MANUEL GOMEZ GRANADOS ES UN ANALISTA MEXICANO QUE HACE COMPATIBLE EL ANALISIS RIGUROSO CON EL COMPROMISO SOCIAL DESDE SU IDENTIDAD CATOLICA. DIRIGE EL IMDOSOC (INSTITUTO MEXICANO DE DOCTRINA SOCIAL CRISTIANA Y COLABORA EN EL EL PERIODICO EXCELSIOR. LES COMPARTO ESTE ARTICULO EN EL QUE HABLA DE TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES QUE SE SUPERAN PARA VENCER LOS RETOS HUMANOS Y SOCIALES QUE GENERAN LAS CATASTROFES NATURALES.
Sí existe esperanza
Manuel Gómez Granados
Excelsior 24.07.2010
Desde hace muchos años, el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, organización de laicos católicos, realiza en sus instalaciones de la Ciudad de México, sus cursos de verano.
Son cursos para ayudar a formar la conciencia social solidaria: ciudadanía activa, fortalecimiento de la sociedad civil, matrimonio y familia, cuidado del medio ambiente, técnicas para el trabajo grupal, liderazgo juvenil, economía solidaria y doctrina social cristiana.
Han sido años de esfuerzo y aprendizaje que rinden importantes frutos. Uno de los más notables es que estos cursos permiten que alumnos y profesores de distintas partes de América Latina y Europa se acerquen, conozcan las realidades en las que actúan y, más allá de los contenidos propiamente académicos, intercambien conocimientos, inquietudes, visiones y experiencias.
Este año ha sido particularmente interesante porque luego de los problemas ocurridos en sus respectivos países han regresado alumnos de Haití, Honduras y Cuba. En el caso de Haití es claro que los efectos del terremoto de principios de este año redujeron a ruinas a Puerto Príncipe y la inmensa mayoría de los centros urbanos de la mitad occidental de La Española, y es igualmente claro que los estudiantes que llegan de Haití, hombres y mujeres, sacerdotes, religiosas y laicos, no se rinden ni se detendrán en su proyecto de reconstrucción de su país, particularmente del tejido social.
A pesar de las dificultades que enfrentan, hay en su actuar, en su hablar, e incluso en su lenguaje corporal, la clara convicción de que saldrán adelante. Resulta difícil pensar o imaginar que vienen de un país reducido a escombros, no sólo por la violencia del terremoto que arrasó a Puerto Príncipe, sino por décadas, incluso siglos, de gobiernos franceses, españoles, estadunidenses o haitianos que han extraído más riqueza de la que podría imaginarse sin dar viabilidad a esa nación.
Son hombres y mujeres valientes, decididos, algunos de ellos con educación superior, que no dudan en reconocer que necesitan prepararse más para responder a los grandes retos que les plantea la vida en un país al que le falta casi todo.
No vienen a pedir. Aunque es claro que en su país las necesidades son urgentes, apremiantes y no se resolvieron con la ayuda recibida después del sismo. Vienen a aprender pero, sobre todo, con su actitud, con su entereza, con la fuerza de sus convicciones vienen a compartir y a enseñar a quienes los vemos, a quienes platican o trabajan con ellos, o a quienes les imparten clases, la importancia de sobreponerse a la adversidad y, especialmente, la importancia de dar razones articuladas, serias, comprometidas y responsables de sus convicciones, de sus creencias, de su fe y compromiso.
Ojalá que otras instituciones mexicanas, públicas, privadas o de la sociedad civil, estuvieran dispuestas a facilitar más intercambios con nuestros hermanos de América Central, del Caribe y las Antillas, para contribuir a la mejora de sus condiciones de vida y colaborar con el desarrollo de esta región.
Como los haitianos, hondureños, dominicanos y cubanos, también participan muchos mexicanos: líderes sociales, agentes de pastoral, formadores, profesores y sobre todo jóvenes que están empeñados en construir un mundo mejor y tercamente insisten en sumar sus talentos y trabajo para estructuras más justas y solidarias.
Sí existe esperanza; las cosas pueden cambiar, las cosas deben cambiar y dependen del esfuerzo de cada uno y de todos.
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