XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
En las grandes historias
normalmente destaca que el protagonista da todo lo que tiene y es para
implantar el bien, incluso, a veces, a costa de su vida. En las historias de
superhéroes, con sus grandes poderes de volar o lanzar rayos, lo importante es que
entregan su vida personal para dedicarse completamente a la causa del bien.
Bruce Wayne deja de tener vida personal para luchar contra el mal en Gotham
como Batman. Algo semejante les pasa a todos los demás. Lo más valioso en un
superhéroe es el corazón con el cual se entrega a que el bien esté por encima
de todo, incluso de sus propios miedos y fragilidades.
En este domingo que nos empieza a preparar para el fin del año litúrgico, que termina en la fiesta de Cristo Rey, se nos invita a reflexionar sobre qué estoy dispuesto a dar: ¿lo mejor de mí, o solo lo mediocre?
Las lecturas de hoy nos proponen, con el ejemplo de dos viudas, darnos cuenta de que, dar de verdad, implica en primer lugar una gran generosidad de corazón. La viuda de la primera lectura aunque no tiene nada más, prepara el último de sus panes al profeta. La viuda del Evangelio, quien solo posee un par de moneditas, las entrega para el servicio de Dios. Podríamos pensar: Qué tontería, mejor gástalo en comida para ti; total, ¿qué pueden hacer dos monedas para Dios? Sin embargo, a Dios no le interesan las dos monedas, como al profeta no le interesaba el pan. Lo importante es el corazón generoso.
Lo segundo es que ese corazón generoso confía plenamente en Dios. Esta es la gran riqueza de las dos viudas. En este domingo podemos preguntarnos: ¿Hemos crecido en confianza en Dios? quizá ha sido un año dificil en lo económico, en la familia, en la salud o en las amistades. Sin embargo, hoy Dios nos pregunta:¿Confías plenamente en mí? Porque, si confías plenamente en mí, tendrás la certeza de salir adelante.
La mujer de la primera lectura confió plenamente en Dios porque, a través del profeta que le dice: “No se va a acabar ni el aceite ni la harina”, confía en que Dios le estaba hablando para entregar lo poquito que le quedaba al profeta. Pero la viuda del evangelio quien le dice: “Oye, echa las dos monedas”. Esta viuda del evangelio tiene una particular relación con Dios que le permite escuchar su voz en su corazón. Es la presencia del Espíritu Santo la que le da la fuerza para entregar con generosidad sus monedas.
Estos son los dos caminos a través de los cuales Dios, nos habla cuando nos pide generosidad. Por una parte, está el camino de las mediaciones entre Dios y nosotros: un sacerdote, un amigo, cualquier situación en la que, alguien llega a nuestra vida y nos deja un mensaje en el que reconocemos a Dios que habla para que le entreguemos algo de corazón. Por otro lado, también Dios habla en nuestro corazón. Esto implica una relación en la cual soy capaz de escuchar al Espíritu Santo y le respondo con generosidad. Esto no requiere ser un gran teólogo, ni una carrera universitaria; lo único que requiere es un corazón sincero, generoso, que se abre a Dios, nuestro Señor. Si tenemos una relación viva, sincera, auténtica con Dios, podremos escucharlo. Una relacion que nace de la certeza de lo que hemos repetido en el salmo: El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.
El evangelio también nos habla de otros personajes, a los que Jesús señala duramente: Los fariseos y escribas, quienes en teoría conocían la ley perfectamente, tenían gran inteligencia y buena posición social; sin embargo, su corazón estaba cerrado a Dios. Por eso Jesús los llama hipócritas: hombres que no están dispuestos a dejar que Dios toque su corazón. Quizá son piadosos, van al templo, rezan, leen la Biblia, pero su corazón está cerrado a Dios, y por lo tanto no pueden escuchar su voz ni relacionarse verdaderamente con Él. Pero todo lo que hacen no vale para nada, pues su corazón está cerrado a Dios.
¿Cómo entregar nuestras “moneditas”? Revisando nuestra relación con Dios y los demás: ¿Hacemos oración o examen de conciencia de vez en cuando? ¿Somos generosos cuando, a través de su providencia, Dios nos pide caridad, generosidad, desprendimiento, confianza? Cada uno sabe lo que Dios le pide en su corazón y cómo le va respondiendo; a veces en cosas muy sencillas, como poner la mesa en casa o hacer un favor oculto a alguien, sabiendo que ni siquiera se enterará de que le hemos hecho ese favor. O cuando Dios nos dice: “No seas enojón, modera tu carácter, no te permitas enseguida pensar mal de los demás”. Dios habla en nuestro corazón, y nosotros decidiremos abrirlo o cerrarlo. Este es el modo de entregar las “moneditas”. Como dice un obispo americano, Mons Barron: La ley del don de Juan Pablo II es una paradoja pura: dice que tu ser aumenta en la medida en que lo das. Esto es lógica teológica, no lógica común. La lógica del mundo dice: Si viene una sequía, asegúrate de tener suficiente para superarla. Llénate en cada oportunidad'. Pero la lógica de Dios es diferente: cuando te encuentres al límite, al final, da— incluso lo poco que tienes—y verás cómo se multiplica una y otra vez." Sigamos siempre el ejemplo de Jesús, como hemos oído en la carta a los hebreos: Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Así el entregó sus dos moneditas, todo su ser, para que Dios nos conceda ser, hombres y mujeres que, desde la escucha a Dios, crean generosidad en el servicio y en la atención a los demás. Que así sea.
En este domingo que nos empieza a preparar para el fin del año litúrgico, que termina en la fiesta de Cristo Rey, se nos invita a reflexionar sobre qué estoy dispuesto a dar: ¿lo mejor de mí, o solo lo mediocre?
Las lecturas de hoy nos proponen, con el ejemplo de dos viudas, darnos cuenta de que, dar de verdad, implica en primer lugar una gran generosidad de corazón. La viuda de la primera lectura aunque no tiene nada más, prepara el último de sus panes al profeta. La viuda del Evangelio, quien solo posee un par de moneditas, las entrega para el servicio de Dios. Podríamos pensar: Qué tontería, mejor gástalo en comida para ti; total, ¿qué pueden hacer dos monedas para Dios? Sin embargo, a Dios no le interesan las dos monedas, como al profeta no le interesaba el pan. Lo importante es el corazón generoso.
Lo segundo es que ese corazón generoso confía plenamente en Dios. Esta es la gran riqueza de las dos viudas. En este domingo podemos preguntarnos: ¿Hemos crecido en confianza en Dios? quizá ha sido un año dificil en lo económico, en la familia, en la salud o en las amistades. Sin embargo, hoy Dios nos pregunta:¿Confías plenamente en mí? Porque, si confías plenamente en mí, tendrás la certeza de salir adelante.
La mujer de la primera lectura confió plenamente en Dios porque, a través del profeta que le dice: “No se va a acabar ni el aceite ni la harina”, confía en que Dios le estaba hablando para entregar lo poquito que le quedaba al profeta. Pero la viuda del evangelio quien le dice: “Oye, echa las dos monedas”. Esta viuda del evangelio tiene una particular relación con Dios que le permite escuchar su voz en su corazón. Es la presencia del Espíritu Santo la que le da la fuerza para entregar con generosidad sus monedas.
Estos son los dos caminos a través de los cuales Dios, nos habla cuando nos pide generosidad. Por una parte, está el camino de las mediaciones entre Dios y nosotros: un sacerdote, un amigo, cualquier situación en la que, alguien llega a nuestra vida y nos deja un mensaje en el que reconocemos a Dios que habla para que le entreguemos algo de corazón. Por otro lado, también Dios habla en nuestro corazón. Esto implica una relación en la cual soy capaz de escuchar al Espíritu Santo y le respondo con generosidad. Esto no requiere ser un gran teólogo, ni una carrera universitaria; lo único que requiere es un corazón sincero, generoso, que se abre a Dios, nuestro Señor. Si tenemos una relación viva, sincera, auténtica con Dios, podremos escucharlo. Una relacion que nace de la certeza de lo que hemos repetido en el salmo: El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.
El evangelio también nos habla de otros personajes, a los que Jesús señala duramente: Los fariseos y escribas, quienes en teoría conocían la ley perfectamente, tenían gran inteligencia y buena posición social; sin embargo, su corazón estaba cerrado a Dios. Por eso Jesús los llama hipócritas: hombres que no están dispuestos a dejar que Dios toque su corazón. Quizá son piadosos, van al templo, rezan, leen la Biblia, pero su corazón está cerrado a Dios, y por lo tanto no pueden escuchar su voz ni relacionarse verdaderamente con Él. Pero todo lo que hacen no vale para nada, pues su corazón está cerrado a Dios.
¿Cómo entregar nuestras “moneditas”? Revisando nuestra relación con Dios y los demás: ¿Hacemos oración o examen de conciencia de vez en cuando? ¿Somos generosos cuando, a través de su providencia, Dios nos pide caridad, generosidad, desprendimiento, confianza? Cada uno sabe lo que Dios le pide en su corazón y cómo le va respondiendo; a veces en cosas muy sencillas, como poner la mesa en casa o hacer un favor oculto a alguien, sabiendo que ni siquiera se enterará de que le hemos hecho ese favor. O cuando Dios nos dice: “No seas enojón, modera tu carácter, no te permitas enseguida pensar mal de los demás”. Dios habla en nuestro corazón, y nosotros decidiremos abrirlo o cerrarlo. Este es el modo de entregar las “moneditas”. Como dice un obispo americano, Mons Barron: La ley del don de Juan Pablo II es una paradoja pura: dice que tu ser aumenta en la medida en que lo das. Esto es lógica teológica, no lógica común. La lógica del mundo dice: Si viene una sequía, asegúrate de tener suficiente para superarla. Llénate en cada oportunidad'. Pero la lógica de Dios es diferente: cuando te encuentres al límite, al final, da— incluso lo poco que tienes—y verás cómo se multiplica una y otra vez." Sigamos siempre el ejemplo de Jesús, como hemos oído en la carta a los hebreos: Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Así el entregó sus dos moneditas, todo su ser, para que Dios nos conceda ser, hombres y mujeres que, desde la escucha a Dios, crean generosidad en el servicio y en la atención a los demás. Que así sea.
1 comentario:
Mil Gracias P. Cipriano por tan excelsa reflexión...tener y poner Toda nuestra confianza y Amor en Padre Dios. Bendiciones Siempre
Publicar un comentario