HOMILIA DOMINGO XXVI TOB 20210925
A veces las exageraciones nos
sirven para tomar conciencia de lo seria que es alguna cosa. Por eso usamos
frases como “ya te lo he dicho un millón de veces” para expresar que hemos
repetido algo más de lo que deberíamos haberlo hecho. Por eso usamos frases
como “ya te lo he dicho un millón de veces” para expresar hemos repetido algo más
de lo que deberíamos haberlo hecho.
Esto es lo que el evangelio de hoy nos
dice cuando Jesús habla de cortarnos una mano o un pie o quedarnos ciegos por
las malas cosas que a veces podemos hacer. Con frecuencia no valoramos algo
hasta que lo perdemos, por eso Jesús nos hace ver que, si nos resultaría
terrible perder una mano, o un pie, o un ojo, nos imaginemos lo que puede ser
perder la posibilidad vivir eternamente felices, porque para eso hemos sido
creados. Para eso, Jesús nos pone en guardia para que valoremos bien las cosas
y nos demos cuenta de que lo importante en esta vida es ser y vivir de tal manera que podamos estar
siempre en el cielo con los que queremos.
Por desgracia no todo sale bien y el
mal y el pecado se hacen presentes para dañarnos y para dañar a los demás. Tenemos
que tener siempre presente que existe el mal y que también nosotros podemos ser
protagonistas del mal. el problema es que lleguemos a pensar que no hay
acciones o intenciones malas, porque eso es lo que hace el enemigo de nuestra
alma para apartarnos de la amistad con Jesús.
Lo mismo sucede con el pecado, el
pecado puede parecer que nos hace sentir bien, a veces nos hace sentir
poderosos o que hemos conseguido lo que queríamos, pero luego, cuando vemos las
consecuencias, resulta que el pecado solo deja amargura, transforma las cosas
que eran para el bien en cosas que hacen daño y al final siempre nos hace ver
que no tendríamos que haber tomado ese camino. Tenemos que aprender a
distinguir lo que es malo y nos hace mal de lo que es bueno y nos hace bien. Y
cuando pensamos en el mal que hace el pecado, tenemos que mirar de modo
prioritario el mal que hacemos en nuestra relación con los demás o el mal uso
que hacemos de los bienes que se nos han confiado. Como dice la segunda lectura
de hoy, el mal uso de los bienes materiales y el ser injustos con los demás se
convierten en causa de mucho mal a nuestro alrededor. Por eso tenemos que
cuidar que esos males no estén presentes en nuestra vida con tanta atención,
como lo haríamos para cuidar nuestra mano, nuestro pie o nuestro ojo.
Es siempre necesario distinguir el camino del
mal y el camino del bien. No sé si se han fijado el modo en que en las películas nos
presentan al buen personaje y nos presentan al mal personaje. Cuando nos
presentan al bueno, la música es armoniosa alegre, da paz al corazón. Cuando
nos presentan al malo, la música es tensa, oscura y nos deja con desasosiego. Lo
mismo sucede con el camino del mal y el camino del bien. Uno nos llena de
amargura y el otro nos llena de paz. Tomar el camino del bien, a veces puede
ser un poco más difícil, o se nos puede presentar como más arduo, sin embargo,
es el camino que lleva a la paz.
Al enfrentarnos al mal, nos puede
venir un desánimo, pues no es agradable que las cosas que no funcionan en nuestra
vida estén más presentes de lo que es conveniente. Cuando nos sentimos
imperfectos y pensamos que no podemos ser camino del bien, debemos darnos
cuenta de que la obra maravillosa de la misericordia de Dios es que, de
nosotros, que somos imperfectos y que muchas veces nos apartamos del camino del
bien, Él es capaz de sacar mensajeros de esperanza y sembradores de valores y
de virtudes.
Por eso, siempre, junto a las
llamadas a señalar los males, Jesús nos hace ver que su palabra puede llegar a
todos, aunque no cumplan todos los requisitos. Es la primera parte del
evangelio de hoy, en el que los discípulos quieren impedir que unos que no son
de su grupo también prediquen la palabra de Dios. También las personas que no
son perfectas, igual que nosotros, pueden también ser testigos del bien a
través de los cuales Dios puede llegar a los demás.
Dios tiene caminos maravillosos, de
modo que al mismo tiempo que tenemos que hacer todo lo posible para hacer el
bien, para que nuestro corazón sea bueno, para ser justos con los demás, para
usar de modo adecuado los bienes materiales, también confiemos en la
misericordia de Dios, que puede transformar en bienes para los demás las realidades
que en nosotros no son tan buenas. Este es el poder de la misericordia, ser
capaz de hacer de lo malo, algo que se orienta hacia el bien.
En este domingo, por lo tanto,
podemos quedarnos con dos tesoros en el corazón, el primero el tesoro de
valorar todo lo que Dios nos pide, para que seamos felices a través de las
virtudes que podemos ejercer, y el segundo, el tesoro de la misericordia de
Dios que hace que nuestros defectos puedan ser sanados para que siempre sean
beneficiosos para los demás.
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