domingo, 31 de diciembre de 2023

AÑO NUEVO, VIDA NUEVA






HOMILIA DE LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA MADRE DE DIOS. 20240101

 Hoy comenzamos un año más. El inicio del año, el día uno de enero, es una convención que nos hemos impuesto, pues es un día como cualquier otro del año. Otras culturas tienen otro día para celebrar el inicio de su año; nosotros lo celebramos el uno de enero a partir del siglo XVI, cuando el papa Gregorio XIII lo puso como el primer día del calendario que nos rige casi globalmente. A esta fiesta se añadió desde mediados de los años sesenta la Jornada Mundial de la Paz y la celebración de Santa María, Madre de Dios. Estas tres celebraciones juntas nos ayudan a recordar que el Hijo de Dios vino al mundo a través de una mujer para que el tiempo tenga un sentido y para llenar nuestras vidas de paz.

El evangelio de los pastores puede ser una hermosa imagen de lo que vive la humanidad al final de cada año. Los pastores son seres humanos que viven en el campo, lejos de los demás, al servicio de los animales. En cierto sentido, no tienen su tiempo, sino el tiempo de los animales. Hombres que viven en el continuo sobresalto del cuidado del rebaño y los que vivían. Como los pastores, hemos tenido tiempos de incertidumbre, de dificultad, por miedo a perder el rebaño que nos permite seguir adelante en la vida. Como pastores, podemos sentir que lo importante es el trabajo que hacemos, las ovejas que apacentamos, y que nosotros pasamos a segundo plano. O también, podemos estar agotados de cuidar animales y no poder hacer algo distinto. Sentimos que el tiempo es un recordatorio de un destino del que no nos podemos liberar.

Pero también, como a los pastores, hoy, al inicio del año, se nos hace un anuncio: el anuncio de que nuestro camino no se dirige hacia la nada, la desesperanza o la rutina. Hoy se nos anuncia que nuestro tiempo tiene un sentido, tiene Alguien a quien dirigirse. Como el tiempo de embarazo en que una madre espera a su hijo y para quien los nueve meses son un tiempo que la lleva hacia una persona, el final y el inicio de un año están también marcados por una persona: la persona de Jesús, que encontramos junto a José y junto a María. Los pastores reciben el anuncio del ángel y se encuentran con María, José y el niño. Se encuentran con la presencia humana de Dios a través de una mujer que nos da al Hijo de Dios. Ese encuentro les cambia completamente, pues se convierten en testigos de la presencia de Dios en el mundo. Entonces, nuestro tiempo, el que comenzamos hoy poniendo un número a un año, no es simplemente algo que pasa, sino el ámbito para llenarlo de valor y descubrir el valor de cada una de nuestras vidas.

Al contemplar con los pastores a María como Madre de Dios, recordamos algo muy valioso: el ser humano es capaz de Dios, es capaz de amar a Dios, es capaz de que Dios sea uno de nosotros. Por eso, a lo largo del tiempo, en cualquier circunstancia, aún la más denigrante, hay un valor en nosotros que nos hace dignos de respeto.

En segundo lugar, los pastores regresan a su vida cotidiana con el corazón lleno de alegría y de sentido. Ya no son solo los cuidadores de las ovejas; ahora son también testigos que han hecho la experiencia del amor de Dios que los llena de alegría. El encuentro con una presencia de amor cercano les llena de sentido la vida y los hace testigos de ese mismo sentido entre los demás. También nosotros, como los pastores, hoy estamos llamados a volver a nuestra vida, a nuestro tiempo, a ser testigos de un amor que llena su entorno de paz.

No nos ha sido dada la vida para la violencia o para la guerra. La vida, el tiempo en que la vivimos, ese tiempo que medimos en años, semanas o días, nos ha sido dado para la paz. Este nuevo tiempo que se nos da no lo podemos perder en cosas superficiales, no lo podemos perder destruyendo al hermano o destruyéndonos a nosotros mismos. La paz no solo es ausencia de guerra o de cualquier otro tipo de violencia; la paz es el crecimiento en los dones que nos hacen más valiosos para los demás.

Como decía el papa Benedicto: "El mundo está lamentablemente marcado por focos de tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista, así como por distintas formas de terrorismo y criminalidad. El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda… El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios. Se trata de paz con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la creación".

El inicio del año nos invita a vivir nuestro tiempo en paz, y a llenar nuestro tiempo de paz. Hay un tipo de paz que es la que tienen los estados en sus relaciones. Pero, para la mayoría de nosotros, es más importante otro tipo de paz, la pequeña paz cotidiana. Todos deseamos la paz en tantos lugares de la tierra donde las armas gritan causando sangre y destrucción. Pero todos necesitamos la pequeña paz, la que se vive en casa, entre las familias, en las relaciones laborales, en nuestros ambientes humanos, en las comunidades de iglesia. Trabajemos por la gran paz, construyamos la pequeña paz.

Hoy se nos abre la puerta a lo que llamamos el año nuevo. Hoy también a nosotros, como a los pastores, el encuentro con Jesús nos abre la puerta, no de un año nuevo, sino de una vida nueva, que ha encontrado el sentido que llena de alegría, que llena de alabanza por todo lo recibido, que da gloria a Dios porque se hace presente para acompañarnos en nuestro camino, quizá pequeño, pero radiante de la plenitud del amor que viene de saber que en ese niño de Belén se nos ha dado a Jesús, al Dios que salva, al Dios que es nuestra paz, al Dios con nosotros Emmanuel.

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