sábado, 10 de febrero de 2024

DE MONSTRUOS A HERMANOS: TOCADOS POR JESÚS

 


HOMILIA 6° DOMINGO ORDINARIO CICLO B 

20240211

¿Recuerdan cuando se encuentran Esmeralda y Quasimodo, la criatura jorobada, en la película del Jorobado de Notre Dame? él defiende al malvado Frollo: "¡Él me salvó la vida! Me acogió cuando nadie más lo haría. Soy un monstruo, ¿sabes?", Esmeralda le pregunta: "¿Frollo te dijo eso?", Quasimodo asintió. "Mírame...", Esmeralda le dice "Dame tu mano, Déjame ver...", ella examina su mano. "Hmm, una línea de larga vida... Oh, y esta significa que eres tímido. Mmm... Pero hay algo raro...", dice Esmeralda. Quasimodo le dice: "¿Qué?". Con una sonrisa, Esmeralda responde: "No veo ninguna... línea de monstruo. Ni una sola. Ahora mírame: ¿Crees que soy malvada?". Quasimodo exclama: "¡No! Eres amable y buena, y.…" Esmeralda lo interrumpe: "Y una gitana. Y tal vez Frollo se equivoque sobre los dos...".

En el evangelio de hoy sucede una escena semejante, cuando Jesús cura al leproso. Los leprosos en la antigüedad eran personas como monstruos. Hoy la lepra es una enfermedad que con un tratamiento adecuado puede curarse. En tiempos de Jesús  la lepra llevaba consigo la expulsión de la persona de la convivencia con los demás y de la cercanía a Dios. La ley de Moisés era inflexible: traerá la ropa descosida, la cabeza descubierta, se cubrirá la boca e irá gritando: '¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro!' Mientras le dure la lepra, seguirá impuro y vivirá solo, fuera del campamento. Podemos imaginarnos lo que significa para una persona, el no encontrar puerta abierta ni la puerta de los hombres, ni la puerta de Dios. Si alguno de nosotros se ha sentido así, con todas las puertas cerradas, podrá entender al leproso.

Pero Jesús permite que el leproso se le acerque y le hable. En tiempo de Jesús, cuando un leproso se acercaba a los sanos , le tiraban piedras para que se alejase. ¿Es esta nuestra respuesta cuando alguien se nos acerca? No sé... Pero Jesús no. El, seamos como seamos, nos permite acercarnos, sin los disfraces del orgullo y de la autosuficiencia, para que le abramos nuestro corazón, y le digamos: "Si tú quieres, puedes curarme”. Cuando nos damos cuenta de que solos no podemos con un problema, o con la situación de un hijo, o de mi cónyuge… Cuando hemos intentado ser mejores y no lo logramos. Al final siempre nos queda Jesús para acercarnos y pedirle: Si tú quieres puedes curarme.

Ante el leproso Jesús solo tiene una respuesta: Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: "¡Sí quiero: ¡Sana!". Jesús primero se compadece, luego lo toca y luego le habla. Primero se hace cercano con su corazón, luego con su presencia y al final con su palabra. Así nos trata Dios, como una mamá a su hijo, lo acaricia con su corazón, con su mano y con su palabra. Cuando nos acercamos a Dios, Él nos toca con su amor, con su misericordia. En estos días en que celebramos el amor y la amistad, debemos darnos cuenta de que el primero que nos ama y el primer amigo es Dios. El corazón de Dios es el primer corazón que nos ama, incluso antes de que nuestra mamá sepa que existimos.

Luego Jesús toca al leproso, aunque estaba prohibido. Todos hemos sentido la necesidad de que alguien nos toque, nos abrace, nos acaricie. Jesús quiere estar tan cerca como para tocarnos. Jesús nos toca en los sacramentos: cuando en la eucaristía se hace una sola cosa con nuestra alma, o cuando en la confesión saca de nuestra alma lo que nos separaba de él y nos hace sus amigos. Jesús me toca para que yo experimente que lo que me angustia, no es más fuerte que el amor que él me tiene. Tocarme es decirme: mi amor es más fuerte que tu debilidad. Como decía el Papa Francisco: La misericordia de Dios supera toda barrera y la mano de Jesús tocó al leproso. Él no toma distancia de seguridad y se expone directamente al contagio de nuestro mal; así nuestro mal se convierte en el lugar del contacto: Él, Jesús, toma de nosotros nuestra humanidad enferma y nosotros de Él su humanidad sana y capaz de sanar. Cada vez que recibimos con fe un Sacramento: el Señor Jesús nos «toca» y nos dona su gracia. Cuando Jesús toca al leproso, que se sentía lo peor de lo peor, le está diciendo: mi amor por ti es más fuerte que tu debilidad. Apóyate en mí.

Finalmente, Jesús habla al leproso y le dice: Quiero, queda limpio ¿Qué significa estar limpio? Estar limpio para el leproso era poder ser persona completa, en su relación con Dios y con los demás, una persona completa, más fuerte que los defectos y con toda la riqueza de sus cualidades. Estar limpio es tener la seguridad de que puedo estar cerca de Dios y puedo estar cerca de los demás. ¿Qué significa para nosotros estar limpios? Quiza puede significar ser capaces de vivir coherentemente nuestra condición de hijos de Dios y de hermanos de los demás, o cumplir los mandamientos centrales de la ley: amarás a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo. Y si de nuevo un día vemos que nuestro corazón se ha vuelto a enfermar, siempre podremos acercarnos a Jesús, que nos mirará con misericordia, nos tocará y nos dirá con cariño: Hoy estás limpios para empezar de nuevo.

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