domingo, 28 de abril de 2024

LA VID QUE NOS HACE DAR FRUTOS DE FELICIDAD


 

HOMILÍA V DOMINGO DE PASCUA CICLO B 20240428

Cada domingo de Pascua es una oportunidad para conocer mejor a Jesús, como cuando tenemos un amigo, que cada vez que viene a es más parte de nuestra vida. En los domingos anteriores Jesús llegaba a nuestra vida como vencedor del mal y de la muerte y como nuestro pastor. Hoy se nos presenta como quien comparte su vida con nosotros. A los seres humanos se nos complica entender esto, porque para nosotros compartir la vida es compartir nuestro tiempo, compartir nuestro espacio, compartir nuestros pensamientos y gustos. Pero no nos podemos compartir a nosotros mismos. Pero es como cuando una mamá tiene a su bebé en su seno durante nueve meses y todo lo que vive la mamá lo vive también el pequeño que está camino de nacer.

Para entender lo que significa compartir la vida de Jesús, él nos da el ejemplo de la vid. Si vamos en invierno a un campo de vides, lo único que vemos son unos troncos secos. Según avanza la primavera a ese tronco seco le salen unas finas ramas que se van llenando de hojas de color verde brillante y al poco tiempo de esas mismas ramas salen los racimos que nos dan las ricas uvas. Todo eso es posible porque esa rama esta unida a la vid. La vid es la que hace que la rama, el sarmiento sea hoja, flor y fruto.

Jesús, nos dice que él es la vid, es decir de él viene todo, y nosotros somos los sarmientos. En nuestra vida hacemos cosas bellas, cosas buenas, esos son frutos de obras buenas. Todo eso es posible porque Jesús nos llena de su amor, de lo bueno que es él, y del bien que él hace. Jesús resucitado nos da una vida nueva que nos permite vencer al mal, una vida nueva que no se acaba con la enfermedad y con la muerte. Todos hemos experimentado la tragedia de quedarnos sin batería en el celular. Y por muy bueno que sea el celular y por muy maravilloso sistema operativo que tenga, sin batería no sirve para nada. Jesús nos da una vida que dura para siempre, que hace que todo lo bueno que tenemos nunca se apague. Por eso Jesus hoy nos dice que tenemos que estar siempre unidos a él, para que lo bueno que hay en nosotros nunca se apague.

¿Qué hay que hacer para ser un buen sarmiento de la vid? Lo mas importante para un buen sarmiento es dar fruto. Es decir, mostrar el bien en nuestra vida. Cada uno según sus posibilidades, pero todos tenemos que dar fruto, o sea esforzarnos por hacer el bien. El fruto de la vid son las uvas, las uvas que se pueden comer y están frescas y dulces, las uvas que se pueden exprimir y con ellas se hace vino que nos hace estar alegres. Dar fruto en la vida es ver cómo hacemos que los que se acercan a nosotros se sientan mejor, no se amarguen y puedan experimentar la alegría.

La vid es una planta que no produce fruto si no se poda, pues se le va toda la fuerza en echar hojas. A veces para ser buenos sarmientos que dan frutos buenos, tenemos que quitar lo malo de nosotros. Es lo que el evangelio dice con la palabra podar, es decir limpiar lo que sabemos que no está bien en la vida.

¿Queremos saber cuáles son nuestros frutos? Veamos cómo están las personas cercanas  que queremos y que nos quieren. Si somos fuente de frescura o de resequedad de corazón, si somos fuente de bondad o de amargura y de un modo muy especial si los que conviven con nosotros acaban encontrando la alegría verdadera o si somos fuente de dolor. Todo eso es ser un buen sarmiento de la vid que es Jesus.

Jesús hace una petición: Permanezcan en mí, pero Jesús no puede obligarnos a estar cerca de él. Como su relación con nosotros es una relación de amor, lo que quiere de nosotros es también estemos cerca de él por amor, es decir porque descubrimos que estando cerca de él somos felices y somos mejores. Cuando decimos que amamos a alguien significa que hemos descubierto que a su lado somos felices y somos mejores. No significa que seamos perfectos, pero queremos ser cercanos a esa persona. Esto es lo que nos dice Jesús. Quédate cerca de mí, porque conmigo puedes ser feliz y conmigo puedes ser mejor. Lo importante en la vida es preguntarnos si estamos donde somos mejores y donde somos felices. Cada domingo Jesús viene a nuestro corazón para darnos fuerzas para ser mejores y para hacernos felices. Ser felices no es cuestión de que todo vaya bien, es cuestión de que sepamos que estamos haciendo el bien. Eso es lo que Jesús nos enseña en este domingo. El ha resucitado, ha vencido al mal para que nosotros hagamos el bien, ha vencido a la muerte para que nosotros seamos felices. Ojalá que todos los días hagamos el esfuerzo para saber que incluso con nuestros defectos siempre queramos estar cerca de Jesús y hacer felices a los demás. Como dice el sacerdote antes de comulgar en una preciosa oración. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti. Amen.

sábado, 20 de abril de 2024

TRES REGLAS PARA UN BUEN PASTOR (Y NO SOLO INFLUENCERS)

 


HOMILÍA IV DOMINGO DE PASCUA CICLO B 20240421

A nadie le gusta ser un borrego. Pero si nos fijamos somos más borregos de lo que creemos. Todos debemos tener una red social, vestirnos de un modo casi igual, porque si no, no estás a la moda. Comemos lo que nos dicen, vestimos como nos enseñan, hablamos como oímos hablar, por eslogan. Parece que todos tenemos que hacer lo que los demás hacen. Y luego están los influencers, esos que arrasan en el tiktok o en el Instagram, que nos dicen qué comprar o cómo comportarnos. Pero si le preguntáramos a un  influencer: ¿Oye tu darías la vida por mí? ¿Tú me aceptarías siempre como yo soy? ¿Me conoces siquiera un poquito? Tendríamos tres No por respuesta. Porque solo les preocupa el número de sus seguidores, no la verdadera felicidad de sus seguidores. Porque, como dice el Evangelio,  a un asalariado no le importan las ovejas.

Por eso es importante que en este cuarto domingo de Pascua descubramos, como nos dice San Pedro, que solo Jesús en verdad puede darnos la felicidad, que no solo nos enseña cómo podemos ser mejores y cómo podemos actuar de mejor modo, sino que nos dice las tres razones por las que él es nuestro Buen Pastor: que el buen pastor da la vida por sus ovejas, que el buen pastor, conoce a los suyos, así como el Padre le conoce a él y él conoce al Padre y que tiene además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas. Son las tres leyes del buen pastor: dar la vida por nosotros, conocernos de corazón y buscar a todas las ovejas, aunque no sean de su rebaño.

Jesús ha dado su vida por nosotros, la vida temporal, que le fue arrebatada por la pasión y la cruz, para darnos su vida nueva, la que él tiene por su resurrección, la vida divina, la vida del amor que nunca falla, la vida que llena al ser humano de felicidad, esa vida que recibimos nosotros por medio de los sacramentos. En este sentido es valiosa esta reflexión del Papa Benedicto: «El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10, 11). Jesús insiste en esta característica esencial del verdadero pastor que es él mismo: «dar la propia vida». Lo repite tres veces, y al final concluye diciendo: «Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre» (Jn 10, 17-18). Este es claramente el rasgo calificador del pastor: el ofrecimiento de la vida.

En segundo lugar, Él nos conoce de verdad, sabe lo que somos, sabe cómo somos. Sabe lo bueno que tenemos y lo no tan bueno que tenemos. Pero no nos conoce como quien se sabe una biografía. Él nos conoce como lo conoce su padre, y su padre lo conoce desde el amor. No es igual conocer a alguien fríamente o conocerlo desde la perspectiva del amor. Cuando alguien ha recibido un premio, si no lo conocemos, prácticamente nos da igual. Pero si se trata de alguien cercano a nuestro corazón, nos llenamos de alegría. Como reflexiona el Papa Francisco: «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre...» (1 Jn 3, 1). Es verdaderamente un amor sorprendente y misterioso, porque donándonos a Jesús como Pastor que da la vida por nosotros, el Padre nos ha dado lo más grande y precioso que nos podía donar. Así es Jesús. Nos conoce desde el corazón y por eso es tan cercano y es tan misericordioso y sabe qué es lo que nos conviene en cada momento.

Y, en tercer lugar, el buen pastor busca a los que están lejos. No descarta a ninguno. Nosotros, como seres humanos limitados, a veces descartamos a algunas personas. A veces es un amigo, con el que ya no podemos más o un familiar a quien ya no aguantamos tener cerca. Pero a veces también descartamos a quien no nos gusta, por egoísmo, por pereza, o por otros mil motivos. El buen pastor no descarta a nadie. Cada uno de nosotros debe saber que nunca seremos descartados. Aunque a veces estemos lejos del buen pastor, aunque a veces nos equivoquemos muy gravemente, aunque a veces sintamos que no tenemos remedio, el buen pastor nunca nos va a descartar.

De todo esto podríamos sacar una lección importante: también nosotros somos pastores en la vida, pero lo tenemos que ser al modo que Cristo nos propone. ¿Somos buenos pastores? Cumplimos las reglas del buen pastor, la regla de no descartar a nadie, la regla de esforzarnos por conocer a los demás desde el corazón y la regla de dar siempre lo mejor de nosotros a los demás.

Hoy también es el domingo de oración por las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Necesitamos hombres y mujeres que entregan su vida para que los demás sean felices. Hoy hemos de orar para que haya muchos chicos y chicas que oigan la llamada y tengan la generosidad de decir: Jesús cuenta conmigo. En este domingo del buen pastor, pidamos por las vocaciones, para que el señor nos dé buenos pastores. Que este domingo al descubrir lo que Jesús ha hecho por nosotros, también nosotros descubramos nuestra vocación de buenos pastores para con los demás.