domingo, 17 de noviembre de 2024

UN MUNDO NUEVO QUE EMPIEZA HOY

 


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Hoy las lecturas nos hablan del fin del mundo. ¿Cómo nos lo imaginamos? A veces pensamos en el fin del mundo como la destrucción de todo lo que conocemos. Jesús nos dice en el evangelio que el mundo como lo conocemos no será para siempre. De hecho la mayoría de las cosas acaban dejando de estar. Como la civilización maya que desapareció hace siglos o los dinosaurios que se extinguieron hace millones de años. Si, por un túnel del tiempo, uno de nuestros tatarabuelos, llegase hasta nosotros, encontraría un mundo muy diferente al suyo: hoy hay luz eléctrica, usamos teléfonos móviles, hay coches eléctricos. Hoy nos pueden hacer operaciones complicadas y no nos morimos. Nuestro mundo es muy diferente a como el mundo fue una vez. Jesús nos dice que este mundo no definitivo, para darnos una buena noticia. Como decía el Papa Juan Pablo II: El Evangelio nos consuela, presentándonos la figura victoriosa de Cristo, juez de la historia. Él, con su presencia, ilumina la oscuridad e incluso la desesperación del hombre, y da a quien confía en él la certeza consoladora de su asistencia constante. Por más complejas y problemáticas que sean las situaciones, no perdáis la confianza. En el corazón del hombre jamás debe morir el germen de la esperanza.

Todos hemos visto como las orugas que solo han conocido el arrastrarse para comer hojas de un árbol, hacen un capullo del que sale una mariposa. Cuando uno compara la oruga con la mariposa puede decir que no tienen nada que ver, aunque en verdad son el mismo animal. Jesús nos dice que hay un nuevo mundo, distinto al que conocemos, que es mucho mejor pues nos permite, no arrastrarnos, sino volar.

El evangelio de hoy dice que los puntos de referencia que tenemos como el Sol, las estrellas, la Luna, el mar, la Tierra, un día se van a transformar en un mundo nuevo, en el cual Jesucristo que viene vencedor será el protagonista. ¿Pero vencedor de qué? Pues del mal, el pecado, o las cosas malas que nos preocupan. El nuevo mundo que nos trae Jesús es un mundo en el cual desaparece lo malo, lo negativo, las cosas malas que a veces hay dentro de nuestro corazón.

¿Quiénes vivirán en ese mundo? El evangelio dice cuando el Hijo del Hombre venga sobre las nubes con gran poder va a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la Tierra a lo más alto del cielo. ¿Y a quiénes ha elegido Jesús? Jesús ha elegido a todos los que él ha amado. Este es el poder de Jesús, el poder del amor. Y él ha amado a todos los hombres, hasta el punto de morir por todos y por cada uno de los seres humanos, de toda la Tierra y de toda la historia. Los ha amado hasta morir por ellos en la cruz y resucitar por ellos en el Domingo de Pascua. Como decía la carta a los Hebreos: Cristo ofreció un solo sacrificio por los pecados y se sentó para siempre a la derecha de Dios, esperando a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Los enemigos de Jesús que son todas las formas del mal son la forma vieja que desaparecerá: la forma del egoísmo, la del "todo para mí", la del "solo me importo yo", la de "todos tienen que estar a mi servicio". ¿Y cuál es la forma nueva?: la forma del amor, la de servir a los demás, la de amar generosamente. Este es el mundo que va a ser diferente, porque nace un ser humano, que es hijo de Dios, amado por Dios.

Es importante no olvidar esto en medio de todo lo que vivimos: el deporte que nos preocupa, la última película que no hemos terminado de ver, el último libro que no hemos terminado de leer, el trabajo que vamos a hacer o las tareas de la escuela, el entorno de la escuela, del trabajo, de la familia, de los amigos. Que nunca se nos olvide que somos elegidos de Dios, que somos amados de Dios. Recordemos que cada día es para encontrarnos con Jesús, hacernos mejores, y ayudar a los demás.

Cristo viene a reinar en nuestros corazones y quiere que todos nosotros nos convirtamos en propagadores de su amor, de ese nuevo mundo y de esa nueva historia que él vino a traer. Como hemos escuchado en el libro del profeta Daniel: "Los guías sabios, o sea, todos nosotros, brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, es decir, aquellos que se convierten en testimonio de buena vida, de vivir bien, de ser buenas personas en medio de todos nosotros, esos serán las nuevas estrellas en la eternidad". Si tú y yo, en nuestra familia, en el trabajo, en nuestras ocupaciones diarias, en nuestras relaciones con los demás, en el dominio de nosotros mismos, vamos siendo del modo en que Jesús nos enseña, estaremos formando parte de este mundo nuevo.

Quedémonos, con esa bonita oración tomada del Salmo 15: "Enséñanos, Señor, el camino de la vida, para que yo me llene de alegría perpetua junto a ti". Que este domingo nos invite a ser hombres y mujeres, familias que se esfuerzan por hacer presente en este mundo el mundo nuevo que un día regalará Jesús a todos los seres humanos, y que ya desde hoy nos regala en nuestro corazón. Que así sea.

 

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sábado, 9 de noviembre de 2024

DAR MUCHO CUANDO NO SE TIENE NADA


 

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

En las grandes historias normalmente destaca que el protagonista da todo lo que tiene y es para implantar el bien, incluso, a veces, a costa de su vida. En las historias de superhéroes, con sus grandes poderes de volar o lanzar rayos, lo importante es que entregan su vida personal para dedicarse completamente a la causa del bien. Bruce Wayne deja de tener vida personal para luchar contra el mal en Gotham como Batman. Algo semejante les pasa a todos los demás. Lo más valioso en un superhéroe es el corazón con el cual se entrega a que el bien esté por encima de todo, incluso de sus propios miedos y fragilidades.
En este domingo que nos empieza a preparar para el fin del año litúrgico, que termina en la fiesta de Cristo Rey, se nos invita a reflexionar sobre qué estoy dispuesto a dar: ¿lo mejor de mí, o solo lo mediocre?
Las lecturas de hoy nos proponen, con el ejemplo de dos viudas, darnos cuenta de que, dar de verdad, implica en primer lugar una gran generosidad de corazón. La viuda de la primera lectura aunque no tiene nada más, prepara el último de sus panes al profeta. La viuda del Evangelio, quien solo posee un par de moneditas, las entrega para el servicio de Dios. Podríamos pensar: Qué tontería, mejor gástalo en comida para ti; total, ¿qué pueden hacer dos monedas para Dios? Sin embargo, a Dios no le interesan las dos monedas, como al profeta no le interesaba el pan. Lo importante es el corazón generoso.
Lo segundo es que ese corazón generoso confía plenamente en Dios. Esta es la gran riqueza de las dos viudas. En este domingo podemos preguntarnos: ¿Hemos crecido en confianza en Dios? quizá ha sido un año dificil en lo económico, en la familia, en la salud o en las amistades. Sin embargo, hoy Dios nos pregunta:¿Confías plenamente en mí? Porque, si confías plenamente en mí, tendrás la certeza de salir adelante.
La mujer de la primera lectura confió plenamente en Dios porque, a través del profeta que le dice: “No se va a acabar ni el aceite ni la harina”, confía en que Dios le estaba hablando para entregar lo poquito que le quedaba al profeta. Pero la viuda del evangelio quien le dice: “Oye, echa las dos monedas”. Esta viuda del evangelio tiene una particular relación con Dios que le permite escuchar su voz en su corazón. Es la presencia del Espíritu Santo la que le da la fuerza para entregar con generosidad sus monedas.
Estos son los dos caminos a través de los cuales Dios, nos habla cuando nos pide generosidad. Por una parte, está el camino de las mediaciones entre Dios y nosotros: un sacerdote, un amigo, cualquier situación en la que, alguien llega a nuestra vida y nos deja un mensaje en el que reconocemos a Dios que habla para que le entreguemos algo de corazón. Por otro lado, también Dios habla en nuestro corazón. Esto implica una relación en la cual soy capaz de escuchar al Espíritu Santo y le respondo con generosidad. Esto no requiere ser un gran teólogo, ni una carrera universitaria; lo único que requiere es un corazón sincero, generoso, que se abre a Dios, nuestro Señor. Si tenemos una relación viva, sincera, auténtica con Dios, podremos escucharlo. Una relacion que nace de la certeza de lo que hemos repetido en el salmo: El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.
El evangelio también nos habla de otros personajes, a los que Jesús señala duramente: Los fariseos y escribas, quienes en teoría conocían la ley perfectamente, tenían gran inteligencia y buena posición social; sin embargo, su corazón estaba cerrado a Dios. Por eso Jesús los llama hipócritas: hombres que no están dispuestos a dejar que Dios toque su corazón. Quizá son piadosos, van al templo, rezan, leen la Biblia, pero su corazón está cerrado a Dios, y por lo tanto no pueden escuchar su voz ni relacionarse verdaderamente con Él. Pero todo lo que hacen no vale para nada, pues su corazón está cerrado a Dios.
¿Cómo entregar nuestras “moneditas”? Revisando nuestra relación con Dios y los demás: ¿Hacemos oración o examen de conciencia de vez en cuando? ¿Somos generosos cuando, a través de su providencia, Dios nos pide caridad, generosidad, desprendimiento, confianza? Cada uno sabe lo que Dios le pide en su corazón y cómo le va respondiendo; a veces en cosas muy sencillas, como poner la mesa en casa o hacer un favor oculto a alguien, sabiendo que ni siquiera se enterará de que le hemos hecho ese favor. O cuando Dios nos dice: “No seas enojón, modera tu carácter, no te permitas enseguida pensar mal de los demás”. Dios habla en nuestro corazón, y nosotros decidiremos abrirlo o cerrarlo. Este es el modo de entregar las “moneditas”. Como dice un obispo americano, Mons Barron: La ley del don de Juan Pablo II es una paradoja pura: dice que tu ser aumenta en la medida en que lo das. Esto es lógica teológica, no lógica común. La lógica del mundo dice: Si viene una sequía, asegúrate de tener suficiente para superarla. Llénate en cada oportunidad'. Pero la lógica de Dios es diferente: cuando te encuentres al límite, al final, da— incluso lo poco que tienes—y verás cómo se multiplica una y otra vez." Sigamos siempre el ejemplo de Jesús, como hemos oído en la carta a los hebreos: Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Así el entregó sus dos moneditas, todo su ser, para que Dios nos conceda ser, hombres y mujeres que, desde la escucha a Dios, crean generosidad en el servicio y en la atención a los demás. Que así sea.