sábado, 9 de marzo de 2024

TANTO AMO DIOS AL MUNDO...

 


HOMILIA IV DOMINGO DE CUARESMA CICLO B 20210314

 

Con mucha frecuencia en las grandes historias todo comienza mal: Blancanieves come una manzana, la cenicienta se queda sin baile, la bella durmiente se pica con la rueca de tejer. Este cuarto domingo de cuaresma nos enseña que, aunque las cosas no estén bien, Dios va encaminando todo hacia lo bueno.

La situación de destrucción del pueblo de Israel de la primera lectura la podemos ver nuestro mundo, con tantas guerras e injusticias. También lo podemos ver en nosotros, al constatar que, a pesar de que queremos hacer las cosas bien, tenemos errores y pecados. Por eso Jesús recuerda en el evangelio el episodio del éxodo en el que el pueblo es atacado por serpientes: también nosotros a veces sentimos que nuestro corazón se envenena, como si le hubiese picado una serpiente. Sentimos la envidia que nos pica y envenena, y nos hace buscar el mal de alguien, sentimos que la avaricia nos contamina, y nos hace que se rompan las familias, o nos pica la soberbia y pisoteamos a los demás. Entonces nos pasa lo que dice Jesús: preferimos las tinieblas a la luz, porque nuestras obras son malas y no queremos que se descubran. A veces el hombre ama más las tinieblas que la luz, porque está apegado a sus pecados. Sin embargo, la verdadera paz y la verdadera alegría sólo se encuentran abriéndose a la luz y confesando con sinceridad las propias culpas a Dios.

Sin embargo, lo malo no es lo definitivo. El gran mensaje de cada cuaresma es que, aunque parezca que lo malo es muy fuerte, el bien siempre vence y podemos ir hacia delante en el camino del bien. La razón de esto nos la da San Pablo: La misericordia y el amor de Dios son muy grandes; porque nosotros estábamos muertos por nuestros pecados, y él nos dio la vida con Cristo y en Cristo. Por pura generosidad suya, hemos sido salvados.

Para llevar esto a cabo Jesús afirma tres cosas: primero que él va a ser levantado (levantado en la cruz y levantado en la resurrección) para que lo malo no sea más fuerte que nosotros; segundo, que, aunque tengamos el corazón oscuro, él siempre nos ofrece su amor, y tercero que él ha venido a nosotros no para señalar lo malo, sino para sacar lo bueno que hay en nosotros y así darnos la felicidad eterna. Por eso la cuaresma es el tiempo en que Jesús viene a buscar todo lo bueno que tenemos en nuestro corazón.

En Cuaresma Dios toma la iniciativa para hacernos volver al bien, que es lo que de verdad nos va a hacer felices y para ello pone en nuestra vida personas o circunstancias que nos permiten volver a empezar. En el caso del destierro de los judíos, Dios se sirvió del rey Ciro para que los judíos pudieran regresar a su tierra, en nuestro caso, Dios nos envió a Jesús: Dios amó tanto al mundo que nos entregó a su hijo.

Para entender la importancia de esto, podemos pensar que lo que nosotros hacemos cuando queremos dejarle a alguien algo o alguien muy valioso para nosotros: ¿A quién le dejarían ustedes a sus hijos? ¿Al primero que pasa por la calle? ¿Verdad que no? Se lo dejan a alguien en quien pueden confiar y que es digno del amor que ustedes les tienen a sus hijos. Dios nos entregó a su hijo por amor. Solamente que, en el caso de Dios, él no nos entregó a su hijo porque fuéramos buenos, sino porque puso el amor que nos tiene por delante del amor a su hijo. Ciertamente que no siempre somos como deberíamos ser, pero Dios es siempre como debe ser y por eso siempre nos da su amor. Así de grande es el amor que nos tiene.

Jesús habla de una serpiente que es levantada en el desierto refiriéndose al episodio en que los israelitas, para curarse de las mordeduras de unas serpientes venenosas, tenían que mirar la serpiente de bronce que Moisés había levantado en un palo. Esto es un símbolo de Jesús. También él ha sido levantado, en la cruz, para que todo lo que es malo de nuestro corazón pueda desaparecer. En cada misa, después de que el sacerdote consagra el pan y el vino, ha dicho las palabras de Jesús en la última cena, el sacerdote levanta el cuerpo y la sangre del Señor, para que volvamos la mirada hacia él, para que sepamos que en ese momento dándonos todo el amor que le llevó a la cruz por nosotros. Y antes de comulgar, el sacerdote levanta el cuerpo de Jesús, como el cordero de Dios que quita el pecado y que nos hace felices porque hemos sido llamados a estar cerca de él.

Cada domingo de cuaresma nos prepara para entender lo que significa la pascua, es decir, Jesucristo que padece, muere y resucita. Este domingo nos invita a mirar quién es Jesús para nosotros y quienes somos nosotros para Jesus.  Volvamos a mirar a Jesús y a poner en sus manos lo que no está bien en nuestra vida, con la seguridad de que su amor está presente en nosotros, para que lo que haya de oscuro en nuestro corazón nunca nos impida buscar su amor y encontrarlo como el que quita nuestros males y nos da la certeza de ser felices, de pensar lo que es digno y grato a sus ojos y amarle con sincero corazón.

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