HOMILIA DE NAVIDAD
25.12.2023
Una frase que vamos a repetir en
estos días es la de ¡¡Feliz Navidad!! Sin embargo, esta Navidad en muchos
lugares no habrá muchas de las cosas que se nos hacen normales. Cuando pensamos
en una navidad normal pensamos en una navidad con Santa, comilonas, reuniones
familiares, regalos… Y, sin embargo, nada de eso hubo en la primera navidad. En
la primera navidad solo hubo una familia que recibió a un niño, lo envolvió en
vendas y lo pusieron en un pesebre. En la primera navidad los únicos que
llegaron a ver a Jesús fueron unos pastores, personas que vivían lejos de las
comodidades y que eran rechazados porque no podían vivir según la ley de Moisés.
En la primera navidad los que la vivieron no tenían modo de rodearse de muchas
cosas bonitas, como le pasa a muchas familias del mundo que no tienen lo que
nosotros tenemos en navidad. Entonces ¿qué es una navidad normal? La palabra de
Dios nos ayuda a juntar las piezas que forman el puzle de una Navidad normal,
la Navidad que nos vino a traer Jesús en Belén:
La primera pieza de la navidad es la
alegría. El profeta Isaías habla de un mensajero que trae buenas noticias, de
unos vigilantes que se alegran porque el rey llega a la ciudad, y de unas ruinas,
que si pudiesen platicar, se alegrarían porque viene el tiempo de volver estar
de pie con esplendor. La alegría de la Navidad es la de quien se entera de cosas
buenas y la de quien sabe que está a punto de ver a quien le hará un gran bien.
La segunda pieza de la navidad es la
redención, que consiste en que Jesús nos quita lo que no está bien en nuestro
corazón. El nombre de Jesús signifia “Dios Salva”, porque es el mismo hijo de
Dios quien, al hacerse hombre como nosotros, nos quita los pecados, es decir
nos quita el peso de las obras malas que hay en nuestro corazón. Cuando hacemos
algo que no está bien, experimentamos un peso en el corazón, nos da pena, nos
sentimos mal. Y buscamos quitarnos ese peso. A veces lo hacemos contando lo que
hemos hecho a alguien, otras veces lo hacemos pidiendo perdón a quien hemos
podido ofender, o buscamos confesarnos para sentir el alivio de la absolución.
Jesús, al hacerse hombre, uno como nosotros, nos dice que le podemos contar
todo lo que queramos, que él siempre nos perdona y nos hace sentir el alivio de
que las cosas malas de nuestra vida no nos hacen esclavos para siempre. Jesus
nace para rescatarnos de toda maldad y nos ayuda a dedicarnos a las buenas
obras.
Y así llegamos al tercer elemento de
la navidad que es el poder estar unidos con Dios y en Dios: Jesús se ha hecho
uno de nosotros para hacernos hijos de Dios, para que podamos volver a estar
unidos a Dios. Como los primeros seres humanos se apartaron de Dios, nos cuesta
más hacer el bien que hacer el mal, nos atraen más las cosas materiales que las
cosas espirituales. La presencia de Jesús, que es el Hijo de Dios, la Palabra,
que nos habla de parte de Dios, que se
hizo hombre y habitó entre nosotros, nos permite ser hijos de Dios, esto
es, poder estar cerca de él, poder hacer del bien algo más fuerte que el mal,
poder hacer, usando la imagen de san Juan, que la luz sea más fuerte que la
oscuridad. El evangelio de hoy termina diciendo que, con Jesús, podemos ser cada día mejores, o sea, no solo saber lo
que está bien o está mal, como hacía la ley de Moisés, sino ser buenos y hacer
el bien, porque Jesús, presente en nuestra vida por su nacimiento, nos lleva de
la mano en nuestro camino.
Todo esto es lo que tendría que ser
una navidad normal: llenarnos de alegría porque tenemos la certeza de que, al
ver a Jesús recién nacido, lo malo del mundo o de nuestro corazón, no es más
fuerte que lo bueno, pues Jesús nos hace buenos. Celebrar una navidad normal es
recordar que Jesús nace para que nunca se nos olvide que él siempre está ahí,
que no nos abandona, que camina a nuestro lado.
En estos días, cuando veamos la
imagen del niño Jesús en el nacimiento, llenemos nuestro corazón de gratitud y
de alegría, porque podemos ser buenos, porque podemos ayudar a los demás,
porque podemos ser buenos para los demás, como Jesús es bueno para todos
nosotros en cada navidad. Como dice una oración del Papa Francisco: Eres tú, Jesús, el Hijo que me hace hijo. Me
amas como soy, no como yo me creo que soy. Al abrazarte, Niño del pesebre,
abrazo de nuevo mi vida. Acogiéndote, Pan de vida, también yo quiero entregar
mi vida. Tú que me salvas, enséñame a servir. Tú que no me dejas solo, ayúdame
a consolar a tus hermanos, porque desde esta noche todos son mis hermanos. Si
hacemos esto podremos ayudar a muchos a vivir una navidad normal, nos
llenaremos de alegría, nos sentiremos libres de lo malo que pueda haber en nuestra
vida y tendremos la certeza de que Dios ha hecho su casa en nuestro corazón.
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