La frase central de este domingo es muy clara, dar a Dios lo que es de Dios, dar al césar lo que es del césar. Esto significa que dar al césar no es quitar a Dios. Hay realidades diarias que requieren usar la inteligencia humana, eso es el cesar. Es necesaria la sabiduría para mirar lo que sucede y darle sentido, racionalidad, darle su lugar. Eso no quita que tenemos que darnos cuenta que en los pequeños planes de cada día, hay un designio superior que marca nuestra existencia, algo que tenemos que esforzarnos por descubrir para llenar de sentido nuestra vida. Ese designio deja una marca, somos hijos de Dios, somos imagen de Dios, en nosotros nunca se borra la marca de un Dios que nos ama, nos respeta, busca nuestro bien, busca lo mejor de nosotros. Una marca que a Dios le ha costado la entrega de su Hijo. En un mundo en el que la verdad y el bien se ocultan, la marca de hijo de Dios nos rescata para el bien y para la verdad. Esta es la historia del video que hoy les comparto. Es una escena para ver, meditar, dejar que empape el alma. Jean Valjean, un ex convicto, ha encontrado cobijo en la casa del Obispo Myriel. Este lo recibe, lo escucha. En la noche Jean Valjean escapa robando la plata del obispo tras golpearlo. Es la historia de un robo, la historia de una redención. Las palabras del obispo también se dirigen a mí para decirme que en el alma de cada uno hay una imagen, que ya no es la imagen del césar opresor, tirano, esclavizante por el odio y la amargura. Es la imagen de Dios que libera, que llena de paz, que recuerda la dignidad que nada ni nadie puede quitar porque reside en la unicidad de la conciencia, en la luminosidad del espíritu. Esta es la fuerza de la marca de Dios, la fuerza del amor verdadero, nunca un amor que esclaviza, nunca un amor que encadena, siempre un amor que rescata, siempre un amor que devuelve la dignidad. Un amor que renueva el brillo que los ojos de todos los Jean Valjean de la historia habíamos perdido.
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