domingo, 29 de septiembre de 2024

SOY IMPERFECTO, ¡PERO SIRVO!

 

HOMILIA DOMINGO XXVI TOB 20210925

A veces las exageraciones nos sirven para tomar conciencia de lo seria que es alguna cosa. Por eso usamos frases como “ya te lo he dicho un millón de veces” para expresar que hemos repetido algo más de lo que deberíamos haberlo hecho. Por eso usamos frases como “ya te lo he dicho un millón de veces” para expresar hemos repetido algo más de lo que deberíamos haberlo hecho.

Esto es lo que el evangelio de hoy nos dice cuando Jesús habla de cortarnos una mano o un pie o quedarnos ciegos por las malas cosas que a veces podemos hacer. Con frecuencia no valoramos algo hasta que lo perdemos, por eso Jesús nos hace ver que, si nos resultaría terrible perder una mano, o un pie, o un ojo, nos imaginemos lo que puede ser perder la posibilidad vivir eternamente felices, porque para eso hemos sido creados. Para eso, Jesús nos pone en guardia para que valoremos bien las cosas y nos demos cuenta de que lo importante en esta vida es ser  y vivir de tal manera que podamos estar siempre en el cielo con los que queremos.  

Por desgracia no todo sale bien y el mal y el pecado se hacen presentes para dañarnos y para dañar a los demás. Tenemos que tener siempre presente que existe el mal y que también nosotros podemos ser protagonistas del mal. el problema es que lleguemos a pensar que no hay acciones o intenciones malas, porque eso es lo que hace el enemigo de nuestra alma para apartarnos de la amistad con Jesús.

Lo mismo sucede con el pecado, el pecado puede parecer que nos hace sentir bien, a veces nos hace sentir poderosos o que hemos conseguido lo que queríamos, pero luego, cuando vemos las consecuencias, resulta que el pecado solo deja amargura, transforma las cosas que eran para el bien en cosas que hacen daño y al final siempre nos hace ver que no tendríamos que haber tomado ese camino. Tenemos que aprender a distinguir lo que es malo y nos hace mal de lo que es bueno y nos hace bien. Y cuando pensamos en el mal que hace el pecado, tenemos que mirar de modo prioritario el mal que hacemos en nuestra relación con los demás o el mal uso que hacemos de los bienes que se nos han confiado. Como dice la segunda lectura de hoy, el mal uso de los bienes materiales y el ser injustos con los demás se convierten en causa de mucho mal a nuestro alrededor. Por eso tenemos que cuidar que esos males no estén presentes en nuestra vida con tanta atención, como lo haríamos para cuidar nuestra mano, nuestro pie o nuestro ojo.

 Es siempre necesario distinguir el camino del mal y el camino del bien. No sé si se  han fijado el modo en que en las películas nos presentan al buen personaje y nos presentan al mal personaje. Cuando nos presentan al bueno, la música es armoniosa alegre, da paz al corazón. Cuando nos presentan al malo, la música es tensa, oscura y nos deja con desasosiego. Lo mismo sucede con el camino del mal y el camino del bien. Uno nos llena de amargura y el otro nos llena de paz. Tomar el camino del bien, a veces puede ser un poco más difícil, o se nos puede presentar como más arduo, sin embargo, es el camino que lleva a la paz.

Al enfrentarnos al mal, nos puede venir un desánimo, pues no es agradable que las cosas que no funcionan en nuestra vida estén más presentes de lo que es conveniente. Cuando nos sentimos imperfectos y pensamos que no podemos ser camino del bien, debemos darnos cuenta de que la obra maravillosa de la misericordia de Dios es que, de nosotros, que somos imperfectos y que muchas veces nos apartamos del camino del bien, Él es capaz de sacar mensajeros de esperanza y sembradores de valores y de virtudes.

Por eso, siempre, junto a las llamadas a señalar los males, Jesús nos hace ver que su palabra puede llegar a todos, aunque no cumplan todos los requisitos. Es la primera parte del evangelio de hoy, en el que los discípulos quieren impedir que unos que no son de su grupo también prediquen la palabra de Dios. También las personas que no son perfectas, igual que nosotros, pueden también ser testigos del bien a través de los cuales Dios puede llegar a los demás.

Dios tiene caminos maravillosos, de modo que al mismo tiempo que tenemos que hacer todo lo posible para hacer el bien, para que nuestro corazón sea bueno, para ser justos con los demás, para usar de modo adecuado los bienes materiales, también confiemos en la misericordia de Dios, que puede transformar en bienes para los demás las realidades que en nosotros no son tan buenas. Este es el poder de la misericordia, ser capaz de hacer de lo malo, algo que se orienta hacia el bien.

En este domingo, por lo tanto, podemos quedarnos con dos tesoros en el corazón, el primero el tesoro de valorar todo lo que Dios nos pide, para que seamos felices a través de las virtudes que podemos ejercer, y el segundo, el tesoro de la misericordia de Dios que hace que nuestros defectos puedan ser sanados para que siempre sean beneficiosos para los demás.

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