HOMILÍA IV DOMINGO DE PAS
CUA CICLO C 20220508
El cuarto domingo de pascua es conocido como el domingo del
buen pastor, porque escuchamos esa parte del evangelio de San Juan en la que
Jesús se identifica con un pastor que es bueno. Para nosotros es complicada la
imagen del pastor porque e nos escapa un poco lo que implica ser pastor y solo nos
quedamos con esa imagen de Jesús que carga sobre sus hombros una ovejita. Y la
verdad es que necesitamos que nos cargue en sus hombros porque estamos en un
mundo en el que podemos tener la sensación de que todo va mal, hay
enfermedades, hay guerras, hay problemas económicos, hay problemas ecológicos. Nos
podemos sentir como en un valle oscuro, sin saber para donde ir.
Pero el evangelio de hoy nos dice lo que Jesús hace por
nosotros. Lo primero que nos dice Jesús es que somos suyos, luego que nos
conoce, después que nos da la vida eterna y al final que nadie nos arrebatará
de su mano. Todo esto nos tiene que dar una gran seguridad en cualquier
situación que tengamos que pasar.
Estamos acostumbrados a ver películas en las que el
protagonista, el superhéroe tiene que ponerse en riesgo para salvar a los seres
humanos indefensos ante la fuerza del mal y se juega el todo por el todo. En
las escenas finales de la serie de los Vengadores, Thanos, que tiene el guante
todopoderoso y quiere destruir a la humanidad, hace un chasquido con los dedos
y dice: YO SOY INEVITABLE. Pero Iron Man, que le ha quitado las gemas al guante
y las ha replicado en su traje, le responde Y YO SOY IRON MAN, hace un
chasquido con los dedos y todo el mal que Thanos había sembrado desaparece, a
costa de su vida.
Quizá hoy Jesús nos habría contado la parábola del superhéroe
bueno. Es muy hermoso saber que no estamos en las manos del mal, del pecado, de
todo lo malo que hay en el mundo, sino que las gemas, que somos cada uno, están
en las manos de Jesús. Y que Jesús nos ha arrebatado de las manos del mal para
ponernos en sus manos, de las que nadie nos podrá arrebatar. Cuando el mal
dice: SOY INEVITABLE, Jesús le responde: Y YO SOY EL BUEN PASTOR. Estamos en
sus manos, somos suyos, nos conoce a cada uno por nuestro nombre, y nos da la
vida eterna, con la certeza de que el mal nunca será más fuerte que el poder
del amor que nos hace estar en las manos de Jesús.
Como decía Juan Pablo II: Cristo es el Buen Pastor porque
conoce al hombre: a cada uno y a todos. Nos conoce, porque nos ha redimido. El
hace nuevamente de nosotros los hijos de su Eterno Padre; obtiene, de una vez
para siempre, la salvación de cada uno de los hombres y de todos, de aquellos
que nadie arrebatará de su mano... En efecto, ¿quién podría arrebatarlos? ¿Quién puede aniquilar la obra de Dios mismo,
que ha realizado el Hijo en unión con el Padre? Hemos sido hechos de nuevo la
propiedad del Padre por obra de este amor, que no retrocedió ante la ignominia
de la cruz, para poder asegurar a todos los hombres: "Nadie os arrebatará
de mi mano" (cf. Jn 10, 28). Cada
uno de los cristianos está llamado a la participación de esta certeza: ¡Realmente
he sido abrazado por el Amor, que es más fuerte que la muerte, y más fuerte que
el pecado! Conozco a mi Redentor. Conozco al Buen Pastor de mi destino y de mi
peregrinación.
Esto requiere de nosotros que escuchemos su voz y le sigamos.
Las lecturas nos han enseñado que tenemos que seguir la voz de Jesus aun cuando
esto nos implique dificultades, con la seguridad de que venceremos al mal.
Escuchar y Seguir. Son dos verbos que nos podrían parecer pasivos, o sea de
borreguitos. Pero escuchar significa abrir de par en par las puertas del
corazón para identificarnos con lo que nos dice el buen pastor. Seguir
significa que tomemos la decisión de vivir lo que nos presenta el buen pastor.
¿Qué nos dice y qué tenemos que decidir? Nos dice que nos decidamos a vivir su
mandamiento que nos hará felices de verdad: ESTE ES MI MANDAMIENTO NUEVO: QUE
SE AMEN LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO LOS HE AMADO.
En todas las situaciones de nuestra vida, cuando nos sintamos
tristes o cuando nos estalle el corazón de alegría, recordemos lo que hoy nos
ha dicho el salmo: El Señor es Dios, él fue quien nos hizo y somos suyos,
somos su pueblo y su rebaño. Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es
eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba. O lo que dice el
Apocalipsis: el Cordero, que está en el trono, será su pastor y los
conducirá a las fuentes del agua de la vida y Dios enjugará de sus ojos toda
lágrima.
Esta es nuestra certeza: estamos en las manos de Jesús y las
manos de Jesús tienen las llagas que recuerdan que su amor por nosotros no
tiene fin, seamos como seamos, estemos donde estemos. Es el buen pastor,
estamos en sus manos, estamos en su corazón. Hoy ¿estás triste? Pídele a Jesús
que nunca te suelte de su mano. ¿Hoy estás alegre? Agradécele a Jesús que es
nuestro Buen Pastor, el que lleva sobre sus hombros tu persona, tu familia y a
todos los que tú amas.
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