una víctima voluntaria, que no ha cometido
traición, es ejecutada en lugar de un traidor, la Mesa se quiebra y la Muerte
misma comienza a trabajar hacia atrás. La transfiguración no es un truco de magia, es la manifestación
de Jesús como el Hijo Amado, que nos muestra un amor más fuerte que nuestros
problemas. La transfiguración de Jesús es el cambio de lo que es malo en bueno
por la fuerza de su amor por nosotros. También en cada misa se produce una
transfiguración: la de un poco de pan y de vino, en el cuerpo y la sangre del
Hijo Amado del Padre, que está ahí para estar en nosotros. Cuando lo recibamos en
nuestro corazón digamos llenos de confianza: SIEMPRE CONFIARE EN TI SEÑOR,
PORQUE ESTOY SEGURO DE CUANTO ME AMAS.
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