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Hoy las lecturas nos hablan del fin
del mundo. ¿Cómo nos lo imaginamos? A veces pensamos en el fin del mundo como
la destrucción de todo lo que conocemos. Jesús nos dice en el evangelio que el
mundo como lo conocemos no será para siempre. De hecho la mayoría de las cosas
acaban dejando de estar. Como la civilización maya que desapareció hace siglos
o los dinosaurios que se extinguieron hace millones de años. Si, por un túnel
del tiempo, uno de nuestros tatarabuelos, llegase hasta nosotros, encontraría
un mundo muy diferente al suyo: hoy hay luz eléctrica, usamos teléfonos móviles,
hay coches eléctricos. Hoy nos pueden hacer operaciones complicadas y no nos
morimos. Nuestro mundo es muy diferente a como el mundo fue una vez. Jesús nos
dice que este mundo no definitivo, para darnos una buena noticia. Como decía el
Papa Juan Pablo II: El Evangelio nos consuela, presentándonos la figura
victoriosa de Cristo, juez de la historia. Él, con su presencia, ilumina la
oscuridad e incluso la desesperación del hombre, y da a quien confía en él la
certeza consoladora de su asistencia constante. Por más complejas y
problemáticas que sean las situaciones, no perdáis la confianza. En el corazón
del hombre jamás debe morir el germen de la esperanza.
Todos hemos visto como las orugas
que solo han conocido el arrastrarse para comer hojas de un árbol, hacen un
capullo del que sale una mariposa. Cuando uno compara la oruga con la mariposa
puede decir que no tienen nada que ver, aunque en verdad son el mismo animal.
Jesús nos dice que hay un nuevo mundo, distinto al que conocemos, que es mucho
mejor pues nos permite, no arrastrarnos, sino volar.
El evangelio de hoy dice que los
puntos de referencia que tenemos como el Sol, las estrellas, la Luna, el mar,
la Tierra, un día se van a transformar en un mundo nuevo, en el cual
Jesucristo que viene vencedor será el protagonista. ¿Pero vencedor de qué? Pues
del mal, el pecado, o las cosas malas que nos preocupan. El nuevo mundo que nos
trae Jesús es un mundo en el cual desaparece lo malo, lo negativo, las cosas
malas que a veces hay dentro de nuestro corazón.
¿Quiénes vivirán en ese mundo? El
evangelio dice cuando el Hijo del Hombre venga sobre las nubes con gran poder va
a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más
profundo de la Tierra a lo más alto del cielo. ¿Y a quiénes ha elegido Jesús?
Jesús ha elegido a todos los que él ha amado. Este es el poder de Jesús, el
poder del amor. Y él ha amado a todos los hombres, hasta el punto de morir por
todos y por cada uno de los seres humanos, de toda la Tierra y de toda la
historia. Los ha amado hasta morir por ellos en la cruz y resucitar por ellos
en el Domingo de Pascua. Como decía la carta a los Hebreos: Cristo ofreció
un solo sacrificio por los pecados y se sentó para siempre a la derecha de
Dios, esperando a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Los enemigos
de Jesús que son todas las formas del mal son la forma vieja que desaparecerá:
la forma del egoísmo, la del "todo para mí", la del "solo me
importo yo", la de "todos tienen que estar a mi servicio". ¿Y
cuál es la forma nueva?: la forma del amor, la de servir a los demás, la de
amar generosamente. Este es el mundo que va a ser diferente, porque nace un ser
humano, que es hijo de Dios, amado por Dios.
Es importante no olvidar esto en
medio de todo lo que vivimos: el deporte que nos preocupa, la última película
que no hemos terminado de ver, el último libro que no hemos terminado de leer,
el trabajo que vamos a hacer o las tareas de la escuela, el entorno de la
escuela, del trabajo, de la familia, de los amigos. Que nunca se nos olvide que
somos elegidos de Dios, que somos amados de Dios. Recordemos que cada día es
para encontrarnos con Jesús, hacernos mejores, y ayudar a los demás.
Cristo viene a reinar en nuestros
corazones y quiere que todos nosotros nos convirtamos en propagadores de su
amor, de ese nuevo mundo y de esa nueva historia que él vino a traer. Como
hemos escuchado en el libro del profeta Daniel: "Los guías sabios, o
sea, todos nosotros, brillarán como el esplendor del firmamento, y los que
enseñan a muchos la justicia, es decir, aquellos que se convierten en
testimonio de buena vida, de vivir bien, de ser buenas personas en medio de
todos nosotros, esos serán las nuevas estrellas en la eternidad". Si
tú y yo, en nuestra familia, en el trabajo, en nuestras ocupaciones diarias, en
nuestras relaciones con los demás, en el dominio de nosotros mismos, vamos
siendo del modo en que Jesús nos enseña, estaremos formando parte de este mundo
nuevo.
Quedémonos, con esa bonita oración
tomada del Salmo 15: "Enséñanos, Señor, el camino de la vida, para que yo
me llene de alegría perpetua junto a ti". Que este domingo nos invite a
ser hombres y mujeres, familias que se esfuerzan por hacer presente en este
mundo el mundo nuevo que un día regalará Jesús a todos los seres humanos, y que
ya desde hoy nos regala en nuestro corazón. Que así sea.
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