lunes, 7 de julio de 2025

AMIGOS ENVIADOS A CONSOLAR



 HOMILIA DOMINGO XIV CICLO C

La palabra de Dios en este domingo no solo nos invita a sentirnos enviados a sembrar la palabra de Dios; también nos lleva a darnos cuenta de cuál es la raíz que nos hace ser testigos de un mensaje de plenitud en medio de un mundo complicado.

Hay experiencias centrales para toda persona humana. Una es la necesidad de ser consolados por alguien que nos apoya. Los seres humanos siempre acabamos defraudados de los horizontes de la vida; no porque seamos malos, sino porque somos limitados. Aunque a veces busquemos seguridades en una persona o en una situación, nuestros limites nos obligan a acabar necesitando el consuelo. El consuelo es muy importante, porque vivimos en medio de crisis, dificultades, contradicciones, o nos encontramos con asperezas humanas, materiales, de salud; situaciones que reclaman: ¿quién me puede sostener?, ¿quién me puede hacer ser capaz de seguir adelante?

El profeta Isaias nos muestra una imagen muy poderosa: la de una madre que consuela a un niño. Todos como niños, experimentamos la impotencia, la incapacidad por nosotros solos, de salir adelante las diversas circunstancias de la vida. Esta experiencia del consuelo no es pasiva o espiritualizante, se arraiga en una amistad que encontramos en Aquel que nos consuela. El que nos consuela no es simplemente una buena persona: es alguien que se ha jugado la vida por nosotros.

De aquí nace la experiencia de una amistad que nos transforma. San Pablo, dice que lo esencial no son las leyes, ni las normas, ni las estructuras, sino la relación de cada persona con Jesucristo, hasta el punto de alcanzar una identificación, como se identifican dos amigos que se adivinan el pensamiento,se dirigen miradas de complicidad o entienden el sentido de las bromas que se gastan. Una relación así, que se va profundizando poco a poco a lo largo de la vida, nos arraiga en un consuelo que da la certeza de siempre tener fruto, fortaleza y fecundidad.

Aunque mucha gente que no conoce a Jesucristo ni a Dios, también vive con luminosidad desde sus propias capacidades, de sus propias formas de entender el mundo,  a nosotros se nos ha hecho el don de saber que podemos enfrentar la vida desde el consuelo y desde la amistad: el consuelo que Dios nos da, la amistad con Jesucristo. Nosotros enfrentaremos lo mismo que todos: el desempleo, la pérdida de un hijo, la ingratitud de un familiar, la necesidad de un sustento para salir adelante. Pero tenemos un gran regalo del que somos responsables: en nuestro corazón, hay una esperanza, una fortaleza que nos puede hacer mirar hacia adelante porque se arraiga en la relación con Jesucristo que se da completamente por nosotros.

Así entramos en el sentido del evangelio, que habla de la misión de los 72 discípulos. Jesucristo no solamente envía a los apóstoles, también envía a todos aquellos que son sus discípulos, los que se consideran amigos de Él. En este envío hay rasgos que nos permiten identificarnos como aquellos que tienen su certeza en el consuelo de Dios, y que han descubierto el regalo de la amistad de Jesucristo para mirar la vida.

El primer rasgo es la relación con Dios: la oración es desde donde se descubre que es Dios quien guía la siembra de la esperanza en nuestro mundo y que nos hace entender que todo lo que podemos hacer en la vida tiene ´persistencia si  está en relación con Dios.

Lo segundo es la importancia de la libertad ante las cosas materiales pues no son las cosas materiales las que van a dar los frutos. A veces nos sentimos satisfechos porque hacemos grandes obras, como hospitales, escuelas, libros, organizaciones… Entonces Jesús dice: “ten cuidado con las alforjas y los bastones”; alforjas y los bastones, ¿qué son? Las cosas que te dan seguridad y que no se apoyan en la relación con Dios sino con uno mismo. ¿Qué te da seguridad? ¿El aplauso? ¿La autosatisfacción? ¿el dinero? Si esos son los cimientos estaríamos tiñendo todo de individualismo, en vez desde el reconocimiento del don de una certeza y una amistad que es el Reino de Dios.

También tenemos que ser conscientes de que habrá personas que no van a aceptar el don que les estamos proponiendo. Entonces tendremos que respetar la libertad al “sacudirse el polvo de los pies”, que es un modo de decir: “yo respeto profundamente tu libertad”. Pero ¿por qué se rechaza ese don? Ese es un juicio que solamente Dios puede hacer, pues solo Él conoce lo que cada uno en su corazón haya hecho para aceptar el don que se le ha ofrecido.

. Por nuestra parte tenemos que ser hombres y mujeres transmisores de la paz; pero no solamente de la paz que dice: “estate tranquilo”, sino la paz que nace de la plenitud que hay dentro del propio corazón, reflexionando si se está siendo fiel al don recibido para que, en cualquier circunstancia que nos toque vivir: el trabajo, la amistad, la salud y la enfermedad, lo hagamos las desde la certeza de la amistad con Jesucristo.

Hoy también se nos invita a mirar a nuestro alrededor: las personas que queremos, y son importantes para nosotros. Ser enviados es tener la generosidad de transmitir a otros ese mismo don que hemos recibido con solidaridad, con el ejemplo, con nuestro estilo de vida. Entonces tendremos la certeza de que estamos siendo parte de sus discípulos, de que estamos siendo parte de la paz que Dios quiere que reine en el corazón de todos los seres humanos.

domingo, 29 de junio de 2025

LAS LLAVES Y LA ESPADA

 

HOMILÍA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO 

En este día celebramos la fiesta de los apóstoles san Pedro y san Pablo a los que la Iglesia católica, ha querido celebrar juntos. Pedro y Pablo son muy diferentes. Pablo que, en cierto sentido, actúa de modo independiente de Pedro, llega incluso a contraponerse con san Pedro. Sin embargo, la Iglesia ha querido que celebremos juntos el momento más importante de su vida que no son los discursos que dieron, ni las cartas que escribieron o las iglesias que fundaron. El momento más importante de la vida de Pedro y de Pablo es el de su testimonio por Jesús hasta la muerte. De la misma forma en que el momento más importante de la vida de Cristo es su amor por nosotros hasta dar su vida en la cruz.

Pablo y Pedro, se unen en el amor que los llevó a morir por Jesucristo. De hecho, las lecturas con las cuales la Iglesia quiere recordar a estos dos apóstoles hablan del misterio de la cruz en la vida de los dos, como testigos de lo que es Jesucristo para ellos, hasta el punto de morir. Lo que hace auténtico a un cristiano no es haber hecho grandes obras, o escrito muchos libros, sino su relación con Jesucristo que le lleva a dar sentido a la vida de modo completo.

Pedro hizo su profesión de fe en Cristo y esa fe constituye el sólido fundamento del pueblo de la nueva alianza. La Iglesia no es, ante todo, una estructura social; es la comunidad de los que comparten la misma fe de Pedro y Pablo. Esta fe nos guía y nos sostiene en los momentos en que aparece el miedo o en los que no tenemos claro donde apoyarnos para estar seguros y aparece la tentación del poder o del orgullo que busca reconocimientos. Pedro nos recuerda que nuestro verdadero refugio es la confianza en Dios: ella disipa todo temor y nos hace libres de toda esclavitud.

Jesús lanza a san Pedro, la gran pregunta: “¿Tú quién dices que soy yo?”. Y Pedro da testimonio: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Ese testimonio de san Pedro hace que Jesús le diga: “Tú eres la roca sobre la que yo voy a poner mi Iglesia, y las puertas del infierno no serán más fuertes que esta Iglesia que yo pondré sobre la roca que eres tú, Pedro”.

Lo que sucedió hace 2000 años con Pedro y Pablo, sucede con nosotros. También nosotros tenemos que preguntarnos: ¿qué es lo importante de nuestra existencia como cristianos? ¿Lo que decimos, o nuestra amistad con Jesucristo? Porque la amistad con Jesucristo da sentido a todo lo demás. Él mismo lo ha dicho en el Evangelio de san Juan: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando”. Es decir, lo que da sentido a la vida de un cristiano es su amistad con Jesucristo.

Cuando esta pregunta se le hizo a san Pedro, contestó diciendo que para él era Cristo, el Hijo de Dios vivo, aquel por el que merecía la pena entregar la vida y ser una persona auténtica y coherente en la existencia. Y san Pablo dice lo mismo en su carta a Timoteo, cuando escribe que para él Jesús es el Señor, el juez justo, el Señor que está a su lado para proclamar el mensaje y para ser testigo de Él, el Señor que lo librará de toda obra mala y que lo llevará a su Reino.

Esto es lo que da sentido a todas las situaciones de la persona y lo orienta hacia la plenitud de la santidad, cuando Jesús nos pregunte “¿Quién soy yo para ti?”, poder responder: “Tú para mí eres el Hijo de Dios vivo”. Es decir, eres aquel que ilumina mi camino, que está a mi lado en mis pruebas, que está conmigo en lo que me cuesta, que me ayuda a llevar adelante a mi familia, que me ayuda a dar sentido a mi vida, a mi tiempo y a todo. Cuando esta es nuestra respuesta también nosotros somos roca. Somos la roca sobre la cual Jesucristo puede hacer que los demás seres humanos, sean capaces de vencer al mal.

San Pedro y san Pablo no son solamente testigos que vivieron hace 2000 años. San Pedro y san Pablo son dos hombres que nos enseñan cuál es la esencia de la vida: tener un corazón amigo de Jesucristo, que inspira lo que hacemos, que inspira el perdón, la solidaridad, una relación auténtica con Dios y la capacidad de ser más fuertes que el mal.

Pedro y Pablo eran dos hombres llenos de defectos, pero lo valioso es su testimonio que los convierte, en testigos de Jesucristo, en testigos de que merece la pena ser una persona que busca y que hace el bien que nace del amor de Cristo por cada ser humano. Esta es la luz que nos trajeron. No una luz de filosofía, ni de teología. La luz que nos trajeron san Pedro y san Pablo es que merece la pena vivir con autenticidad desde la amistad con Jesucristo.

Hoy se nos hace esta pregunta: ¿quién es para ti Jesucristo? ¿Es alguien vivo? ¿Es alguien que inspira tu vida? ¿Es alguien que te transforma, como los cambió a ellos de modo que, a pesar de sus defectos y fragilidades, se convirtieron en roca para otras muchas personas?

¿Para quién tengo yo que ser roca: roca de luz, una roca de sentido, una roca de esperanza, ¿una roca de solidaridad? A lo mejor tengo que ser roca para alguien de mi familia, de mi trabajo, o un amigo. Eres una roca porque tú y yo estamos unidos en el corazón. Tú eres una roca, para que el infierno, para que el mal, no venza en el mundo.