sábado, 4 de noviembre de 2023

IMPORTANTES Y SERVICIALES: TRAMPA O TRIUNFO

 



HOMILIA DOMINGO XXI TIEMPO ORDINARIO CICLO A

A veces queremos ser reconocidos, gente a la que todos aplauden. Pero la pregunta es cómo ser significativos, sin tender a ser líderes que ponen a los demás debajo de ellos, o como ser importantes sin aplastar a la gente que de alguna manera depende de nosotros. La historia está llena de personajes famosos que quisieron ser reconocidos, a costa de quienes tenían que servir. Pues nunca tenemos que olvidar que todos somos iguales en dignidad como acabamos de escuchar en el profeta Malaquías: "¿Acaso no tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos traicionamos entre hermanos?".
A veces comenzamos a querer ser señalados con buena intención, porque sentimos que desde cierta posición vamos a ayudar a otros o porque podremos desarrollar nuestras cualidades, como cuando alguien quiere encabezar un apostolado o un deportista aspira a una medalla como corona de su desarrollo profesional. Pero también puede pasarnos que al estar en un puesto de importancia en vez de usarlo para servir a los demás, lo usamos para servirnos de ellos. El problema no es que eso nos pase, pues todos somos frágiles. El problema es que no nos demos cuenta de que nos está pasando, o peor, que, al darnos cuenta, no estemos dispuestos a cambiar ese modo de proceder.
Este modo de actuar tiene como consecuencia el que dañamos a las personas, porque no les dejamos desarrollarse o humillamos, los hacemos sentirse inferiores. También tiene como consecuencia el que los dañamos porque los desviamos del camino del bien. Cuando a alguien en un puesto relevante no le importa el mal ejemplo que da, invita a que quienes lo admiran sigan ese camino y hace que quienes son más frágiles, puedan tomar decisiones que les perjudican. Pensemos en un influencer, un actor o un deportista que promoviera comportamientos racistas o agresivos, o el consumo de sustancias adictivas. Su comportamiento estaría dañando muy seriamente a los demás. Eso es señala la primera lectura cuando el profeta habla con dureza a los dirigentes del pueblo: "Ustedes se han apartado del camino, han hecho tropezar a muchos en la ley". O lo que dice Jesús de los fariseos: "Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra".
Los que ocupan lugares importantes tienen que tener cuidado con su comportamiento, porque muchos ojos los miran y muchas vidas los van a imitar. Pero esto también puede pasarnos en casa cuando queremos servirnos de nuestro esposo o esposa, siendo prepotentes porque creemos tener derechos sobre él o ella. O pasa con los hijos o los nietos, que así como imitan lo bueno de nosotros, nuestra generosidad, nuestro espíritu de trabajo, nuestra caridad, también pueden verse incitados a imitar lo malo: nuestra dureza, críticas, envidias y enojos, u otras cosas peores.
Al sabernos encumbrados podemos dejarnos llevar por la vanidad y la soberbia, buscando nuestro honor propio. ¡Esto hace tanto daño! Como lo decía Jesús en el evangelio: "Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame 'maestros'". Jesús nos propone un examen de conciencia porque todos tenemos alguien que puede depender de nosotros. Es como si Jesús nos hiciese cuatro preguntas: ¿para qué hago las cosas? ¿Qué me agrada cuando estoy con los demás? ¿Qué me gusta en el modo en que ellos me tratan? ¿Cómo reacciono ante los halagos que se me hacen?
Jesús por el contrario nos dice: "Que el mayor de entre ustedes sea su servidor". Somos líderes cuando servimos, cuando todo lo hacemos para el bien de nuestros prójimos. Esa es la verdadera importancia del ser humano.
Cuando San Pablo se dirige a los cristianos de la ciudad de Tesalónica, destaca cuatro actitudes que nos convierten en líderes: el actuar siempre con ternura y afecto hacia los demás, estar dispuestos a entregarnos y sacrificarnos por ellos, llevar a cabo un trabajo serio en beneficio de su bienestar, y mantener un corazón agradecido hacia Dios y todos los que nos rodean. Estas actitudes, que son como cuatro puntos cardinales, nos impiden caer en la trampa de la soberbia cuando desempeñamos un papel valioso en la vida de alguien. Estas cuatro actitudes se resumen en una frase: 'Nuestro afecto por ustedes es tan grande que hubiéramos deseado ofrecerles no solo el Evangelio de Dios, sino también nuestra propia vida, porque ustedes han llegado a ser sumamente queridos para nosotros. O esta escena de Frozen: Anna está al borde de la congelación porque no logra comprender el significado del amor. Olaf le dice: "El amor es poner las necesidades de otra persona por encima de las tuyas, como cuando Kristoff te trajo de regreso aquí con Hans ". Llena de asombro Anna pregunta: "¿Kristoff me ama?". Entonces Anna se alarma al ver que Olaf comenzaba a derretirse y él la tranquiliza: "Hay personas por las que vale la pena derretirse".
Jesús es nuestro líder porque no nos redime desde la prepotencia. Se hace nuestro amigo con ternura, se entrega totalmente a nosotros, no deja de hacer todo lo que está de su parte para hacernos felices y vive la esencia de la gratitud que es el reconocimiento de lo mucho o poco que nosotros hacemos para intentar ser mejores.
Cada eucaristía vuelve a repetir este mismo milagro: el que es más elevado, el que es nuestro Señor, se hace pequeño para servirnos desde nuestro corazón. Ojalá sepamos ser tan importantes para nuestros hermanos que les podamos servir dándoles lo mejor de nosotros siempre que lo necesiten.

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