ADVIENTO
DOMINGO 1 B 20231203
Estamos en una época con tantas cosas brillantes alrededor,
que nos pueden distraer, hasta pensar que no necesitamos a Jesús, como dice el
profeta Isaías: "Nadie invocaba tu nombre, nadie se levantaba para
refugiarse en ti, porque nos ocultabas tu rostro y nos dejabas a merced de
nuestras culpas". Pero ¿no sentimos como si alrededor todo estuviera
mal? todo parece estar turbio: la política, la economía, la violencia. Vemos el
ansia, aun pasando por encima de los demás, de poder, de tener y de gozar. Y el fondo de todo está en el mal que
habita en el corazón humano, como dice Isaías: "Nosotros pecábamos y te
éramos siempre rebeldes.; todos estábamos marchitos, como las hojas, y nuestras
culpas nos arrebataban, como el viento".
Cuando uno está en una situación
negativa, para salir adelante, tiene que reconocer que eso está mal, como si estamos
enfermos y nos empeñamos en decir que estamos bien; así nunca nos vamos a
curar. Si hay cosas que no están bien y no hacemos nada para cambiar de ruta,
vamos a seguir igual de mal. Cuando percibimos que no estamos del todo bien y reconocemos
que nos hace falta Jesús como nuestro salvador, Él nos saca adelante. El
Adviento nos hace reconocer que necesitamos a Dios en nuestras vidas, que
necesitamos que venga Jesús a nuestro corazón.
Por eso, el Adviento es tiempo para
poner en nuestro corazón una petición y una certeza. La petición es que Dios
venga a nosotros en Jesús que nace, porque lo necesitamos, como cuando un niño
está perdido y no sabe encontrar el camino de regreso. El Adviento nos invita a
decirle a Dios: "Mira, sé que no lo he hecho bien, pero no sé cómo
regresar; te pido que tú me busques, me encuentres y me ayudes a tener paz en
el corazón". La certeza es que Dios nunca nos va a abandonar porque, como
dice el profeta: "Tú, Señor, eres nuestro padre y nuestro redentor; ése
es tu nombre desde siempre… Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el
barro y tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos". Dios nunca
nos abandona, ni permite que lo malo sea nuestro dueño. Como San Pablo escribe
a los primeros cristianos: "Él los hará permanecer irreprochables hasta
el fin, hasta el día de su advenimiento. Dios es quien los ha llamado a la
unión con su Hijo Jesucristo, y Dios es fiel".
Dios nos ha llenado de cualidades
para hacer el bien. Si hiciéramos una lista de todo lo bueno que tenemos, nos
daríamos cuenta de lo valiosos que somos. Cuando vemos que somos generosos,
solidarios, sinceros, justos, o que controlamos nuestros enojos… ¡qué larga
podría ser esta lista! Si viéramos los dones que tiene nuestro cónyuge, o
nuestros hijos, nos llenaríamos de gratitud a Dios por todo lo que él les ha
regalado. El Adviento es un tiempo para descubrir todas las cosas buenas que
Dios ha sembrado en nosotros. Estas cualidades son regalos para hacer felices a
los demás. Así como pensamos en los regalos que vamos a pedir que el niño Jesús
nos haga a través de San Nicolás o de los Reyes Magos, tendríamos que pensar en
los regalos que el niño Jesús quiere hacer a los demás a través de nosotros.
¿Ante la responsabilidad por los
dones recibidos, qué tenemos que hacer? El Adviento nos deja una consigna:
vigilar, estar atentos. ¿Qué es lo que tenemos que vigilar? ¿A qué tenemos que
estar atentos? A la venida de Jesús. La venida de Jesús es la venida del mayor
bien, que es el amor de Dios que se hace humano como nosotros. El Evangelio nos
dice que el mejor modo de vigilar y estar atentos es hacer lo que Jesús espera
de nosotros, es esforzarnos por hacer bien lo que nos toca hacer. Ese es el
sentido de la parábola del portero que Jesús cuenta en el Evangelio. A veces
podemos desanimarnos para hacer las cosas bien cuando vemos tantas cosas malas
a nuestro alrededor. Podemos "dormirnos" como dice el Evangelio: "No
vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo". Dormirse
es dejar de hacer el bien, dormirse es pensar que no merece la pena ser mejores
personas, dormirse es cerrar la puerta del corazón a los hermanos que nos
necesitan o a los momentos de oración con Dios. Estar despierto es vivir de
modo pleno y consciente, con una preocupación dirigida hacia el bien de los
demás sin dejarnos llevar por la distracción o por la superficialidad.
Cuando nos desanimemos, sigamos
adelante con la esperanza cierta de que Jesús no falla. Nosotros a veces
fallamos. Él no falla. Acordémonos de la historia, de aquel que veía en la
playa cuatro huellas y le dijo a Dios: "¿Por qué veo cuatro huellas?"
Y Dios le dijo: "Es que yo siempre voy a tu lado". Pero un día en que
lo estaba pasando muy mal, solo veía dos huellas. Y entonces le preguntó a
Dios: "¿Por qué solo veo dos huellas?" Y Dios le dijo: "Porque
cuando lo pasas mal, no voy a tu lado; cuando lo pasas mal, yo te cargo".
En este Adviento, tengamos la seguridad de que Jesús viene para llenarnos de su
amor y hacer que nuestros dones nos llenen de felicidad a nosotros y a los que
nos rodean.
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