¿A que no llegas primero que yo? ¿Por qué todo lo haces mal? Cada vez veo más clara la necesidad de dejar de competir y juzgar, de dejar de pelear por lo que otros persiguen, de decirles a los demás lo que tienen que hacer. Me llama la atención que el Evangelio de Jesús no nos haya dicho que consigamos los primeros puestos, que nos esforcemos por dejar a los demás más atrás que uno. Sino que "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos". Sin embargo, es una satisfacción cuando tienes más seguidores que otros, cuando tu rating es mejor que el de los demás. A todos nos gana el gusanito de la vanidad. Hasta que decimos: ¡basta!, voy a competir contra mí mismo, mis imperfecciones, mis límites, y a esforzarme por ser el primero, pero en dar testimonio de lo que hago conmigo.
Lo mismo sucede con el juicio de los demás. Y ahí sí, el Evangelio de Jesús es muy claro sobre el no juzgar a otro, entre otras cosas, porque al juzgarlo, casi seguro que no le estoy aplicando la medida que me aplicaría a mí mismo, o me estoy olvidando que no es poniéndome por delante, como voy a hacer mejores a los demás. El verdadero líder es quien entrega, quien saca de las esclavitudes es quien sirve. Quien guía es quien da.
Nuestro mundo empuja a competir y juzgar con el riesgo de incluirnos (si le quitamos los tintes sexistas) en la frase de Charlotte Whitton “todo lo que hacen las mujeres tienen que hacerlo el doble de bien que los hombres, para que se piense que lo han hecho la mitad de bien. Afortunadamente esto no es difícil”.
Con frecuencia, lo que hacemos nosotros, lo multiplicamos por dos, lo que hacen los demás, lo dividimos entre dos. Y no vemos el daño que hacemos y que nos hacemos. Daño, porque quitamos valor a los demás, a su genuino esfuerzo, a su personal y dignísimo modo de hacer las cosas. Daño, porque a base de dividir el bien ajeno, nos cegamos al bien que hay en las cosas de los demás.
Competir y juzgar son virus que tenemos que combatir con apoyar y valorar. Entonces, se nos quita el asco del alma para confesar la belleza del otro. Descubrimos que el otro hizo las cosas bien, aunque no las hizo como yo, o a lo mejor precisamente por eso. El otro día alguien me dijo que le dolía el alma verse juzgado por una decisión que le correspondía a él tomar sobre sus hijos, de los que él es el primer y el único responsable, ante el único que es primero y que es juez, que es Dios.
Entonces ¿nadie debe ser líder? ¿Nadie debe preocuparse por hacer bien las cosas, por superarse? Sí, con una condición: que quien quiera ser líder, no lo haga para oprimir, sino para servir, y quien quiera superarse, no lo haga para quedarse con el aplauso, sino para entregar generosamente el bien que es capaz de hacer.
Quizá tengamos que hacer caso de uno de los consejos de Don Quijote a Sancho antes de irse a la Ínsula Barataria: …, en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstrate piadoso y clemente; porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea, a nuestro ver, el de la misericordia que el de la justicia.
2 comentarios:
El dicho muy trillado tiene mucho de verdad "el que no vive para servir, no sirve para vivir", ir en la vida buscando realmente el bien de las personas, hacer el bien sin mirar a quien, y y por último que tu mano derecha no se entere lo que hace la izquierda,buscar siempre la pureza de intención,
Como humanos deberíamos buscar la perfección, por lo tanto tenemos mucho y grandes errores, y todos hemos tenido diferentes oportunidades y diferentes educaciones, podremos juzgar un hecho de acuerdo a lo que creemos pero no a la perosona, para eso esta Dios.
Padre, la ilustración de los Burritos me encantó, la veo súper didáctica, Muy útil para los matrimonios, especialmente para aquellos en dificultades.
Saludos,
Lourdes M.
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