Muchas veces son las pequeñeces de la vida diaria las que hacen que una persona pierda la ecuanimidad y la paz, volviéndose por eso amargado, gruñón y cascarrabias, sin pensar que con eso lo único que logra es encontrarse cada vez más solo y distanciado de los demás. Cuando nos disgustamos por asuntos sin importancia, o por estarnos comparando con los demás, o porque algo no sale como uno lo planeó, o porque no nos gustan los mínimos defectos de los que conviven con nosotros, o porque no nos parece si el trabajo aumenta, lo que estamos permitiendo es que nuestro corazón se llene de piedritas, que son los pensamientos pesimistas o negativos. Y la verdad, si queremos disfrutar la vida, sólo es cuestión de actitud. Las cosas son como son y no como nos gustaría que fueran, dice Romano Guardini. Y tiene toda la razón. Si pretendemos vivir solo imponiendo nuestro punto de vista y dándole rienda suelta a nuestro egoísmo, seremos siempre unos verdaderos “neuras”, como dicen por ahí.
Lo contrario, el ser adaptables aunque nunca conformistas, es bastante
fácil. Sólo necesitamos tres actitudes para vivir felices:
- Aceptarnos a nosotros mismos con nuestras limitaciones, virtudes y defectos
- Querer a los demás con lo que nos gusta y no nos gusta de ellos
- Aceptar la situación general de nuestro entorno social, laboral o familiar
Y todo lo anterior no implica darme por vencido con lo que no me parece
valioso y conveniente, ni mucho menos volverme una persona sin certezas ni
convicciones. Tener una buena actitud es analizar lo que sí puedo, lo que si
debo y lo que no puedo cambiar en mi persona y en mi entorno. Daré a cada persona, entorno y circunstancia el peso que verdaderamente
tiene. Eso me ayudará a ser más feliz.
Pero ¿se puede ser feliz cuando nos toca enfrentarnos al dolor, la
enfermedad, el sufrimiento o la muerte? Aunque parezca increíble, sí se puede. En
el aspecto plenamente humano, los contratiempos de esta naturaleza nos ayudan a
crecer en fortaleza, paciencia y madurez. Hay que aprovecharlo para ser una
mejor persona.
Si queremos lograr ese crecimiento, es indispensable conservar la salud
mental y adquirir una personalidad madura que sabe tener objetivos magnánimos
en la vida, sin dejar de ser realista. Debemos esforzarnos para ser tolerantes,
flexibles y a la vez congruentes con nuestros principios. Y “tomar al toro por
los cuernos” pues los inevitables fallos y equivocaciones, debemos enfocarlos
como retos, desafíos u oportunidades para crecer y enriquecernos como persona.
Otra herramienta que es importante en este cambio personal que me
ayudará a ser una persona amable en toda la extensión de la palabra, es
mantener la alegría y el buen humor ante todas las circunstancias de la vida:
ante las situaciones fáciles, regulares o francamente difíciles. Nada se gana
con dejarse llevar por la tristeza, la angustia, el mal humor, los malos modos,
el enojo ó la melancolía. En cambio, cuando una persona mantiene la serenidad y
la paz puede reflexionar con mayor objetividad y solucionar mejor sus
dificultades y problemas, manteniendo unas relaciones familiares, laborales y
sociales mucho más disfrutables.
La risa y el optimismo son recursos maravillosos que tenemos los humanos
para darle un sentido positivo a la vida, para estrenar con ilusión cada día,
como si fuera el último de nuestra existencia. Y para aprovechar este nuevo día que la vida me regala lo enfocaré con
la visión de “sólo por hoy” viviré con buen humor, con admiración por lo bueno
que veo en todo, y con agradecimiento porque gracias a que las cosas son como
son, yo puedo crecer como persona.
(Por Dulce María Fernández)
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