domingo, 17 de marzo de 2024

GRANOS DE TRIGO CON MUCHO FRUTO

 

HOMILÍA Vo. DOMINGO DE CUARESMA CICLO B 20210321

Quizá hemos hecho el experimento de poner una semilla, en un algodón húmedo y, en unos días, vemos que de ese grano comienza a salir un brote verde, y después una plantita que nos dará más granos. Pero para que eso suceda, es necesario que el grano se rompa, y que deje salir la vida que está en su interior. Jesús nos dice que él es como un grano de trigo: Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto.

Cada domingo de Cuaresma nos presenta un aspecto de Jesús que tenemos que hacer propio. En este domingo, Jesús, al enfrentar la etapa final de su vida mira de frente el dolor físico y moral, no como quien se resigna, sino como quien lo elige por amor como el camino de Dios para vencer al mal y al pecado. Por eso hoy Jesús nos dice que él es como un grano de trigo. Él es la semilla de la vida nueva que Dios da al mundo. El mundo sin Jesús era como una tierra en la que no había vida. Pero Dios nos envía la semilla de vida que es Jesús mismo. Para que pueda haber vida en la tierra de nuestra vida es necesario que el grano que es Jesús se rompa, se abra y nos dé la vida que está en su corazón. Como decía la segunda lectura: A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.

¿En qué consiste la vida que nos da Jesús? la vida que nos da Jesús es la vida que nace del amor que Dios nos tiene. Solamente donde ponemos amor hay vida y si en cualquier cosa que hagamos no ponemos amor, todo será sin sentido. ¿Para qué trabajar si no es por amor a la familia? La diferencia entre una casa y un hogar es que la casa está hecha de ladrillos mientras que el hogar está hecho de corazones que se aman. El amor de Jesús no es solo un sentimiento bonito, el amor de Jesús está hecho de servicio. Por eso cuando Jesús habla del grano de trigo, también nos habla del servicio. Servir es ponerse a disposición de otro, llevar a cabo lo que el otro necesita y hacer algo concreto para el otro.

 Esto fue lo que hizo Jesús, él se puso a nuestra disposición, se hizo uno como nosotros, y está siempre a nuestra disposición, de modo especial en los sacramentos.

Jesús se puso a nuestra disposición para llevar a cabo lo que nosotros necesitábamos. Necesitábamos amor, necesitábamos un sentido para nuestra vida, necesitábamos que el bien fuera más fuerte que el mal, necesitábamos que la muerte no fuera la prisión oscura en la que todos caemos sin remedio, necesitábamos que en nuestra debilidad alguien nos diera fortaleza, necesitábamos que alguien nos enseñara el camino de la felicidad. Por eso en el misterio de su muerte y resurrección, encontramos el amor más grande, encontramos que el mal no vence al bien, encontramos que nuestra vida tiene un sentido que no se acaba en la rutina de cada día, encontramos que después de esta vida se nos abre la puerta de la eternidad feliz con Dios y con todos los que amamos, encontramos que tenemos la fuerza de la gracia de Dios para poder superar nuestra fragilidad y ser cada vez mejores, encontramos que la felicidad es posible en esta tierra y en la eternidad.

Finalmente, Jesús se puso a nuestra disposición con obras concretas. Mientras vivía, Jesús acompañó a sus palabras con obras, los milagros que hacía nos enseñaban que lo que él decía era verdad. En la Pascua, Jesús con sus obras, dejándose llevar a la pasión y a la muerte, nos enseñó que estaba dispuesto a amarnos hasta el final. No como en las películas en las que los actores solo se aman hasta el final de la película. Jesús nos amó hasta entregar totalmente su cuerpo en la cruz y su amor haciendo que nada nos pudiera separar de él por su resurrección. Como decía el Papa Francisco: La cruz de Cristo es fecunda. La muerte de Jesús, de hecho, es una fuente inagotable de vida nueva, porque lleva en sí la fuerza regeneradora del amor de Dios. Inmersos en este amor por el Bautismo, los cristianos pueden convertirse en «granos de trigo» y dar mucho fruto si, al igual que Jesús, «pierden la propia vida» por amor a Dios y a los hermanos.

En la ya próxima Semana Santa, la Iglesia nos animará a compartir el corazón de Jesús, preparándonos para revivir el misterio de su crucifixión, muerte y resurrección. No seremos meros espectadores, sino protagonistas junto a él, pues donde esté Cristo, allí deben encontrarse también sus discípulos, llamados a seguirlo en su entrega, para así ser partícipes de su victoria. En este domingo, dejemos que nuestro corazón quiera ver a Jesús, para ser como él un grano de trigo que está puesto al servicio de los demás. Si queremos ser felices, nunca será guardándonos. Siempre, como Jesús, será dándonos. Así el amor de Jesús en nosotros, también será el amor de Jesús para los demás.

sábado, 9 de marzo de 2024

TANTO AMO DIOS AL MUNDO...

 


HOMILIA IV DOMINGO DE CUARESMA CICLO B 20210314

 

Con mucha frecuencia en las grandes historias todo comienza mal: Blancanieves come una manzana, la cenicienta se queda sin baile, la bella durmiente se pica con la rueca de tejer. Este cuarto domingo de cuaresma nos enseña que, aunque las cosas no estén bien, Dios va encaminando todo hacia lo bueno.

La situación de destrucción del pueblo de Israel de la primera lectura la podemos ver nuestro mundo, con tantas guerras e injusticias. También lo podemos ver en nosotros, al constatar que, a pesar de que queremos hacer las cosas bien, tenemos errores y pecados. Por eso Jesús recuerda en el evangelio el episodio del éxodo en el que el pueblo es atacado por serpientes: también nosotros a veces sentimos que nuestro corazón se envenena, como si le hubiese picado una serpiente. Sentimos la envidia que nos pica y envenena, y nos hace buscar el mal de alguien, sentimos que la avaricia nos contamina, y nos hace que se rompan las familias, o nos pica la soberbia y pisoteamos a los demás. Entonces nos pasa lo que dice Jesús: preferimos las tinieblas a la luz, porque nuestras obras son malas y no queremos que se descubran. A veces el hombre ama más las tinieblas que la luz, porque está apegado a sus pecados. Sin embargo, la verdadera paz y la verdadera alegría sólo se encuentran abriéndose a la luz y confesando con sinceridad las propias culpas a Dios.

Sin embargo, lo malo no es lo definitivo. El gran mensaje de cada cuaresma es que, aunque parezca que lo malo es muy fuerte, el bien siempre vence y podemos ir hacia delante en el camino del bien. La razón de esto nos la da San Pablo: La misericordia y el amor de Dios son muy grandes; porque nosotros estábamos muertos por nuestros pecados, y él nos dio la vida con Cristo y en Cristo. Por pura generosidad suya, hemos sido salvados.

Para llevar esto a cabo Jesús afirma tres cosas: primero que él va a ser levantado (levantado en la cruz y levantado en la resurrección) para que lo malo no sea más fuerte que nosotros; segundo, que, aunque tengamos el corazón oscuro, él siempre nos ofrece su amor, y tercero que él ha venido a nosotros no para señalar lo malo, sino para sacar lo bueno que hay en nosotros y así darnos la felicidad eterna. Por eso la cuaresma es el tiempo en que Jesús viene a buscar todo lo bueno que tenemos en nuestro corazón.

En Cuaresma Dios toma la iniciativa para hacernos volver al bien, que es lo que de verdad nos va a hacer felices y para ello pone en nuestra vida personas o circunstancias que nos permiten volver a empezar. En el caso del destierro de los judíos, Dios se sirvió del rey Ciro para que los judíos pudieran regresar a su tierra, en nuestro caso, Dios nos envió a Jesús: Dios amó tanto al mundo que nos entregó a su hijo.

Para entender la importancia de esto, podemos pensar que lo que nosotros hacemos cuando queremos dejarle a alguien algo o alguien muy valioso para nosotros: ¿A quién le dejarían ustedes a sus hijos? ¿Al primero que pasa por la calle? ¿Verdad que no? Se lo dejan a alguien en quien pueden confiar y que es digno del amor que ustedes les tienen a sus hijos. Dios nos entregó a su hijo por amor. Solamente que, en el caso de Dios, él no nos entregó a su hijo porque fuéramos buenos, sino porque puso el amor que nos tiene por delante del amor a su hijo. Ciertamente que no siempre somos como deberíamos ser, pero Dios es siempre como debe ser y por eso siempre nos da su amor. Así de grande es el amor que nos tiene.

Jesús habla de una serpiente que es levantada en el desierto refiriéndose al episodio en que los israelitas, para curarse de las mordeduras de unas serpientes venenosas, tenían que mirar la serpiente de bronce que Moisés había levantado en un palo. Esto es un símbolo de Jesús. También él ha sido levantado, en la cruz, para que todo lo que es malo de nuestro corazón pueda desaparecer. En cada misa, después de que el sacerdote consagra el pan y el vino, ha dicho las palabras de Jesús en la última cena, el sacerdote levanta el cuerpo y la sangre del Señor, para que volvamos la mirada hacia él, para que sepamos que en ese momento dándonos todo el amor que le llevó a la cruz por nosotros. Y antes de comulgar, el sacerdote levanta el cuerpo de Jesús, como el cordero de Dios que quita el pecado y que nos hace felices porque hemos sido llamados a estar cerca de él.

Cada domingo de cuaresma nos prepara para entender lo que significa la pascua, es decir, Jesucristo que padece, muere y resucita. Este domingo nos invita a mirar quién es Jesús para nosotros y quienes somos nosotros para Jesus.  Volvamos a mirar a Jesús y a poner en sus manos lo que no está bien en nuestra vida, con la seguridad de que su amor está presente en nosotros, para que lo que haya de oscuro en nuestro corazón nunca nos impida buscar su amor y encontrarlo como el que quita nuestros males y nos da la certeza de ser felices, de pensar lo que es digno y grato a sus ojos y amarle con sincero corazón.