HOMILÍA DOMINGO XXX TO CICLO C
2022.10.23
¿Cuál es el principal problema para
que dos personas sean amigas de verdad? Ciertamente no son los fallos que uno
pueda tener, o sea nuestros pecados. El principal problema para que dos
personas puedan ser amigas de verdad es la soberbia.
¿Se acuerdan de Kung Fu Panda? Él
había sido elegido el Guerrero Dragón, pero carecía de la técnica de los demás
maestros. Cuando Tai Lung el leopardo villano amenaza el valle, Po y su
maestro, Shifu, huyen con el Pergamino del Dragón para vencer al villano. Pero
cuando lo abren, descubren que es un espejo.
Desesperado, Panda regresa a la
tienda de su padre el pato, el Sr. Ping quien le revela el ingrediente secreto
de su famosa sopa de fideos: "El ingrediente secreto es... ¡ninguno!"
y le explica: "Para hacer algo especial, solo tienes que creer que es
especial." Panda comprende el
mensaje del pergamino del dragón: El verdadero poder estaba dentro de él.
Porque la grandeza no depende de un añadido externo, como un currículum
perfecto, sino de la aceptación humilde del propio ser que Dios nos ha dado y
de su amor en nuestro corazón. Esta es, en esencia, la verdadera marca del héroe: la
humildad.
Esta verdad es precisamente la que
Jesús nos enseña hoy en el Evangelio: El domingo pasado nos invitaba a encontrarnos
con él por la oración. Hoy nos dice que, además, tenemos que tener también un corazón
bien dispuesto por medio de la humildad. Para eso nos propone la parábola del fariseo
y del publicano que rezan en el templo. El fariseo en la época de Jesús era una
persona muy apegada al cumplimiento de la ley, hasta el punto de que se
acercaban a Dios para presentarle su Curriculum perfectamente intachable. Por
otro lado, el publicano era un personaje corrupto que cobraba los impuestos al
pueblo de Israel para entregárselo a los romanos, solo que antes se quedaba con
un buen cacho del dinero. Esto hacía que todos los considerasen como pecadores
y era escandaloso que alguien de bien se relacionase con ellos.
Pero aquí tenemos otro problema.
Cuando oímos la parábola del fariseo y del publicano, seguro que ninguno de
nosotros nos identifcamos con el fariseo, quizá algunos nos habremos
identificado con el publicano, pero ¿con el fariseo? De ninguna manera.
Curiosamente, cuando nos ponen un ejemplo de alguien malo, nos vienen a la
cabeza los demás, rara vez nos viene a la cabeza el examen personal para ver si
nosotros estamos siendo así.
Por eso el personaje del fariseo es
un buen examen de conciencia: ¿me creo mejor que los demás? ¿Soy de los que no
tiene nada de qué arrepentirse? Solamente cuando descubrimos que tenemos que
cambiar ciertas cosas de nuestra vida es cuando podemos mejorar.
Hoy está de moda la autoestima, la
valoración de la propia persona con sus peculiaridades y riquezas. Sin embargo,
a veces la autoestima, se puede transformar en sobreestima, cuando en todo
momento intento que salga a flote mi yo: lo que yo hago, lo que yo valgo, lo
que yo he conseguido. El problema no es valorarnos sino pensar que no tenemos
nada que cambiar o nada que mejorar: Todo lo que hago y como lo hago está bien
y punto. Esta actitud se llama soberbia. Y la soberbia es un gran enemigo de la
persona humana. Tenemos que cuidar que la soberbia no se nos meta en las
relaciones con Dios.
Todos aprendimos que el remedio
contra la soberbia es la humildad. La verdadera humildad es reconocer lo que
valemos y los límites que tenemos. Por el contrario, la soberbia es creernos
que valemos mas que todos los demás y que no tenemos nada que cambiar en
nosotros o en nuestras relaciones con Dios o con los demás. Como si fuéramos
perfectos.
Por eso el problema mayor para la
amistad verdadera es la soberbia. A un amigo se le pueden perdonar todos sus
fallos y errores, pero la amistad no tiene modo de seguir adelante si la
soberbia se mete. Si yo me creo incorregible y que tengo siempre la razón,
entonces no habrá amistad posible.
Por otra parte, cuando veamos algo
que mejorar en nuestra vida, como el publicano, no pensemos que Dios está lejos
de nosotros. Al contrario, sepamos que él ya empezó a estar muy cerca de
nuestro corazón. Dios no deja a nadie de lado. Así lo hemos repetido en el
Salmo: El Señor está cerca de sus fieles. El evangelio de hoy nos invita a
mirar nuestro corazón en relación con Dios y nos invita a la verdadera humildad
para que nuestro trato de amistad con Dios sea auténtico. Como nos decía el papa
Francisco: "Para experimentar el encuentro con Él y ser transformados por
la oración, para elevarnos a Dios, necesitamos cultivar la sinceridad y la
humildad de corazón, que nos permiten mirar con honestidad nuestras
fragilidades y nuestra pobreza interior. En efecto, en la humildad nos hacemos
capaces de llevar a Dios, sin fingir, lo que realmente somos, las limitaciones
y las heridas, los pecados y las miserias que pesan en nuestro corazón, y de
invocar su misericordia para que nos cure y nos levante. Él será quien nos
levante, no nosotros."
Que esto nos llene de paz y de esperanza para ser cada día mejores amigos de Dios no por lo perfectos que somos, sino por lo mucho que le amamos a pesar de nosotros mismos.

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