De nuevo llega el Adviento, la
época en que nos preparamos para la Navidad. La palabra Adviento procede del
latín y significa venida, adventus domini, es decir, la venida del Señor. La celebración
de este tiempo ha tenido muchas variantes
a lo largo de los siglos, pero lo interesante es que, en definitiva, tendríamos
que buscar cómo emplear este tiempo para no caer, una vez más, en las redes del
consumo. Hay una tradición muy bonita que cada vez ha ido haciendo más
presencia entre nosotros. Se trata de la corona de Adviento, algo que incluso
de modo sencillo nosotros podemos hacer en casa, pasando un rato entretenido en
familia.
La corona de Adviento es un círculo
hecho con una rama verde, que puede ser de cualquier tipo de árbol de hoja perenne, como el pino o
el abeto, o el encino, sobre el que se colocan cuatro velas de diverso color,
unos frutos, o unas esferas, y una cinta que la envuelve. Aunque su origen
proviene de los países nórdicos de Europa, y se empezó a usar en torno al siglo xvi, se
ha hecho muy popular en México, y en muchos hogares viven esta hermosa tradición
que prepara de un modo sencillo y bonito para la Navidad. El significado de sus
elementos nos recuerda cosas muy importantes para la vida. Así, las ramas de
verde perenne nos recuerdan que estamos sostenidos en la vida de Dios, que se
hace presente en Jesús que nace en Belén y al ser circular, se nos dice que
nuestra vida es un camino hacia la eternidad, donde nos encontraremos con Dios, que es eterno. Las velas nos hablan del camino de la humanidad, que
va pasando de la oscuridad del mal, hacia la luz de Bien, cuando nos dejamos, en el caso
de los que somos cristianos, llenar de la luz del Nacimiento de Jesús. Los
frutos nos hablan de dos cosas, por un lado nos recuerdan el paraíso perdido y,
por otro, nos dicen que, siguiendo el Bien de Dios, nuestras vidas también
darán frutos. La cinta que rodea toda la corona es un recordatorio de que toda nuestra
vida está envuelta en el amor de Dios, a pesar de las situaciones difíciles en
las que podamos vivir.
Cada uno de los domingos de Adviento
se va prendiendo una de las velas, de modo que el cuarto domingo de Adviento,
que es previo a la Navidad, se prenden las cuatro. Junto con el gesto de
prender las velas, se hace una pequeña oración en familia, o se lee una de las
lecturas de la misa de ese domingo, pidiendo que todos sepamos llegar con un
corazón bien preparado a la celebración del nacimiento del Salvador. Usar estos
símbolos nos puede ayudar a recordar que el periodo de Adviento que comenzamos
no debe ser un periodo de consumos, estrés y fatiga por tanto compromiso, sino una
oportunidad en que la familia se une con sencillez para crecer en armonía. ¿Tú
ya tienes tu corona?
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